martes, 31 de marzo de 2020

LOBBY MAG




Año XXXII, 2 al 8 de abril, 2020

LA NOTA DE LA SEMANA: Unos minutos de descanso
CONSULTORIO ETÍLICO: Los diez países donde más se bebe alcohol
LOS CONDUMIOS DE DON EXE: Benito y Rosita
MIS APUNTES: El coche comedor

LA NOTA DE LA SEMANA



UNOS MINUTOS DE DESCANSO

Los expertos ya pronosticaron la situación de la industria del turismo y de la entretención una vez que finalice esta pandemia que no estaba en la mente de nadie. Sabemos lo difíciles que son estos tiempos y –peor aún- los que vendrán. En Lobby no queremos agobiarlos y por ello nuestro contenido editorial será más magazinesco, más entretenido y menos confrontacional. Si nos brinda una sonrisa, estaremos cumpliendo con nuestro compromiso que asumimos hace más de treinta años.

CONSULTORIO ETÍLICO





LOS DIEZ PAÍSES DONDE MÁS SE BEBE ALCOHOL

En algunos países se bebe por una cuestión de sociabilización, en otros más que nada por tradición. Un estudio llevado a cabo por la Organización Mundial de la Salud (OMS) muestra los diez países donde más se bebe alcohol. En algunos casos el significado de la bebida y la ocasión de beber nada tiene que ver con la socialización o el hecho de tomar por diversión. De este modo, por ejemplo, el vino francés queda muy atrás comparándolo con la popular tradición irlandesa de salir por unas Guinness. (En Chile, la cifra alcanza a los 9,3 litros por año)


1. Bielorrusia:
Alcohol puro: 17.5 litros de alcohol puro por persona al año.
Desde hace años en este país reconocen que existe un problema con el excesivo consumo de alcohol y han puesto en marcha numerosos programas para prevenir y tratar la adicción.

2. República de Moldavia:
Alcohol puro: 16.8 litros por cápita por año.
Como en Rusia se bebe por tradición desde siempre. El consumo de alcohol está tan introducido en este país que según indica la OMS, el presupuesto de Moldavia incluye una partida específica para tratamientos contra el alcoholismo.

3. Inglaterra:
Alcohol puro: 15,4 litros por cápita por año.
Cuando los ingleses comienzan a beber generalmente pasan sus límites. Como si fuera poco, Inglaterra ahora incluyó la nueva ley europea de consumo las 24 horas, lo que da más trabajo a los pubs durante el día (¡antes los bares cerraban a las 11 pm!).

4. Rusia:
Alcohol puro: 15,29 litros por cápita por año
Rusia es famosa por el vodka. De excelente calidad y distribución mundial esta bebida es parte de muchos dichos y bromas ¡bebe como un ruso! La forma de beber de los rusos es llamativa y diríamos valiente. Según ellos dicen, beber vodka sin cerveza es desperdiciar tu dinero.

5. Australia:
Alcohol puro: 14,8 litros por cápita por año.
Australia del oeste solía ver el ron como moneda de cambio cuando era una colonia penal británica, por lo que beber era una actividad cotidiana y social. Hasta las ‘70 el consumo de alcohol australiano rivalizaba con el de Irlanda y Alemania, pero ha ido cayendo desde entonces. Sin embargo, la actividad de los pubs sigue notoriamente vital en Australia.

6. Dinamarca:
El consumo de alcohol puro por año por cápita es de 13,5 litros.
Si bien los números parecen mostrar que Dinamarca no debería ocupar este puesto en el top 10 de países de más consumo alcohólico, el hecho de que un 96% de los jóvenes de 15 años se considera bebedor, no puede ignorarse.

7. Alemania:
El consumo de alcohol puro por año por cápita es de 12,5 litros
Alemania vende tanta cerveza como agua. En un país libre como este, beber en lugares públicos es legal y los bares son un centro de sociabilización. La bebida acompaña picnics y barbacoas. Como sea, el alcohol está presente en la vida cotidiana.

8. República Checa:
El consumo de alcohol puro por año por cápita es de 11,5 litros.
Desde comienzos del siglo XX los checos son famosos por la calidad de la producción de cerveza. Los bares en República Checa sirven algunas de las cervezas más finas que se pueden conseguir en el mundo, así que una visita a este país no puede acabarse sin una visita a un bar.

9. Italia:
Consumo de alcohol puro por año por cápita: 11 litros.
Como Francia, Italia es un país productor y bebedor de vino. ¡Y si será bueno! El vino italiano ha mejorado notoriamente en los últimos 100 años y hoy en día se exporta masivamente a países como los Estados Unidos o Canadá.

10. Francia:
El consumo de alcohol puro por año por cápita es de 10,2 litros
Los franceses son famosos por acompañar todas sus comidas con una (o varias) copas de vino. Y dado que el vino es una forma de sociabilización por excelencia en Francia, las comidas son relajadas.


LOS CONDUMIOS DE DON EXE



BENITO Y ROSITA

Luego de mi aventura con la supuesta holandesa, decidí acuartelarme y no abandonar las cuatro paredes de mi departamento. Sólo la idea de darles explicaciones a mis hijos y nueras me provocaba escozor.

El sábado desperté tarde. No quería dejar de soñar con Agustina, la chica que me sacó el tarot hace un par de semanas en la salida de la iglesia. Pero el llamado de la selva me hizo ir al baño. Miré hacia la terraza para ver donde estaba el sol y me encuentro con un tremendo gato negro echado en la cerámica de la terraza. ¿Cómo habrá llegado?, me pregunté. Realmente no le di pelota y partí por mis abluciones matinales. Ya vestido, miré nuevamente hacia la terraza y ahí estaba, en la misma posición de siempre. ¿Será de yeso? Me acerqué y me miró con sus ojos de lince. Más que gato y por el porte parecía pantera. Era negro como la noche más oscura de invierno y cuando abrí la puerta del balcón, se erizó completo. Cerré más que rápido la corredera y llamé al conserje.

- Don Efluvio (así le digo ya que siempre anda pasado a tinto). Tengo un gato.
- ¡Me alegro don Exe!, por fin alguien que le acompañe.
- ¡No weón! Tengo un gato extraño metido en mi terraza.
- ¿Y qué quiere que haga yo?
- ¡Ven a buscarlo!
- ¡Yo no quiero gatos!
- Debe ser de alguien del edificio.
- Nadie me ha reportado un gato perdido, pero ya que usted llama, cuénteme sus características para buscar a su dueño.
- Grande y negro
- ¿Por qué no le da algo de comida mientras encuentro a su propietario, si es que tiene?
- Debería tenerlo, se ve saludable y muy bien cuidado.
- ¡Cuídelo, don Exe! Pero tenga presente que no a todos los gatos les gusta el vodka tónica.

El gato de mierda seguía allí. Me dio ese síndrome de franciscano que tengo y abrí un tarro de atún en conserva que tenía para emergencias, y a falta de leche, yogurt. Tímidamente salgo a la terraza y le presento mi menú. No se movió.

Cerré las cortinas del ventanal para que el gato no me mirara más. Me daba desconfianza. Para más encima negro. ¿Sería un indicio de mala suerte? Tarde ya me fui a Las Lanzas a cenar y encontrar amigos. Estaban todos resfriados, así que cené en solitario unos riñones al Jerez que cocina de rechupete la cocinera de este ambigú. Lo acompañé con una jarrita de tinto de origen desconocido, que me ayudó a empujar ese divino guiso. A falta de amigos, traté de conquistarme a la camarera del lugar (que estaba para comérsela), pero no me dio esférica. Definitivamente estoy comenzando a extrañar a mi paquita.

Ni contarles que cuando regresé a casa el gato era una historia para mí. Me entretuve un rato viendo la amabilidad del Dr. House con sus pacientes y luego dormí como un bebé. ¡Qué bien hace alejarse unos días de mi propia farándula!

Desperté temprano el domingo. Abrí las cortinas de la terraza y casi me fui de culo. Ya no era un gato. Eran dos. Y ahí estaban, echados en las cerámicas y mirándome. Ahí me asusté y pensé que la tragedia sería grande. Los dos negros. Para mí, que no conozco de felinos, son una pareja, pero ¿quién tiene una pareja de gatos negros en su casa? Bueno, yo la tenía.

No había rastro de atún ni de yogurt. Me preparé un café y pensé darles lo mismo de desayuno, pero me contuve. Llamé nuevamente a Efluvio, el conserje, pero no estaba.

- Soy el conserje nuevo, me contesta con una voz de pito. ¿Desea alguna cosita el caballero?
- Necesito que encuentre al dueño de un par de gatos que llegaron ayer a mi departamento. Debe ser alguien de este edificio.
- ¡Huy… una tarea de investigación! Déjelo en mis manos don… don…
- Exe me llamo
- Don Exe. Me preocuparé personalmente de su caso.

Los gatos no se movían, pero me miraban. Busqué en el refrigerador algo para darles y sólo tenía yogurt y pan de molde, (aparte del vodka en el freezer, pisco y unos ejemplares de sauvignon blanc). Pero eso no era de gatos. Pensé que podían tener hambre y partí al almacén de la esquina a comprarles algo.

- No tenemos comida para gatos, me dice la dueña del boliche
- ¿No sirve la de perros?
- “Ta weon iñor”, contesta. ¿Quiere que sus gatos ladren?
- ¿Y que comen los gatos?, le pregunté humildemente.
- Ratones, me contestó con una amarga sonrisa.

Compré un litro de leche en caja y cuatro hamburguesas congeladas. Hoy les cocinaría yo.

Prepare dos platos, uno para cada gato y dos platillos con leche. Los puse en la terraza, cerré las cortinas y me preparé mi Bloody Mary dominical. Estaba bebiéndolo cuando suena el citófono.

- ¿Perdón, hablo con el 606?
- El 606 es el departamento y que yo sepa, no habla. Yo soy Exe.
- Exe, ¿tú tienes mis gatos?
- ¿Quién eres?
- Soy Amanda, pero me dicen Pelu. Salí de urgencia un par de días fuera de Santiago y me cuentan que mis gatos están en tu departamento.
- Es cierto Pelu. Los puedes venir a buscar. A propósito, ¿cómo se llaman?
- Benito y Rosita. Son lindos, ¿no?

A los cinco minutos tenía a la Pelu metida en mi departamento (y los gatos también). Amanda era una vecina nueva del décimo piso y metió los gatos de contrabando al edificio. Ella era una cascada de lujuria sin ser hermosa, pero aprovechaba cada milímetro de su cuerpo.

- Acabo de pasarle veinte lucas al conserje para que se quede callado y no denuncie a Benito y Rosita. ¿Cuánto tendré que pagar por tu silencio?
- Aún es temprano, respondí. – Vamos a almorzar algo por ahí y me consideraré un defensor de tus mascotas.
- ¿Te das cuenta que mis gatos traen suerte, Exe?, dice mientras me manda un beso cuneteado.
- Eso espero, respondí. ¿Nos juntamos en diez minutos abajo?
- ¿Y por qué no me vas a buscar al departamento? ¡Un ciento de ostras de Calbuco te esperan!
- ¿Te parecen bien con unos sauvignon blanc que están en mi refrigerador?
- Ideales, Exe.

Metió los gatos en un bolso de yute y partió al 1003. Yo, en otro bolso, metí dos botellas de Casas del Bosque sauvignon blanc, el pan plástico (que tostado y con mantequilla queda bastante aceptable) y una botella muy fría de un Estelado de Miguel Torres.

Parece que los gatos negros no son signos de mala suerte, por lo menos con Benito y Rosita todo anda sobre nubes. Poco duró mi aislamiento. Bueno, así es la vida… por lo menos la mía.

Exequiel Quintanilla

MIS APUNTES


MIS APUNTES

EL COCHE COMEDOR

¡Malta, bilz y pilsen!, gritaba el viejo vendedor que tras una cotona beige apaciguaba la sed de los pasajeros en los ferrocarriles de antaño. Al centro de los coches, entre los pasajeros de primera clase y los de segunda, omnipresente, el coche comedor. Y sólo para algunos, ya que aventurarse en esas mesas y sillas nunca fue económico.

Los trenes salían de Santiago rumbo a Puerto Montt; y a Valparaíso (vía La Calera) en los años 70. Ya no existía la ruta del norte, pero aún quedaban vestigios del boato en algunos trenes y la singular posibilidad de dormir en sus coches – dormitorio.

Años tranquilos donde las dueñas de casa en perspectiva de un viaje de más de tres horas, llevaban su propio picnic para amortiguar el hambre de sus retoños: huevos duros, pan con pollo (o derechamente un pollo a la cacerola), escabeches surtidos, galletas y un cuantuay.

Los adinerados de la época no llevaban picnic. Esperaban que el conductor les avisara que el coche comedor estaba abierto para raudos partir por el servicio de comidas del tren. Allí, otros viejos enfundados en chaquetas blancas y humitas negras, ofrecían una carta que nunca variaba: bistec con arroz, huevos fritos, pollo escabechado y sopa. Para beber, blanco y del otro. De postre, duraznos en conserva con crema. Como “extras”, churrascos y sanguches de queso. Y eso sería todo.

Y todos eran felices mientras saboreaban los platos. Nadie, que yo sepa, se ha olvidado de los huevos fritos que se preparaban en la misma sartén que a la hora de almuerzo servía para hacer los bisteques. Una delicia comparada hoy sólo a los huevos trufados.

Tiempos que no volverán.

Por eso es que en Lobby quisimos hacer una pequeña regresión y preguntarse ¿Qué cocinaría el lector en un carro de tren sin ningún artilugio moderno de conservación de alimentos? ¿Cómo se las arreglarían?

¿Vendería los sanguches de potito de Rancagua, las tortas de manjar de Curicó, los helados tricolores de Talca, las sustancias de Chillán?

¿Cómo se adaptaría a estas complejidades? ¿Sabrá que las bebidas se enfriaban con hielo en barras que llevaban los trenes? ¿Fue testigo de las “comodidades” de sus padres y abuelos?

¿Por qué perdimos estos grandes rituales?

Pura nostalgia…