miércoles, 8 de diciembre de 2010

LOS CONDUMIOS DE DON EXE

QUERIDO VIEJITO

Nico:

Tu sabes que somos buenos amigos y por eso te llamo así y no San Nicolás, Santa o Noel como muchos otros. Con impaciencia espero que este año regreses por estos lados ya que como estabas sin correo electrónico, no creo que te hayas enterado lo que hemos sufrido por estas tierras. Después de la última juerga que nos mandamos a finales del año pasado (y te agradezco que te hayas quedado un día más en mi departamento), las tragedias se han ido sucediendo una tras otra.

Imagínate. Tuvimos un verano caluroso y seco, pero como veníamos saliendo de la crisis y había que votar nuevamente para elegir al próximo Presidente de la República, medio mundo se quedó en sus lugares de origen. Todos postergamos las vacaciones y estas recién comenzaron después del 17 de enero. ¿Supiste quién ganó? Si no lo sabes fue Piñera (si, ese mismo, el de Lan y el de Chilevisión entre otras cosas). Después, poco y nada pasó. Lo único que puedo contarte es que las dos cajas de cervezas que me trajiste de regalo se acabaron antes que terminara el mes.

Pero nadie intuía que la madrugada del 27 de febrero iba a quedar la mansaca. Un terremoto de esos de madre y señora mía se sintió desde Valparaíso hasta la concha de la lora. Como bien sabes yo vivo en un sexto piso. Cuando comenzó la tembladera quise arrancar pero tenía dos problemas. Como vivo solo y con el calor que hacía, estaba durmiendo en pelotas (en cueros, digamos) y aparte de eso necesito mis anteojos para ver algo. La cosa se movía frígida. Mis anteojos se cayeron del velador y me quedé pensando que mierdas hacer. ¿Salía en bolas a la calle a exponerme a las risas de mis vecinos o esperaba que se cayera el maldito edificio?...

Fueron, Nico, momentos de angustia. Por un lado no quería morir aplastado por una pared y por el otro no quería ser motivo de risa. Me senté en la cama y aguanté estoicamente que pasara el movimiento.

Y pasó. Me vestí y salí a la copucha. El polvo inundaba un Santiago a oscuras y sin mayores noticias. Después nos enteramos de la cagadita. Esa que ya debes saber.

Me costó recuperar mis sentidos. Andaba asustado y sentía temblores a cada rato. Y durante meses el terremoto fue tema de todas las conversaciones, fueras donde fueras.

Pero en julio la hecatombe pasó a la historia. El mundial de fútbol nos convertiría en los fans más acérrimos de nuestra selección. Nos fue como las reverendas pero todos pensamos que éramos héroes. ¿Se nos estará pegando algo tropical en nuestras venas?

Ciertamente llegamos donde teníamos que llegar. Pero no todo terminaría ahí. A semanas de terminado el mundial se nos cae un cerro y quedan atrapados 33 mineros. Eso debiste haberlo visto en la televisión. Lo más increíble, pese a lo fatalistas que somos, es que salieron vivitos y coleando. No te cuento la algarabía que se sentía en el país.

Celebramos también un bicentenario que no es tal ya que el verdadero es recién el 2018, pero hay que darle circo a la gente. El mismo circo que tú nos das cada 24 de diciembre cuando vienes a dejarnos regalos. Y si de regalos se trata, me encantaría que este año seas un poco más generoso con tus obsequios. Dale a mis amigos que tienen restaurantes, más clientes y de los buenos… y dale a los clientes mejores precios ya que como el dólar está por el suelo, comer en Chile es un lujo que no todos se pueden dar.

No me traigas chelas ya que me traumaron con el terremoto. Una cajita de vodka de tus tierras podía ser. Pero del bueno y no en Tetra. Igual te espero cuando termines tu periplo el día 24. Tengo guardado un arrollado de huaso que compré en el Torofrut y como sé que te gusta el pavo, encargué uno al Santiago Park Plaza. También tengo unos vinitos de miedo y oportos para el final de la cena. El único problema son tus renos ya que no tengo estacionamiento y la plaza Ñuñoa está hecha un desastre. Así que tendremos que ver bien donde estacionamos a tus bestias. En una de esas tendrás que regresar a Groenlandia en avión… y eso es caro.

Te espero el 25 en la madrugada.

Un abrazo
Exe.

PD: Mathy pregunta si puedes traerle sildefanil… unas cuatro cajitas… ¿Podrás?

Exequiel Quintanilla