TRATTORIA DA CARLA
Pasta y más pasta
Hierve el cemento en el centro de Santiago cuando llego un mediodía al antiguo Da Carla. Esa trattoria de recuerdos, viejas fotografías y mil y un objetos dispuestos en sus paredes. A veces da la sensación de museo ya que nada se ha movido en años. Bueno, eso no es tanto ya que el lugar luce impecable y un fresco aire acondicionado nos dispone a probar parte de su carta donde mandan (a diferencia del Da Carla del barrio alto) las pastas y los antipastos.
Menos mal que había reservado mesa ya que el local estaba repleto de un público ávido y conocedor. Un pisco sour, el mejor que he bebido en mucho tiempo y acompañado con un trozo de fugazza, me prepara para una degustación variada. Albos manteles y fina vajilla me predisponen para un relajado e informal almuerzo. De una isla refrigerada provienen los antipastos fríos. Grandes y ricas machas con “verde”; pulpo y calamares. Otro plato con ternera, aceitunas, berenjenas, salami y más. Sólo para degustar ya que nuestra misión era otra: la pasta.
La “gira” partió con unos caramelli de centolla con salsa de ostiones donde desgraciadamente la salsa de ostión le quitó protagonismo a la centolla. Para acompañar, pinot noir William Cole 08. Gran plato, quizá seria mejor con una salsa menos agresiva, algo que no cuesta nada corregir. La fiesta de la pasta siguió con unas medialunas (mezze lune) rellenas con conejo y salsa de verduras trufadas. Un Merlot reserva Caliterra sirvió para brindar por esta maravilla. Una pasta sobresaliente y digna del mejor comedor de la ciudad.
¿Más pasta? Si. De otra manera la misión (y visión) no habría sido completa. Comíamos lentamente, así no nos abarrotamos con tanta comida. Nuestra tercera pasta serían unos ravioles de ternera con salsa napolitana, ricos y con una salsa maravillosa. “Hecha en casa” nos advierte el mozo, y eso es un plus ya que su dulzor y acidez está absolutamente compensada. Cabernet Sauvignon para el final. Errázuriz fue el escogido para acompañar esta recia pasta.
De postre, y cómo no, lo mejor de la casa: un acaramelado de manzanas con helado de vainilla. No creo que exista lugar en Chile que prepare un acaramelado así. Como para el Guinness de los postres en el país.
¿En que se puede diferenciar una trattoria a un ristorante? Más que nada creo que en la predisposición de los clientes. La trattoria es más relajada y su propuesta es menos rebuscada. Personalmente cuando hablamos del Da Carla, prefiero referirme al local del centro. Ese que nació hace 52 años y que en su momento fue lo mejor de la capital y donde la alta sociedad terminaba sus veladas del Teatro Municipal. Ahí aun se respiran aires de antaño y hasta de repente da la sensación que Claudio Arrau o Ramón Vinay podrían estar comiendo y brindando. Hay un espíritu bueno en la trattoria que abre de lunes a sábado al almuerzo y cena. Vale la pena reservar y juntar apetito, ya que la experiencia será más que buena. (Juantonio Eymin)
Trattoria da Carla: Mac Iver 577, Santiago Centro, fono 633 3739
Pasta y más pasta
Hierve el cemento en el centro de Santiago cuando llego un mediodía al antiguo Da Carla. Esa trattoria de recuerdos, viejas fotografías y mil y un objetos dispuestos en sus paredes. A veces da la sensación de museo ya que nada se ha movido en años. Bueno, eso no es tanto ya que el lugar luce impecable y un fresco aire acondicionado nos dispone a probar parte de su carta donde mandan (a diferencia del Da Carla del barrio alto) las pastas y los antipastos.
Menos mal que había reservado mesa ya que el local estaba repleto de un público ávido y conocedor. Un pisco sour, el mejor que he bebido en mucho tiempo y acompañado con un trozo de fugazza, me prepara para una degustación variada. Albos manteles y fina vajilla me predisponen para un relajado e informal almuerzo. De una isla refrigerada provienen los antipastos fríos. Grandes y ricas machas con “verde”; pulpo y calamares. Otro plato con ternera, aceitunas, berenjenas, salami y más. Sólo para degustar ya que nuestra misión era otra: la pasta.
La “gira” partió con unos caramelli de centolla con salsa de ostiones donde desgraciadamente la salsa de ostión le quitó protagonismo a la centolla. Para acompañar, pinot noir William Cole 08. Gran plato, quizá seria mejor con una salsa menos agresiva, algo que no cuesta nada corregir. La fiesta de la pasta siguió con unas medialunas (mezze lune) rellenas con conejo y salsa de verduras trufadas. Un Merlot reserva Caliterra sirvió para brindar por esta maravilla. Una pasta sobresaliente y digna del mejor comedor de la ciudad.
¿Más pasta? Si. De otra manera la misión (y visión) no habría sido completa. Comíamos lentamente, así no nos abarrotamos con tanta comida. Nuestra tercera pasta serían unos ravioles de ternera con salsa napolitana, ricos y con una salsa maravillosa. “Hecha en casa” nos advierte el mozo, y eso es un plus ya que su dulzor y acidez está absolutamente compensada. Cabernet Sauvignon para el final. Errázuriz fue el escogido para acompañar esta recia pasta.
De postre, y cómo no, lo mejor de la casa: un acaramelado de manzanas con helado de vainilla. No creo que exista lugar en Chile que prepare un acaramelado así. Como para el Guinness de los postres en el país.
¿En que se puede diferenciar una trattoria a un ristorante? Más que nada creo que en la predisposición de los clientes. La trattoria es más relajada y su propuesta es menos rebuscada. Personalmente cuando hablamos del Da Carla, prefiero referirme al local del centro. Ese que nació hace 52 años y que en su momento fue lo mejor de la capital y donde la alta sociedad terminaba sus veladas del Teatro Municipal. Ahí aun se respiran aires de antaño y hasta de repente da la sensación que Claudio Arrau o Ramón Vinay podrían estar comiendo y brindando. Hay un espíritu bueno en la trattoria que abre de lunes a sábado al almuerzo y cena. Vale la pena reservar y juntar apetito, ya que la experiencia será más que buena. (Juantonio Eymin)
Trattoria da Carla: Mac Iver 577, Santiago Centro, fono 633 3739