- Hice una mala fuerza.
- Hace tiempo que no haces fuerza, ni nada de
nada, -responde Sofía.
Claro. Se la dejé rebotando y me contestó con
toda su rabia acumulada. Pero era verdad. Llené una caja de esas de plátanos
(que me conseguí con el tipo de la verdulería de la esquina) con revistas
antiguas y libros de esos que venían con la revista Ercilla hace una montonera
de años. Quitaban espacio en mi departamento y decidí botarlos ya que si no los
leo, ¿para qué los tengo?
Cuando la caja estaba llena de lectura barata,
pasó lo que tenía que pasar. Como a veces me siento con un par de años menos de
los que realmente tengo, traté de levantar la pesada caja de cartón. Sólo
escuche un “clic” y la ciática me dejó agachado sin poder moverme. Como pude me
arrastré hasta el citófono y llamé al conserje para que retirara la cajita,
previo chantaje de una botella de vino. De ahí a la cama, chueco y malhumorado.
Eso fue sólo el principio ya que al par de
horas llama mi paquita para que la acompañara al cine El Biógrafo a ver Habemus
Papam, una película que trata de un Papa recién elegido que sufre un ataque de
pánico, justo cuando está por aparecer en el balcón de San Pedro para saludar a
los fieles, que han estado esperando pacientemente la decisión del cónclave.
Sus asesores, incapaces de convencerlo de que él es la persona correcta para el
trabajo, buscan la ayuda de un psicoanalista de renombre (¡y ateo!). Pero el
miedo a la responsabilidad que de repente se le impone tendrá que enfrentarlo
por su propia cuenta. Entre nos, una cosa es el barrio donde está el cine y
otra cosa es ir a ver una película. Yo prefiero un lugar donde se come, pero ella
quería cine. Le conté mi desgracia y pensó que era una coartada para no
acompañarla.
- No te creo, Exe.
- ¡Te lo juro de guata! Incluso quiero pedirte
que pases por la farmacia y me compres un analgésico y ojalá potente… ¡No me
puedo ni el culo!
Como últimamente poco me cree, y como dice Tomás, el
apóstol: ver para creer, llegó a mi departamento con un antiinflamatorio y dos
paracetamoles. Abrió la puerta con sus llaves y me encuentra hecho un ovillo en
la cama.
Me sacó los zapatos, me dio los medicamentos y
hasta me hizo masajes en la zona afectada. –“Eso te pasa por menso”, fue lo más
liviano que me dijo. ¡Tendré que llamar a Natsumi!
- ¿Quién es ese tal Natsumi?
- Es ella, respondió. Hace acupuntura y el
dato me lo dio una amiga que estaba peor que tú.- ¿Y cobra?
- ¿Tú crees que es del Ejército de Salvación? Ella es una vieja japonesa que trabaja en esto.
- ¿Te quedarás conmigo mientras esté Natsumi? (A decir verdad, cuando uno se siente mal es un verdadero maricón.)
- No querido. Yo la película no me la pierdo. Así que dejaré tus llaves en la portería para que se las pasen. Cuando termine Habemus Papam, te llamo.
- Gracias querida, eres un encanto.
- Para la próxima, pídele ayuda al conserje.
Cuando llegó Natsumi no lo podía creer. Venía
con un delantalcito blanco, un maletín como los que usan los médicos y una
minifalda de infarto. Definitivamente Sofía pensaba que era una vieja japonesa
venida a menos.
- ¿Usted ser el señol Exequiel?
- Dime Exe nomás.- ¿Dónde dolel?
Con la mano le señalé las ancas.
- ¿Hizo mucha fuelza?
- Creo que bastante- Así veo. ¿Se puede sacal la lopa o le ayudo?
No soy un degenerado, pero igual le pedí
ayuda. Cuando me dejó calato pidió que me pusiera de guatita en la cama
mientras ella pasaba al baño a lavarse las manos. Realmente me estaba empezando
a gustar esto de la japonesita.
Se puso unos guantes de látex y sacó una serie
de agujas de su maletín. Con sus finos deditos comenzó a explorar mi espalda
preguntando si me dolía o no. Encontró ocho puntos de dolor y me clavó unas
agujas que ni sentí.
-Ahora tenemos que esperar unos veinte minutos
para que hagan efecto.
-¿Tan rápido?- Así es nuestla medicina.
- ¿Y qué hacemos mientras?
- A decil veldad, Exe, he tenido un día agotadol. Me tomalía una cerveza
- Natsumi, no tengo cerveza, pero si whisky que también es de cebada. ¿Te agradaría?
- Tú no podel paralte.
- Natsumi: en el refrigerador está el hielo y el whisky, al frente hay un mueble con vasos, servilletas y bandejas. Creo tener un paquete de castañas de cajú ahí mismo. Yo no me muevo y tú los traes.
- ¿Vas a beber, Exe?
- ¿Te gusta beber sola, Natsumi?
No es muy agradable tomarse un trago de guata
y con agujas metidas cerca del culo, pero cada minuto me sentía mejor. No sé si
tengo cara de oreja pero la japonesita me contó las razones de su vida en
Chile. “Me casé con un chileno”, dice. “Era mayol y exiliado. Cuando llegamos a
Santiago un día tocan la puelta y hay una señola sesentona pleguntando por su
esposo: o sea “su” marido y “mi” marido. Sonríe, bebe un trago y me dice: ahora
es mi ex – poso.”
Con delicadeza comienza a retirar las agujas.
Milagrosamente el dolor había desaparecido. Cuando termina me da dos palmaditas
en las nalgas y me dice “ahora podel vestilte”
Llamé al cine para saber cuánto duraría la
película. Me respondieron que por lo menos una hora más ya que estaban con un corte
de luz. –“¿Sel muy celosa tu mujel?” pregunta Natsumi. “Creo que a veces”,
respondo.- “Pero hoy no, ya que ella piensa que eres una vieja japonesa de esas
de las películas de antes de la guerra.”
Nos reímos cuando al unísono nos preguntamos
cuando seria la próxima sesión de agujitas.
- ¿Te palece día pol medio durante dos semanas
en mi consulta?
- ¿Te parecen dos tratamientos a la semana,
uno en tu consulta y otro en mi departamento?- Cleo que lo tuyo va para clónico y necesitarás agujitas durante mucho tiempo.
- ¿Atiendes por Fonasa?
- Creo que tu sintomatología es para el Auge, quelido.
- ¿O sea?
- Si me convidas otro whisky, capaz de explicáltelo en vivo y en dilecto.
Sofía: Espero que disfrutes la película. Lo mío
va “pala lalgo”.
Exequiel
Quintanilla