martes, 15 de octubre de 2013

MIS APUNTES

TORONTO MODE- ON

“Aquí no pasa nada, pero todo está pasando”, me dice Richard, un periodista colombiano que conocí en Toronto la semana pasada. Ante tal contradicción, y con su peculiar acento, me cuenta que la ciudad es la más segura del continente “aunque acá vivan más de cien etnias distintas”. “Viví muchos años en Toronto, cuenta, y cuando decidí ser un periodista que va tras la contingencia, me percaté que eso no existe y debí emigrar a mi Bogotá, donde sí hay conflictos”.

Simpático y sincero. No dejaba de hablar de Toronto y le seguí para un tour casi personal. Con gestos y ademanes, recorrimos el centro de la ciudad de punta a cabo. ¿Dónde está la policía?, pregunté al no verlos por ninguna parte. “por ahí andan” –responde. Muchos en bicicleta y van sin armas. “Acá no se necesitan”, concluye.

Llegué a Toronto en un gran avión de Air Canada -la única línea aérea que viaja a Toronto sin escalas-, en un vuelo nocturno, y viví gratas experiencias gracias a Tourism Toronto, entidad privada que incentiva el turismo en esa ciudad.  Un Toronto con tres millones de habitantes y que recibe siete millones de turistas al año. Una ciudad viva y francamente agradable, ya que es fácil recorrer y conocer, al menos su sector comercial y sus barrios étnicos.

Si de etnias hablamos, es ver a miles y miles de orientales y otros tantos del Medio oriente. En una línea del Metro (donde se baja por escaleras mecánicas pero se sube peldaño a peldaño –para hacer ejercicio-, me cuenta Richard, llegamos al sector de la Universidad de Toronto, un juvenil barrio que le da vida a todo un sector de la ciudad. De ahí, y caminando, llegamos a Yorkville, el barrio chic de Toronto, donde tiendas de moda se mezclan con joyerías y casas de arte, grandes hoteles, millonarios y directores de cine.

Hablar de Canadá es hablar de hojas de maple, de una rica diversidad cultural, y claro, de Toronto, la capital del estado de Ontario. Si nos fijamos en sus habitantes, Toronto podría ser una ciudad de cualquier parte del mundo.  Difícilmente aquí uno logra distinguir a una etnia predominante o a un ciudadano que nos parezca extraño... porque en un lugar donde no hay mayorías, las minorías tampoco existen. Y aunque suene ya a un estereotipo repetido o un mito majadero eso del canadiense amable, tolerante y de mente abierta, es imposible no notarlo en esta ciudad, donde asiáticos, latinos, anglosajones, africanos y tantos más, conviven de la manera en la que el resto del continente americano aspira algún día a hacerlo.  Porque Toronto tiene un ambiente multicultural tan rico como el de otras grandes urbes del mundo, pero mucho más segura y amable que la mayoría. La "nueva Gran Manzana", dice mi guía - periodista. Y es que la capital económica canadiense crece a pasos agigantados.

Eso, sumado a sus muchos espectáculos, museos, tiendas novedosas y una activa -y segura- vida nocturna (para adultos con criterio formado) es lo que atrae a cada vez más y más visitantes. Sin olvidar que, a pesar de las distancias, Toronto está cada vez más cerca, sólo a 11 horas de Santiago. Una metrópolis "para principiantes", -cuenta Richard, en la que puede disfrutarse de los encantos de las grandes urbes, sin tener que lidiar con taxistas mañosos, zonas peligrosas ni un mar de gente poco comprensiva que no tendrá piedad con el pobre turista desorientado.

La pequeña manzana

Una visita obligada debe comenzar en el "downtown" (centro), donde se concentran los atractivos principales. La mejor opción es ir caminando, y la verdad es que poco importa si es con las agradables temperaturas de verano o con los fríos extremos de invierno, ya que el downtown cuenta con un ingenioso sistema de paseos subterráneos -llamado PATH-, por lo que no es necesario salir a la superficie para recorrer las principales arterias. También allí, para los más compulsivos, puede ser el lugar para realizar las primeras compras, ya que cuenta con cientos de locales comerciales, desde tiendas de ropa hasta confiterías. El subterráneo está conectado con los principales edificios del centro, como la CN Tower, que ha llegado a convertirse en la postal más típica y en monumento omnipresente, visible desde cualquier punto de Toronto. Una visita -aunque nada novedosa- es necesaria, ya que con sus imponentes 553 m. permite tener la panorámica más impresionante. Incluso, si el día acompaña, se puede llegar a visualizar la ciudad estadounidense de Buffalo, en la otra orilla del lago Ontario. Si gusta comer en las alturas, un buen panorama tiene en el 360°, el restaurante de la torre, donde por 35 mil de nuestros pesos tienen un menú a elección de entrada, fondo y postre, valor que no incluye vinos. Pese al valor, vale la pena almorzar o cenar en este lugar que ofrece una vista insuperable a 350 metros de altura y una comida que si bien no es fina, al menos es mejor que otros céntricos restaurantes turísticos de la ciudad.   

Otro lugar imperdible es el St. Lawrence Market, en la Front St. East, un mercado sorprendentemente limpio, ordenado y completo (ya ampliaré este Paraíso): quesos, jamones, verduras y frutas traídas de todo el mundo y absolutamente orgánicas. Si tiene hambre, no deje de pasar por Carousel Bakery y pedir un Peamel Beacon sandwich (cerdo apanado con mostaza) considerado una joya sanguchera de Norteamérica.

Queen St. es de por si un imperdible. Aquí está la bohemia de la ciudad en todo su esplendor, desde grandes tiendas a la venta de ropa usada, peluquerías, restaurantes, fast foods y mil y un cachivache; donde todos caminan tranquilos, sin rumbo fijo, vitrineando y descubriendo en cada escaparate todo un mundo de productos, desde los más insólitos hasta lo más necesario para el frío invierno que están sometidos sus habitantes.

Pero sin duda uno de los puntos más de moda en Toronto es el Destillery Historic Distrct, un emergente barrio que, antiguamente, fue una enorme destilería y que ahora alberga galerías de arte, cafés, restaurantes, chocolaterías y cervecerías artesanales. Además de sus nuevos bríos, asombra por su particular y rústica belleza, y con razón es considerado como la colección de arquitectura victoriana industrial mejor conservada de Norteamérica. La Destilería merece un comentario aparte, que pronto publicaré. (Juantonio Eymin)