INTEGRACIÓN
-
¿Cómo te llamas?
- Abril, dice.
Quedé
marcando ocupado. Había llegado hace cinco minutos a la residencia del
embajador peruano en Chile y me encuentro con esta delicadeza de mujer.
Agradecí a los dioses haber ido sólo al lugar ya que algo me decía que algún
día todos los astros se alinearían. Era pelirroja y sexy.
- ¿Y qué haces acá?
- Trabajo para la compañía, respondió.
La
compañía era Sodexo. Esa empresa francesa de casinos industriales y de cheques
de restaurantes. Venía de Lima ya que se lanzaría en Santiago un programa que
apuntaría a entregar comida peruana en los comedores institucionales del país.
-
¿Conoces a Gastón Acurio?, preguntó mirándome los ojos y bebiendo un sour de
poca monta pero sour al fin y al cabo.
-
Lo he visto, respondí. Más me entretengo con Astrid.
Le
conté que había compartido con ella en Lima el año anterior. Abril me cuenta
que Astrid es su amigui y que suelen tomarse un café todas las semanas. –Es
linda ella, -observó.
Yo
la miro de arriba abajo y la encuentro mejor. Pero callé mis comentarios. Como
salvavidas pasan ofreciendo cebiche. Después de probarlo me ofrece una muestra
de su propia cuchara.
-
¡Pruébalo Exe!, está divino.
Casi
me trago la cuchara entera. Esto estaba en mejor camino de lo que podría
imaginar. Resumiendo: en quince minutos de conversación supe que:
1)
Su novio la había dejado hace dos semanas.
2)
Estaba sola en Santiago3) Se sentía abandonada
4) Le gustaban los hombres maduros
Comimos
de la misma cucharita ají de gallina, causa limeña, tacu tacu y lomo saltado.
Mis minutos de sinceridad fueron distintos:
1) La paquita no estaba en Santiago (eso pensaba)
2) Estaba solo en el evento (era cierto)
3) Me encanta la selección sub 40 (¡demasiado!)
Si
alguien sabe de aromas comprenderá lo que pasó a continuación. A lo lejos
percibí una fragancia especial. No lo relacioné en un principio ya que estaba embobado
con Abril. Era un aroma conocido pero a la vez inquietante. Una fragancia que
conocía y que no me percate hasta que se hizo más profunda. Mi cerebro comenzó
a analizar la situación, definitivamente olía a peligro.
Era
su perfume, sin duda. - ¡Sofía!
Ahí
estaba. Detrás mío. Y a decir verdad su cara no era de las mejores
-¡Sofía! Que gusto verte. ¿Qué haces aquí?
-
Controles policiales de franco en las embajadas, respondió secamente.
Rápidamente
elucubré la mejor manera de salir de esa embarazosa situación y le presenté a
Abril.
-
Sofía, quiero que conozcas a Abril… Una buena amiga que conocí en Lima el año
pasado cuando fui a Mistura.
-
Un gusto Abril. -Gracias por entretener a mi novio. ¿Vamos, Exe?- Vamos.
No
hizo un comentario. Traté de tomarle la mano y solo sentí sus uñas clavadas en
mi palma.
Como
si nada hubiese pasado llegamos a los postres. Mi paquita, seria, me mira los
ojos con los suyos inyectados de rabia y pregunta: -¿Vas
a Lima este año, querido?
-
Bueno, eso espero.
-
Si no me llevas, te voy a cortar tu cosita y me prepararé un cebiche.- Pero…
- Nada de peros Exe. ¡No puedes ser tan lacho! ¡Es bonita la guacha esa, pero es mucho para ti!
A
lo lejos, divisé que Abril llevaba los dedos a su boca y me mandaba –riéndose- un
beso a la distancia. Sería la última vez que la vería. Respondí su beso con un
guiño…
Como
se está haciendo común este último tiempo, no permitió que entrara en su
departamento. Mientras viajaba a mi céntrico hogar, llegué a la conclusión que debería
portarme bien de ahora en adelante ya que a Sofía estaba asistiendo a eventos
varios. No quiero imaginarme lo que extrañaré a Colomba, a Ara, a Paulita y
otras chicas que hacen de mí un tipo de veinte. Ahora tendré que mamarme una
seriedad que no comparto. Pero Sofía es “mi” Sofía… y ella es la que soporta
mis mañas de veterano.
Echado en mi departamento, pienso en Abril. Linda como un sol. Busco en mi cocina las sobras de lo que venga para beber algo. Encuentro entre varias botellas vacías un concho de pisco verde peruano. Como dice la canción: “alcé mi copa y brindé por ella”.
En
fin. Todo sea por la integración entre los pueblos.
Exequiel Quintanilla