martes, 8 de diciembre de 2009

LOS CONDUMIOS DE DON EXE


MENÚ ELECTORAL
¿Quién cocina? ¿Tú o yo?

- ¿Me acompañaras a votar, Exe?

Pocas ganas tenía de cumplir dos veces el deber cívico. Mal que mal yo debía sufragar en Ñuñoa y ella en Vitacura, sin sospechar ni siquiera de colas (filas, mal pensados), tacos y demás complicaciones que existen los días de elecciones. Pero, como mi agenda había estado algo liberal en la semana, tenía que de algún modo limpiar mi conciencia (y su molestia).

- Por cierto, querida.
- ¿Me pasas a buscar?
- De todos modos guachita. Pero deberás esperar que yo me desocupe en mi local de votación, y de ahí parto a buscarte.
- Regio. Vamos, yo voto, tú me esperas y de ahí nos vamos a almorzar a algún lado.
- ….
- ¿Qué piensas, Exe, no te gustó mi idea?
- Linda. Ese día no hay restaurantes abiertos. Además casi- casi es ley seca
- O sea, ¿tendremos que cocinar en casa?
- Sip
- ¿Quién cocina? ¿Tú o yo?

Como se imaginan, la cocina será mi lugar este domingo. Y en eso estoy en estos momentos, viendo y buscando un menú que amerite la ocasión. Como poco cocinamos en casa (o en nuestras casas, valga la redundancia), los refrigeradores están casi vacíos. En el mío un par de botellas de vino blanco y en el de ella varios yogures y pan integral. O sea, tendría que partir desde el principio… y salir a comprar el sábado, antes del toque de queda gastronómico y de alcoholes.

No más para contarles lo que cocinaré. En una de esas siguen mi menú electoral. Ese que comeremos con el aparato de TV prendido y que se alarga hasta tarde en la noche. No me gusta (tanto) la política, pero me entretiene. Sobre todo al final, cuando aparecen los ojos llorosos y los abrazos emocionados (con cuchillo en ristre). A mi guapa le fascina esto de las presidenciales. -“El que gane será nuestro guía durante los próximos cuatro años”, me comenta. ¿Guía?... Bueno, debe ser un decir de ella.

Pero les presento mi menú electoral. Como dicen por ahí, grandioso para una contienda que no lleva a ninguna parte. Cuatro tiempos para cuatro candidatos. Obvio que aperitivos y bajativos aparte.

Para comenzar: pisco sour preparado a la minuta. Del bueno. Capel de 35 cuatro por uno (duro) y con jugo de limones de pica y sutil (la única mezcla ácida que se puede encontrar en los supermercados de la capital). Goma líquida (una parte) y unas gotitas de amargo de Angostura. No piensen mis lectores que ese amargo lo elaboran al sur de Santiago, cerca del casino Monticello. Esta pócima proviene de Venezuela y está compuesta por más de 25 productos botánicos de la abundante reserva natural de esas tierras tropicales

Mi aperitivo será sólo líquido ya que lo comestible vendrá a continuación: de entrada me propuse unos ostiones a la grilla (bendita la cocina que tiene Mathy) con trozos de piña (también grillados) y pimienta verde al servir. ¿Les tinca? A ese plato le puse Ominami, ya que nadie sabe qué resultará de esta presentación. Para beber, un fresco Cherub de Montes, un rosé coqueto que debería andar muy bien con esta exótica mezcla de ostiones y piña.

El segundo tiempo se lo dedicaré a Arrate. Una enjundioso potage de porotos granados y zapallo aderezado con azafrán de la India (ya que el verdadero es inalcanzable) y un leve toque de grasa de pato que me regaló Frank Dieudoneé, el chef francés del Radisson. Plato de invierno, pero ¿quién sabe en esta rara primavera cómo estará el clima el próximo domingo? Capaz que llueva y me hago famoso. Para pasarlo, un elegante Tupu de la Viña Santa Cruz, que tenía guardado para ocasiones especiales.

Intermedio. Para mirar los reportajes de la tevé y ver que “todo se está desarrollando en la mas completa normalidad”. Y mientras en los comandos se comen las uñas, nosotros pasamos al tercer plato.

Tiempo de Frei, pienso. Obvio arroz (por lo repetitivo) que es el acompañamiento ideal para un filete de nuestra popular reineta al papillote, con cebolla, ajo, apio y una rodajita de tomate. Un plato simple pero contundente. Rápido de elaborar y de buen gusto. No crean que cambiaré de vino. No será necesario. En esto, hay que ser continuista.

Postre. Piñera. ¿Por lo fresco? No. Quizá por lo encendido. Pero habrá un cambio. Beberemos un Oporto Tawny portugués junto a unas frutillas (aprovechen la temporada) salteadas al coñac con pimienta negra y servidas con trocitos de menta fresca. Un fin de fiesta sensacional (creo yo).

Así será mi menú electoral. De fondo- fondo, un Makallan de doce años que aportara mi bella Mathy. No nos despegaremos de la tevé. O más bien dicho, trataré de no despegarme, ya que nunca hablamos de quién lavaría los platos. Eso se los comentaré, si sigo vivo, la próxima semana

Exequiel Quintanilla