FIN DE MES
Menú a precio fijo
Como a casi todos nos pasa, a fin de mes las faltriqueras ya están bastante exiguas y salir a cenar se convierte en un desafío de los grandes. Por ello me alegré cuando me pasaron un dato fijo. Como en las carreras. En el Delmónico, en BordeRío, la cena desde el aperitivo al café final costaba 15 luquitas. Era una de las ya famosas cenas del vino. Así que feliz le avise a Mathy que la invitaba esa noche.
- ¿Hoy martes?
- ¿Hay algo malo en ello? Además siempre me has dicho que encuentras mino al Fernando Walker, el dueño del ambigú.
- ¡Claro que lo encuentro gueno!, pero está casado. Igual me encantaría verlo.
Menos mal que no soy celoso. Lo hace para molestar y muchas veces le resulta.
Llegamos a las veinte en punto al boliche. Una carpa invernal con vidrios plásticos no deja ver el interior del lugar. Solícitos en la puerta nos ayudan con nuestros impermeables, esos que yo juraba que se guardaban el 18 de septiembre. No. Ahora capaz que los usemos hasta en Navidad.
Nos asignaron una bonita mesa en uno de los extremos del local. Bueno ya que tendríamos una panorámica de todo lo que pasa (y “todas” las que pasan) por allí. Como era un menú a precio fijo, el aperitivo era por lógica vino. Un Sauvignon blanc Petirrojo de Bisquertt. Eché de menos esos apple martini que preparan en el lugar, pero me quede calladito. Capaz que Mathy se entusiasmara y me destruyera el presupuesto.
Bastante gente en la misma onda que nosotros. Varias mesas sólo de mujeres ¡Cómo se han liberado estas chiquillas! Antes, a esa hora andaban cuidando críos, ahora no. El club de Lulú ya es una realidad en este chilito.
Rica la entrada: finas láminas de atún rojo apenas sellado con sésamo y acompañado de un timbal de palta y mango. Mejor el atún que su guarnición.
- Exe, el atún está rico pero acá hay poco mango. Yo creo que esto es durazno en conserva.
- Cierto guachita. Acá hay más durazno que mango. ¿Será por el precio del menú?
- No quiero ni pensarlo, respondió, al tiempo que bebía un viognier La Joya que calzaba bastante bien con el atún.
- ¿Tendremos más sorpresas, Exe?
- Espero que no, le dije medio achunchado ya que la idea de salir a cenar fue mía.
En la mesa vecina, una pareja conversaba. Él con pinta de ejecutivo de una gran empresa se veía bastante apesadumbrado. Mathy y yo pusimos atención y él le dice en voz bastante alta:
- Mi amor, tengo un grave problema en la oficina.
Menú a precio fijo
Como a casi todos nos pasa, a fin de mes las faltriqueras ya están bastante exiguas y salir a cenar se convierte en un desafío de los grandes. Por ello me alegré cuando me pasaron un dato fijo. Como en las carreras. En el Delmónico, en BordeRío, la cena desde el aperitivo al café final costaba 15 luquitas. Era una de las ya famosas cenas del vino. Así que feliz le avise a Mathy que la invitaba esa noche.
- ¿Hoy martes?
- ¿Hay algo malo en ello? Además siempre me has dicho que encuentras mino al Fernando Walker, el dueño del ambigú.
- ¡Claro que lo encuentro gueno!, pero está casado. Igual me encantaría verlo.
Menos mal que no soy celoso. Lo hace para molestar y muchas veces le resulta.
Llegamos a las veinte en punto al boliche. Una carpa invernal con vidrios plásticos no deja ver el interior del lugar. Solícitos en la puerta nos ayudan con nuestros impermeables, esos que yo juraba que se guardaban el 18 de septiembre. No. Ahora capaz que los usemos hasta en Navidad.
Nos asignaron una bonita mesa en uno de los extremos del local. Bueno ya que tendríamos una panorámica de todo lo que pasa (y “todas” las que pasan) por allí. Como era un menú a precio fijo, el aperitivo era por lógica vino. Un Sauvignon blanc Petirrojo de Bisquertt. Eché de menos esos apple martini que preparan en el lugar, pero me quede calladito. Capaz que Mathy se entusiasmara y me destruyera el presupuesto.
Bastante gente en la misma onda que nosotros. Varias mesas sólo de mujeres ¡Cómo se han liberado estas chiquillas! Antes, a esa hora andaban cuidando críos, ahora no. El club de Lulú ya es una realidad en este chilito.
Rica la entrada: finas láminas de atún rojo apenas sellado con sésamo y acompañado de un timbal de palta y mango. Mejor el atún que su guarnición.
- Exe, el atún está rico pero acá hay poco mango. Yo creo que esto es durazno en conserva.
- Cierto guachita. Acá hay más durazno que mango. ¿Será por el precio del menú?
- No quiero ni pensarlo, respondió, al tiempo que bebía un viognier La Joya que calzaba bastante bien con el atún.
- ¿Tendremos más sorpresas, Exe?
- Espero que no, le dije medio achunchado ya que la idea de salir a cenar fue mía.
En la mesa vecina, una pareja conversaba. Él con pinta de ejecutivo de una gran empresa se veía bastante apesadumbrado. Mathy y yo pusimos atención y él le dice en voz bastante alta:
- Mi amor, tengo un grave problema en la oficina.
Y su mujer le responde muy alentadoramente:
- No te preocupes gordito. Y nunca digas tengo un problema; dí “tenemos un problema”.
A lo que su marido le contesta:
- Muy bien, entonces, nuestra secretaria va a tener un hijo, ¡y es nuestro...!
Las carcajadas se sintieron en todo el local. Reíamos los cuatro ya que era una broma que le hacía el vecino a su mujer. Mathy lloraba de la risa, yo me atoré y comencé un surtido de toses que sólo logré aplacar con un buen sorbo de vino. El tipo me mira y dice riéndose… ¿Ve?, ¡eso le pasa por escuchar conversaciones ajenas!
Entre risas y lágrimas comimos unos medallones de filete con champiñones portobello grillados sobre una salsa al vino blanco, mostaza Dijon y crema. A punto, blando y de gran sabor gracias al aporte de la salsa. Todos estábamos más animados cuando nos llevan el segundo fondo de la velada: un risotto al azafrán con grandes camarones creole. Rico plato, el que “empujamos” con un merlot 2007 de la línea Ecos de Rulo.
Tantas eran las risas que hasta se acercó a saludar el patrón de la taberna. Saludó a nuestros vecinos de abrazo ya que eran conocidos y a nosotros nos hizo una venia. También reía cuando le contaron la historia.
Con un late harvest La Joya Reserve y una tarte tatin de manzana con helado de lychee terminamos esta entretenida cena. El lugar es atractivo y se come bien. Y no se cansan de hacer ofertas que las publican en su página en Internet. Pagamos felices las treinta luquitas y dejamos un tanto para el servicio. Hacía tiempo que no nos reíamos tanto. Y a estas alturas de la vida, la risa es el mejor remedio que existe.
Exequiel Quintanilla
Delmónico: Av. Josemaría Escrivá de Balaguer 6400, local 7, Vitacura, fono 953 8331
www.delmonico.cl
Las carcajadas se sintieron en todo el local. Reíamos los cuatro ya que era una broma que le hacía el vecino a su mujer. Mathy lloraba de la risa, yo me atoré y comencé un surtido de toses que sólo logré aplacar con un buen sorbo de vino. El tipo me mira y dice riéndose… ¿Ve?, ¡eso le pasa por escuchar conversaciones ajenas!
Entre risas y lágrimas comimos unos medallones de filete con champiñones portobello grillados sobre una salsa al vino blanco, mostaza Dijon y crema. A punto, blando y de gran sabor gracias al aporte de la salsa. Todos estábamos más animados cuando nos llevan el segundo fondo de la velada: un risotto al azafrán con grandes camarones creole. Rico plato, el que “empujamos” con un merlot 2007 de la línea Ecos de Rulo.
Tantas eran las risas que hasta se acercó a saludar el patrón de la taberna. Saludó a nuestros vecinos de abrazo ya que eran conocidos y a nosotros nos hizo una venia. También reía cuando le contaron la historia.
Con un late harvest La Joya Reserve y una tarte tatin de manzana con helado de lychee terminamos esta entretenida cena. El lugar es atractivo y se come bien. Y no se cansan de hacer ofertas que las publican en su página en Internet. Pagamos felices las treinta luquitas y dejamos un tanto para el servicio. Hacía tiempo que no nos reíamos tanto. Y a estas alturas de la vida, la risa es el mejor remedio que existe.
Exequiel Quintanilla
Delmónico: Av. Josemaría Escrivá de Balaguer 6400, local 7, Vitacura, fono 953 8331
www.delmonico.cl