martes, 30 de abril de 2013

LA NOTA DE LA SEMANA

VALDIVIA Y LA REGIÓN DE LOS RÍOS
¿Qué se teje?

Los Ríos, esa joven Región que hace algunos años se separó de la Región de Los Lagos, tiene mucho que mostrar. Y por ello, Sernatur, en un inédito desafío, invitó a cuatro cronistas gastronómicos y un chef (Juan Morales, Arola, hotel Ritz Carlton), a visitar durante cuatro días la ciudad de Valdivia y sus alrededores, para conocer su gastronomía y recibir un feedback con nuestras opiniones, con la finalidad de hacer crecer su turismo. Fueron cuatro agotadores días en que recorrimos gran parte de la Región, disfrutando ciudades, pueblos y villorios y conociendo lo más típico de la zona.´

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PRIMER DESTINO: PANGUIPULLI
Una perfecta carretera asfaltada que une el aeropuerto de Valdivia y esa ciudad turística, sería el primer trayecto de la gira. En plena carretera, un pequeño kiosco ofrece una de las delicatesen más apreciadas por los automovilistas de la zona: tortillas de rescoldo verdaderas, elaboradas in situ y un pequeño comedor para comerlas acompañadas de carne o queso. Un buen pasar para los dueños de Los Hornitos de Lanco ya que en temporada venden al menos 600 tortillas diarias.


Atardecía cuando llegamos a Panguipulli. Lindo balneario donde destaca la tarea que realiza la fundación People Help People, que tiene un colegio/internado de enseñanza media con especialización en cocina, electricidad e instalaciones sanitarias. Un tremendo establecimiento público-privado, donde estudian alumnos de toda la Región. En el centro de la ciudad, la misma fundación posee un bonito hotel/restaurante escuela, a cargo de Christiane Stein, donde practican sus alumnos. El hotel, de nueve habitaciones, un pequeño lujo y su comedor, uno de los buenos de esta ciudad, donde nos esperaban con aciertos y algunos errores. Como unos geniales sours de murta y guinda y un cebiche de trucha, pasando por un sabroso pero durísimo trozo de Jabalí asado con papas mapuches y piñones. Murta y membrillo (la especialidad de la zona) hecho kuchen y leche asada casera, culminó la cena. Lástima no quedarnos a dormir en ese lindo hotel ya que aún está en proceso de calificación por Sernatur. Nos llevaron a otro, no del todo mal, pero totalmente olvidable.
DIA DOS: FUTRONO
¿Por qué los típicos desayunos de la zona ofrecen jugo de naranjas artificial cuando tienen suspropias frutas para un fresco despertar? Eso fue lo primero que pensé luego de levartarme en Panguipulli. Café de tarro, pan de molde santiaguino, jugo artificial y mantequilla Soprole para comenzar una larga jornada que nos llevaría a Futrono y luego a Valdivia. En un desvío pasamos a Llifen a “Kume Yeal”, una cocinería mapuche. En una especie de ruca -moderna, obvio, que incluso tiene un plasma y cable-, Margarita Leiva (cel 9561 0868), una mapuche verdadera, nos introduce en su típica cocina donde no faltan los catutos, en pan amasado y el milcao, los dulces de membrillo, rosa mosqueta y miel de ulmo, además del tradicional pebre y un refinado pebre de digueñes. Sin mayores comodidades, aquí se potencian los sabores, la presentación, innovación y la buena atención a precios realmente económicos. El lugar es muy limpio y sólo tiene el comedor y la cocina de preparación donde pueden encontrar a Margarita Leiva orgullosa de su cultura y sus ancestros. Ella también se dedica a la creación de prendas de vestir en lana de ovejas teñidas naturalmente. Definitivamente un buen lugar y un nuevo aprendizaje.

Almorzamos camino a Futrono en “De pellin y coigüe”, un restaurante de buen nivel donde la carne a las brasas es su especialidad. Con una capacidad de 85 personas y con una privilegiada vista al lago Ranco, un buen pisco sour de aperitivo nos  da el inicio a un almuerzo con carne y truchas a las brasas. Lindo y turístico lugar, con buena cocina e implementación.

Duro día ya que entre plato y plato visitamos un par de fábricas de cecinas ahumadas, donde las longanizas y los costillares son los preferidos. Una especialidad de la zona a pesar de que ellos no producen cerdos. “Los cerdos vienen de Santiago” -nos comentan entre risas-,  por acá hay puras vacas”.

Futrono crece. Y lo hace gracias al turismo y a Bahía Coique, balneario de potentados. Por ello el pueblo debe modernizar sus estructuras y lo último creado es el café y pastelería PEB, con elaboración propia de finas tortas, dulces de la zona y sándwiches de miga. En verano casi no cierran, en invierno, “descansamos”,-comentan.

Seguimos sumando kilómetros para regresar a Valdivia. Cansados, depositamos los huesos en las buenas habitaciones del hotel Diego de Almagro. Aun estábamos en la mitad del viaje.

TERCER DIA: CORRAL Y NIEBLA

De Corral voy a Valdivia,
Mientras se duerme la tarde;
Por un camino de luna
Voy remontado las aguas.

En transbordador llegamos a Corral. Un hermoso paraje para una de las mejores experiencias del viaje. Luego de visitar el Parque Nacional Alerce Andino y recorrer las inmediaciones del lugar, arribamos a Pesca Sur, una construcción de madera en forma de bote que se encuentra a orillas del mar en la zona de Huape. Allí, cinco mujeres, esposas de pescadores de la zona y agrupados en una asociación, cocinan verdaderas delicias para los turistas y gente de la zona. Quedé (y quedamos) absortos por lo presentado: excelentes empanadas de mariscos, congrio frito (y del bueno) y unas insuperables lapas con murtas al pilpil. El comedor, limpio y digno, merece un  aplauso ya que el tratamiento de la materia prima es excelente.

De ahí a Niebla, a almorzar en el Tilapia, un moderno comedor donde logramos degustar excelentes erizos y picorocos. Desgraciadamente los fondos, con mucho de osadía en creatividad, no lograron un beneplácito mayor. Buen lugar, algo caro para la zona, pero que bien debería hacer una reingeniería a sus platos y tratar los productos de la manera más sencilla posible. Los turistas no necesitan espumas ni del arte del birbibirloque cuando están de viaje. Ellos van por la buena cocina… y si es de la zona, muchísimo mejor.

Visitamos un criadero de truchas, dos sidrerías y otras tantas cervecerías. De noche ya, un pequeño recorrido por la movida valdiviana y sus restaurantes. Carne y pasta en su gran mayoría. El pescado, en segundo plano. Y tan perdido que en varios lugares ofrecen como exclusividad el cebiche de tilapia, pescado ecuatoriano y congelado, en vez de elaborar cebiches con su propia materia prima. Y si de carnes se trata, nuestra cena fue en el Murtao, un lindo (y nuevo) restaurante ubicado en la Costanera valdiviana. Quise despedirme de la gastronomía de la zona con una buena plateada con puré, pero desgraciadamente al cocinero se le había caído el paquete de sal en la carne. Salada a más no poder y una consulta: ¿prueban lo que sale de la cocina?, ¿o piensan que el cliente no razona? Como pretexto puedo decir que este problema de no probar lo que se prepara en la cocina, sucede a lo largo y ancho de Chile, Santiago incluido.

Larga noche que finalizamos en la Última Frontera, un resto bar de amanecida donde degustamos el primer y único “valdiviano” de la gira. Curioso, ya que le ciudad tiene un plato símbolo y casi nadie lo elabora. ¿No será buena idea que más restaurantes tengan en sus cartas esta delicia culinaria?

CUARTO DIA: MERCADO Y FIESTA

Día de visitar el mercado fluvial. A un costado de todo, cientos de vendedores traen lo suyo. Una nave donde a la derecha se ubican los proveedores de pescados y mariscos y a la izquierda frutas y verduras. Ordenado y nada de gritón, pasearse entre congrios y choritos maltones es una delicia. Por aquí erizos; más allá, murta y castañas; a un lado, jureles y salmones; y al otro lechugas y manzanas de la huerta. Colorido y diverso, Valdivia debe enorgullecerse de este abasto central.

Luego, y muy apurados, un almuerzo en Cabo Blanco, la cocina taller de una de nuestras anfitrionas, Karime Harcha. Una hermosa parcela destinada a eventos y talleres de cocina donde se reunió, y como despedida, a parte de los anfitriones de Sernatur, periodistas, canales de TV, chefs, autoridades e incluso el Intendente de la RegiónCaldillo de congrio, cancato de lenguado, sardinas asadas, truchas y una fortaleza de ensaladas para cerrar el capítulo de esta primera invitación realizada por Sernatur a este grupo de cronistas gastronómicos. Un viaje donde se aprendió bastante de la zona y que deja, aparte de buenos recuerdos, satisfacción por el trabajo que están realizando los privados por la revitalización de la Región. Cuatro días de sol en pleno otoño le dieron un plus a Valdivia, durante un viaje bastante regado, comido… y bailado (Juantonio Eymin)