miércoles, 4 de noviembre de 2009

LA COLUMNA DEL ESCRIBIDOR


VINO Y COMIDA
La mezcla perfecta
¿Y el ambiente?

Hacía calor un día de la semana pasada cuando llegué a un pequeño almuerzo en el Word Delicatessen, uno de los negocios de Giancarlo Mazzarelli en Nueva Costanera. Y el calor lo remarco ya que en el interior del local y a pesar del aire acondicionado, el ambiente también pesaba. Me presentarían las nuevas cosechas de Ramirana, una de las marcas del Grupo Ventisquero que ahora, bajo la supervisión del enólogo Alejandro Galaz (ex viña Garces Silva), que tomó las riendas de la viña desde que Aurelio Montes Junior se retiró para trabajar en la viña de la familia, nos presentaría sus añadas. Galaz, con grandes triunfos a su haber, llego con la idea fija de hacer vinos diferentes, elegantes y armoniosos. Y ese día los conoceríamos.

Carpaccio de vidriola y atún para comenzar. Lo acompaña un Ramirana Gran Reserva sauvignon blanc- gewürztraminer 2009 fresco perfumado y diferente. Pero algo no me calza, y no es la relación vino – comida. Es vino-botella-etiqueta. En sí, la etiqueta de este buen vino no refleja su interior, (y vaya que muchas veces compramos vino por su imagen).

Lo mismo me sucedió con los vinos que bebimos a continuación. Con bastante personalidad y una mezcla entretenida de cepas no contribuyen a ellos el “packaging” como llaman a todo lo que envuelve una botella. Pero mejor vamos paso a paso.

Chardonnay- sauvignon blanc es la segunda mezcla propuesta. Lo acompaña un canelloni de centolla con un mix de berros y salsa de vino blanco. El calor reinante llamaba a seguir bebiendo el fresco Sauvignon del inicio y no el potente chardonnay que prefiere momentos más fríos para degustarlo con mesura y placer. Y créalo. A esa hora la mantequilla de la mesa ya comenzaba a ponerse líquida. ¿Un error presentar vinos bajo esas condiciones? Posiblemente, pero nadie había pronosticado un cambio tan radical del clima en esos días.

Syrah – carménère sería la siguiente apuesta. Ahora bajo la modalidad de un Gran Reserva. Lo bebimos acompañando un lomo y chuleta de cordero con puré de zapallo y salsa demiglase, un plato que poco aportó al vino. Más aun cuando el cordero, ya en franca retirada de las mesas de los restaurantes, estaba chicloso y latigudo. Sin embargo, el confit de pato final que acompañó a un premium cabernet sauvignon – syrah - carménère logró pasar la prueba del sabor. El pato de por sí es difícil de preparar (materia prima aun no estandarizada en nuestro país), sin embargo tenía la personalidad suficiente para armonizar con un poderoso vino, de la línea Premium de esta viña.

Otro premium, esta vez una mezcla de syrah, cabernet y carménére, en distintos porcentajes que el anterior, acompañó una textura de chocolate con ganache. Postre que en esta ocasión no perjudicó la nobleza del vino, a sabiendas que ambos no se llevan muy bien. Los quesos finales, ahí si, y con el mismo premium, le dio al vino el valor y sitial que le corresponde.

En resumen: ojo con la temperatura en los ambientes donde se bebe y se come (eso es para el restaurante). Y ojo con el packaging de los vinos (eso es para la viña). Es poco estimulante encontrarse con un envase de color café y etiquetas de igual tonalidad, y con una contraetiqueta imposible de leer por el tamaño de la letra y el color aplicado a ésta. Es cierto que el contenido es lo importante, pero hoy en día entra todo por la vista… y por ahí, y aunque los vinos digan lo contrario, bien les valdría trabajar también este concepto (Juantonio Eymin)