CIENFUEGOS
¡Rico gaiiaa!
Lo escuchamos la otra noche cuando salíamos de cenar en el Cienfuegos. No nos quedamos para saber el fin del piropo. Si era por Benjamín, el propietario del local o por su comida. Sin embargo me pareció acertado el comentario más que nada por lo que narro a continuación
Varios cambios realizaron sus dueños para esta nueva versión del restaurante. Espacio tenían y estaba desaprovechado. Reingeniería le llaman algunos y el traslado
del comedor a la parte delantera de la casona sirvió bastante. Ahora, su ex salón comedor es un lounge bar tranquilo, con música ad hoc para un público un poco más maduro y la comida la ofrecen en dos pequeños salones, con una capacidad cercana a los 40 comensales. El resultado fue casi de inmediato. Comedor repleto y lounge con bastantes parejas. Un buen cambio, diría yo. Y bastante más razonable que el proyecto inicial.
También estudiaron los precios y decidieron ser lo más sencillos posible. Todas las entradas cuestan $ 5.000; los fondos $ 8.000 y los postres $4.000. Si se opta por en menú degustación de tres tiempos, baja a $ 12.000. Claro, conciso y práctico.
Me agasajaron con un amuse bouche de gran factura: un shot con crema tibia de alcachofas con machas. Más que amuse debería ser un plato hecho y derecho. Una delicadeza gastronómica y un gran comienzo para una carta nueva llena de agrados.
Partí con novedades. Pana de pollo, el foie del pobre, magistralmente achicharrado como parte de un timbal con palta, pebre, mix de verdes, brotes de alfalfa y pan de nuez. Un acierto por la sencillez del plato, calidad del producto y el ingenio del chef. Los vinos, fueron acertadamente escogidos por Julio Sepúlveda, el maître del lugar y recientemente elegido como el ejemplo al servicio, premio entregado en abril por el Círculo de Cronistas Gastronómicos. Con él a la cabeza de la atención en el nuevo Cienfuegos, no hay duda que mejorará el servicio en este local. (Algo que muchos necesitan, con urgencia).
Chilean jack Mackerel podrían llamar a la materia prima del segundo plato ofrecido. Sin embargo, serios y todo lo llamaron simplemente jurel. Escabechado y con palmitos acompañado de un aire de almendras y brotes gusta y dan ganas de conocer la receta para copiarla en casa. El popular jurel en toda su expresión. No cabe duda que algún día se convertirá en un manjar solo para pocos. (¿O no encuentra ricas las ahora desaparecidas sardinas en nuestras mesas?... Con el jurel pasará lo mismo. Es la vida…)
¡Rico gaiiaa! podría haberle comentado a mi vecina de mesa tras conocer el tercer plato de la noche. Un guiso de conejo con zapallo camote y vino que me encantó. Tanto como un fino arrollado con puré de papas brujas (de esas azules, chilotas), merquen y champiñones. Dos fondos diferentes y sabrosos. Invernales, de esos que dan ganas comer en esta época.
El postre, de cuento. Dan ganas de ponerlo en el inicio de la crónica. Preparado por la repostera Estefanía Ferrada, bella, ágil y grácil, unió unas papayas al pisco y la unió con chocolate blanco, biscocho de almendras, sorbete de jengibre y salsa de cítricos. Un poema. El mejor final de cena que he tenido en largo tiempo. Irrepetible.
Así es Cienfuegos 2009. Ad portas de abrir un nuevo espacio gastronómico en el barrio Lastarria, Benjamin Cienfuegos sonríe con su característica timidez. Otro ejemplo de la bien llamada patrulla juvenil y un buen arquetipo para las generaciones venideras de chefs.
Una muy buena experiencia que es necesaria conocer. (Juantonio Eymin)
Cienfuegos: Constitución 67, Barrio Bellavista, fono 248 9080
¡Rico gaiiaa!
Lo escuchamos la otra noche cuando salíamos de cenar en el Cienfuegos. No nos quedamos para saber el fin del piropo. Si era por Benjamín, el propietario del local o por su comida. Sin embargo me pareció acertado el comentario más que nada por lo que narro a continuación
Varios cambios realizaron sus dueños para esta nueva versión del restaurante. Espacio tenían y estaba desaprovechado. Reingeniería le llaman algunos y el traslado
del comedor a la parte delantera de la casona sirvió bastante. Ahora, su ex salón comedor es un lounge bar tranquilo, con música ad hoc para un público un poco más maduro y la comida la ofrecen en dos pequeños salones, con una capacidad cercana a los 40 comensales. El resultado fue casi de inmediato. Comedor repleto y lounge con bastantes parejas. Un buen cambio, diría yo. Y bastante más razonable que el proyecto inicial.
También estudiaron los precios y decidieron ser lo más sencillos posible. Todas las entradas cuestan $ 5.000; los fondos $ 8.000 y los postres $4.000. Si se opta por en menú degustación de tres tiempos, baja a $ 12.000. Claro, conciso y práctico.
Me agasajaron con un amuse bouche de gran factura: un shot con crema tibia de alcachofas con machas. Más que amuse debería ser un plato hecho y derecho. Una delicadeza gastronómica y un gran comienzo para una carta nueva llena de agrados.
Partí con novedades. Pana de pollo, el foie del pobre, magistralmente achicharrado como parte de un timbal con palta, pebre, mix de verdes, brotes de alfalfa y pan de nuez. Un acierto por la sencillez del plato, calidad del producto y el ingenio del chef. Los vinos, fueron acertadamente escogidos por Julio Sepúlveda, el maître del lugar y recientemente elegido como el ejemplo al servicio, premio entregado en abril por el Círculo de Cronistas Gastronómicos. Con él a la cabeza de la atención en el nuevo Cienfuegos, no hay duda que mejorará el servicio en este local. (Algo que muchos necesitan, con urgencia).
Chilean jack Mackerel podrían llamar a la materia prima del segundo plato ofrecido. Sin embargo, serios y todo lo llamaron simplemente jurel. Escabechado y con palmitos acompañado de un aire de almendras y brotes gusta y dan ganas de conocer la receta para copiarla en casa. El popular jurel en toda su expresión. No cabe duda que algún día se convertirá en un manjar solo para pocos. (¿O no encuentra ricas las ahora desaparecidas sardinas en nuestras mesas?... Con el jurel pasará lo mismo. Es la vida…)
¡Rico gaiiaa! podría haberle comentado a mi vecina de mesa tras conocer el tercer plato de la noche. Un guiso de conejo con zapallo camote y vino que me encantó. Tanto como un fino arrollado con puré de papas brujas (de esas azules, chilotas), merquen y champiñones. Dos fondos diferentes y sabrosos. Invernales, de esos que dan ganas comer en esta época.
El postre, de cuento. Dan ganas de ponerlo en el inicio de la crónica. Preparado por la repostera Estefanía Ferrada, bella, ágil y grácil, unió unas papayas al pisco y la unió con chocolate blanco, biscocho de almendras, sorbete de jengibre y salsa de cítricos. Un poema. El mejor final de cena que he tenido en largo tiempo. Irrepetible.
Así es Cienfuegos 2009. Ad portas de abrir un nuevo espacio gastronómico en el barrio Lastarria, Benjamin Cienfuegos sonríe con su característica timidez. Otro ejemplo de la bien llamada patrulla juvenil y un buen arquetipo para las generaciones venideras de chefs.
Una muy buena experiencia que es necesaria conocer. (Juantonio Eymin)
Cienfuegos: Constitución 67, Barrio Bellavista, fono 248 9080