miércoles, 4 de noviembre de 2009

ACTUALIDAD

LAS NANAS PERUANAS
No sólo ají de gallina

Existe un tremendo fenómeno cultural que generalmente se oculta cuando llega a nuestras casas una nana peruana. Una inmigración que sinceramente no hemos sopesado ni valorado. Aparecen con un bolso de esos típicos de colores como si fueran elaborados con restos de sillas de playa. No llegan con orgullo. Al contrario, llevan en sus espaldas generalmente mucho dolor. Sin embargo no lo expresan. Dejaron atrás una vida, marido e hijos para poder mantenerse, para poder vivir y alimentar a los suyos que se quedaron en su patria. Legales o ilegales sufren y buscan cada vez que pueden comunicarse con los suyos, le dan ánimos, les mandan dinero, los mantienen. Y aquí tienen el título de nanas.

Gozamos cuando contamos que tenemos una nana peruana. Que nos cocina rico y que por fin hemos comido un ají de gallina como corresponde. Cebiches, tiraditos y causas también. Las más cercanas a sus patrones no trepidan en pedirle ají amarillo y rocoto para elaborar esas recetas que llevan como ADN en sus mentes. Definitivamente la cebolla morada reemplazó a la blanca y el choclo peruano a nuestro clásico maíz americano.

Ni hablar cuando no hay cilantro en casa, o sea, no habrá seco de cordero. Aunque igual se las arreglan con otras recetas. Les gusta la cocina como a ninguna otra latina… y gozan haciendo comida para sus patrones.

Son humildes, limpias y serviciales. Pero hay un algo que la distingue fuera de las cocinas y de las escobas. Aparte de nanas son educadoras y poco a poco están enseñándoles a nuestros hijos a hablar como corresponde. Tienen un idioma bastante más culto que el nuestro (y a cualquier nivel) y lo transmiten sin piedad alguna. Acá, la cultura de la “chuchada” es típica y normal. Allá, saben expresarse.

Estas páginas gastronómicas no son sólo para deleitarse con sabores. También debemos agradecer a quienes nos están dando un “empujoncito” para ser algo más cultos en el hablar y decir; algo que nuestros hijos ya están aprendiendo pero que nosotros aun no conocemos. (Y muchas son más educadas que los dos patrones juntos).

Valoremos las inmigraciones. No todos son malos ni perjudican al país. Nuestras “nanas” (y que lo digan los que las han tenido), han hecho un aporte inconmensurable a nuestra cultura gastronómica y vocabulario. Y eso es para agradecerlo. Nunca se olviden de ellas. Mañana todas regresaran a su país de origen y sólo nos quedara la nostalgia de haber tenido una vez en la vida una nana peruana. Ahí las extrañaremos (JAE)