Caro, pero bueno
En nuestra reciente
visita a la capital española, hemos aprovechado para acercarnos al céntrico
Mercado de San Miguel de Madrid, muy cerca de Plaza Mayor, que nos habían
recomendado en numerosas ocasiones. Para quienes no conozcan este mercado,
decirles que no esperen un mercado tradicional, ya que las reformas recientes
lo han convertido en una especie de lugar de tapeo, cata y degustación de
productos gourmet.
El mejor ejemplo de la
arquitectura del hierro en Madrid se encuentra en este mercado de 1916, que
actualmente es todo un templo de la gastronomía, formado por un conjunto de 33
puestos de ricos manjares y escogidas materias primas, tanto para comer o
llevar, y una cuidada decoración que hacen de él un elegante espacio de
múltiples usos en pleno casco histórico.


No faltan tiendas de
ultramarinos, donde podemos pedir casi de todo, desde las típicas sardinas o
boquerones en vinagre hasta caviar. También hay una tienda de pasta fresca, con
varios tipos de ñoquis variados, que se venden al peso, para llevar, e incluso
algo de sushi en un selecto rincón que tiene Lhardy. Además hay puestos de pan
más o menos artesano, y uno donde venden croquetas, las clásicas de jamón,
otras de sepia, o de gambas (a 2 euros la unidad).
Incluso encuentro uno
de los puestos con cocina en donde se puede degustar plato del día de cuchara,
en este caso hemos tenido suerte y había fabada, aunque no es lo más propio
para el tapeo. En cuanto al precio, no es nada barato, aunque estás pagando
productos de calidad. Y después de que nos “clavaran” con 17 euros por un plato
de calamares fritos en una cafetería junto al Reina Sofía, ya cualquier cosa me
parece medio razonable.
Acabamos la visita al
Mercado de San Miguel de Madrid bastante satisfechos, aunque algo cansados, ya
que hay que estar continuamente yendo de acá para allá buscando tapas, y las
sillas son escasas, con lo que la mayor parte del tiempo hay que estar de pie.
Al final vemos a muchos extranjeros comiendo prácticamente en el suelo, en las
escaleras exteriores, y casi estamos tentados de imitarlos. Desde luego, no les
vendría mal poner más mesas y sillas, que sitio hay de sobra. En cuanto al
resto, pocas quejas, servicio atento y rápido, buena relación calidad-precio en
general, y muy buena accesibilidad y limpieza de las instalaciones.
¿Imprescindible, como dicen muchos? No tanto, diría yo, aunque entiendo que mi opinión es parcial,
soy más de sentarme a comer tranquilo y de cuchara, a la vieja usanza. Esto de
comer de pie y en platos de plástico no es lo mío, lo reconozco, por muy buenas
que sean las viandas. (JAE)