A DIOS ROGANDO Y CON EL MAZO DANDO…
Se tiene la creencia generalizada de que una persona por ser cristiana es sana, que está por encima del bien y del mal. Que no cae en las tentaciones mundanas y no siempre es así.
Para quienes aun no conocen la noticia, ya que la prensa no le dio espacio, Massimo Funari, chef y dueño del restaurante Rivoli de Providencia, relató lo que considera el episodio más desagradable que ha vivido en los 23 años de existencia de su negocio.
Según su testimonio, la noche del viernes pasado, el empresario F.J.P.S. (según El Mercurio; Francisco Javier Piriz Simonetti, según nosotros) llegó al restaurante a reunirse con su familia, que lo esperaba en una mesa. Al no sentirse cómodo con la ubicación reservada en el segundo piso del local, se enfrentó a Funari, exigiendo que los ubicara en otro lugar.
"El cliente no quedó conforme con la mesa que reservó; se enojó y no quiso escuchar explicaciones. Estaba tan alterado que me golpeó en la cara; luego abofeteó a mi señora y la botó al piso".
En los 25 años de Lobby nunca había pasado una situación similar. Muchas veces se llegaba a un intercambio de palabras cuando las cosas no se daban como el cliente deseaba. De ahí a los golpes hay un mundo de diferencia. Uno que no se puede comprender, a no ser que el victimario esté pasando por una crisis emocional o esté mal de la cabeza.
Puede que la comida sea mala, puede que su mesa esté al lado del baño o cerca de la cocina, puede que el servicio sea pésimo. Aun así, los golpes nunca han sido la solución a los problemas. Hoy Piriz niega todo, pero para mala suerte de él, el comedor estaba lleno y todos vieron la agresión.
Podemos estar equivocados y que lo sucedido no sea de tanta gravedad. Sin embargo esta sobrerreacción de un cliente nos da vergüenza ajena (más aun cuando se golpea a una mujer) y ojalá nunca más sucedan situaciones como la descrita en esta columna.