martes, 28 de octubre de 2014

REVISTA LOBBY


REVISTA LOBBY
Año XXVI, 30 de octubre al 5 noviembre, 2014

 LA FRASE DE LA SEMANA:
“Entiendo perfectamente por qué los cocineros quieren arrancar de las cocinas. Es un trabajo demoledor, claustrofóbico y mal pagado. Y tiende a ser muy atractiva la idea de servir rica comida a gente rica. El problema no es ese, sino quienes lo intentan. Suelen ser cocineros narcisistas, obsesionados con el estatus, que cargan tarjetas doradas y que tienen más interés en sí mismos que en la comida que ponen sobre la mesa. A algunos los venden como superhéroes. Y no lo son”. (Jay Rayner, periodista y crítico gastronómico de The Observer. Revista Qué Pasa, 24-10-14)

LA NOTA DE LA SEMANA: Personalidad
LA COLUMNA DEL ESCRIBIDOR: Piú.
APUNTES: Estró, el nuevo esplendor del Ritz Carlton
BUENOS PALADARES: Crónicas y críticas de la prensa gastronómica

 

LA NOTA DE LA SEMANA


PERSONALIDAD

Estamos acostumbrados a medir los restaurantes en base a su calidad y servicio. Influye también la ubicación y el tipo de comida que ofrece. Sin embargo existe un indicador que poco utilizamos y que pareciera que es el fundamental. PERSONALIDAD. Una larga palabra que incide directamente en el éxito o en el fracaso de un establecimiento.

Al año recorrimos muchos lugares en Santiago y regiones. Y definitivamente los locales (por muy bien instalados que estén o muy buena comida que ofrezcan) que no tienen personalidad propia, pasan al olvido rápidamente. Y este es un concepto global que va bastante más allá que un buen chef o un servicio de calidad. Hay detalles que hacen diferente a un lugar y por ello sus mesas están repletas de comensales. No hay que confundir moda con personalidad. Son cosas distintas.

Haga un ejercicio: revise mentalmente los restaurantes que ha visitado últimamente y catalóguelos según su identidad. Vea si la tiene o no. Y se dará cuenta de lo que escribimos en esta nota. La gente busca experiencias y no copias; comida atractiva, sabrosa y sensaciones. El éxito va más allá de una buena ubicación. Piense un poco en los locales  que han cerrado sus puertas este último tiempo y nos encontrará la razón.  Vamos pues, antes de pensar en un famoso chef o en elaborar un foie gras de alta calidad, a buscarle identidad al negocio. Eso es de genios.

 

 

 

LA COLUMNA DEL ESCRIBIDOR


PIÚ
Falta emoción

Por alguna razón que aún no logro descubrir, mi afición por las pastas es casi un vicio. Si bien es cierto que evito comerlas diariamente por eso de las calorías y el peso, todas las semanas caigo en la tentación de probar un buen plato de pastas y de todo lo que provenga de la Península, a pesar que de italiano no tengo absolutamente nada.

Amo la pasta y punto. A veces preparada con berenjenas, esos oscuros frutos que casi nadie le pone atención y que es el caviar de las verduras. Otras, simplemente con una buena salsa de tomates y cuando se da el caso, rellenas con un sinfín de mariscos o carnes, lo que me traslada a otra dimensión. En tiempos pasados las pastas y todo lo que le rodeaba eran elaboradas en nuestro país, pero con esto de la globalización y los mercados abiertos, sin duda la calidad de los productos (desde una simple pizza a la mejor pasta) son traídos directamente de Italia, convirtiendo al menos esta capital en un buen sitio donde se puede dar rienda suelta a esta gran cocina.

Como el reciente caso del Piú. Ubicado frente a la intersección de Vitacura con Nueva Costanera y con una larga lista de restaurantes que alguna vez estuvieron en ese lugar, una casona de dos pisos, luminosa y agradable, me da la bienvenida a otra de las apuestas italianas en Santiago. La idea del chef, Gianluca D'Alessandri, descendiente de italianos, es entregar una cocina que mezcle sabores italianos con raíces vascas, ya que gran parte de sus estudios los realizó en el país vasco. Como muchos, define su cocina como de “autor”, esperando (como todos) hacerse un nombre dentro del circuito gastronómico de nuestra ciudad. Para ello los propietarios se han esmerado en ambientar el lugar y darle un aire sofisticado, con maître con humita y un equipo aun novato (pero preocupado) en esto del servicio a las mesas. Estas últimas, sin mantel y con sillas plásticas (de diseño, me contaron), que por muy cómodas o de diseño que sean, siguen siendo de material plástico, algo que el estudio de arquitectos que contrataron para rehacer el lugar, no tomaron en consideración a la hora de hacer un restaurante en esa zona de Vitacura.

Lo que viene de la cocina está bien preparado. Degusté una porción de camarones al ajillo, buen calibre y sabor (7.500), luego unas Mezze lune (9.200) rellenas con calabaza y terminadas con mantequilla, salvia y parmigiano, de masa perfecta y sabrosas. Para terminar, unas Carrilleras al vino tinto acompañadas de puré y champiñones ostra (9.500). Un plato que bien debiera mejorar en pos del buen trato a la cocina mediterránea.

¿Qué hace un sashimi de atún y corvina metido en esta carta?

Moya. Pero ahí está, esperando quizá a los amantes de la cocina global. Personalmente pienso que es necesario revisar la carta y hacer los ajustes necesarios con el fin de que este lugar siga vivo y no sea otra ave de paso o una nueva aventura gastronómica que teniendo un gran potencial carezca de una identidad necesaria para convertirse en un referente gastronómico en el sector. A este paso, poco sorprende. (Juantonio Eymin)

Piú: Vitacura 3269, fono 22207 3192

MIS APUNTES


ESTRÓ
El nuevo esplendor del Ritz Carlton

Generalmente los grandes hoteles tienen al menos dos restaurantes diferentes. Hay casos que más, pero en nuestro país se cumple con una norma –no establecida- que estos establecimientos de 5 estrellas tengan un par de propuestas ya sea para sus clientes o para el habitante de la ciudad.

Cuando hace algunos años construyeron el Ritz Carlton, en uno de los terrenos más caros de la capital en aquellos entonces, Tomás Olivera se hizo famoso por llevar a uno de los comedores más exclusivos de hotel –el Adra- una comida chilena renovada y simple. Pero una transformación que provino de las altas autoridades de la cadena lo dejaron fuera de esta cocina ya que tras una importante remodelación el sector dedicado a los comedores del Ritz, fue destinado al chef español Sergí Arola (con su nombre) y el otro –Estró- estaría en manos de mexicanos con una propuesta basada en el producto nacional. Como nada es fácil en la vida, sacar adelante estas dos propuestas fue bastante difícil. El chileno, poco acostumbrado a las tapas ni a las porciones pequeñas, le sacó canas verdes a Juan Morales, el chef que Arola puso en su sucursal santiaguina.

Mientras todos debatían los pro y los contras del Arola, los mexicanos del Estró comenzaron lentamente a posicionar su comedor y con una propuesta sólida –que se escapa del raciocinio gastronómico natural de los amantes de la cocina, han reemplazado al Arola y lo han convertido en el comedor icono del hotel, en base a una propuesta sabrosa y latina, considerando más allá de sabores mexicanos, una colorida variedad de productos y especias provenientes de toda américa.

Lo interesante de esta propuesta va mucho más allá de lo que acostumbramos ver ya que la línea de productos y espacias es diferente. Como ejemplo vaya un tiradito de atún con vinagreta de achiote y plátano (8.000) de tremendo sabor. O unos ravioles de langosta con salsa de zanahoria-naranja-rocoto y con jengibre/ajo/chalotas y cilantro (13.000), que raya en lo sublime. 

En la cocina está Marco Rivas. Hay un antes y un después en la vida de este mexicano y es cuando postula para trabajar como steward de un hotel en Cancún. Rivas no sabía en qué consistía este oficio, pero eso permitió que entrara en el mundo de las cocinas. De ahí a ser cocinero jefe, pasaron sólo dos años. Y es que este hombre parece que hubiese nacido para esto, porque si hay algo que lo ha caracterizado en estos años, es su capacidad de transformar los productos en preparaciones frescas, notables, esas donde el sabor atrapa y se clava entre los mejores recuerdos.

Hoy el Estró luce sus mejores galas. Conocer la gastronomía que nace de las manos de Marco Rivas es un deber de todos los que gustan de la buena cocina. Esa que llaga al alma. (Juantonio Eymin)

Estró: Hotel Ritz Carlton. El Alcalde 15, Las Condes, fono  22470 8500

BUENOS PALADARES

CRÓNICAS Y CRÍTICAS
DE LA PRENSA GASTRONÓMICA

MUJER
PILAR HURTADO
(OCTUBRE) SAKURA EXPRESS (Av. Luis Pasteur 5515, Vitacura. Teléfono delivery 22953 6262): “La carta está nueva, vistosa y con fotos de los platos, lo que hace más tentador elegir. Pedimos una rica sopa miso con sus cuadritos de tofu, y un arma tu sashimi, en el que elegimos salmón, pulpo y atún, este último en trozos demasiado grandes que no cabían en un bocado, cortado con poco cariño o poca técnica, sin duda, pero todo muy fresco. Luego probamos varios rolls, en un desafío por pedir aquellos de la carta que no tuvieran queso crema. ¡Sí, había unos cuantos! Caterpillar roll es de anguila, palta, pepino -que me encanta porque les da gran frescor a los rolls- envuelto en palta y masago. Rico, y nos pareció que el arroz estaba bien preparado. El Cata roll es totalmente nikkei, con camote glaseado y lechuga cubierto en carne de res muy delgadita y con salsa panca (sabor de los anticuchos de corazón peruanos) sobre mayonesa de huacatay; a mi hermana le encantó, a mí me hubiera gustado un poco más de dulzor en el camote y sabor en general”

WIKÉN
ESTEBAN CABEZAS
(OCTUBRE) EL GRAN HUASCARÁN (Manuel Montt 2197, 22204 3848): “Con algunos bemoles del rodaje (un poco desacompasados, con problemas de cubeta para enfriar el vino), la cocina no está mal, pero tiene algunos problemas (aparte de no ser muy rápida que digamos).” “Primero, una leche de tigre ($3.900), sabrosa y bien aliñada -aunque un poco cargada a la sal-, con trocitos de pescado molidos en su fondo (trozados habría sido mejor). Y un abundante piqueo mixto ($12.700) con tiradito de corvina, ensalada de mariscos, festival de mariscos (la diferencia la ponía un poco de aceite), pulpo al olivo y choritos a la chalaca, esos con cebollita y arvejas. Bien.” “Luego, de fondos, un lomo saltado ($6.300) en regla y un chupe de camarones deficiente ($6.500). ¿Por qué? Primero que nada, el huevo venía frito y no escalfado. Y luego, su proteína protagónica era la encarnación de lo desabrido: camarones ecuatorianos. No pues.”

LAS ÚLTIMAS NOTICIAS
RODOLFO GAMBETTI
(OCTUBRE) JUAN YMEDIO (J. M. Infante 51, Providencia, fono 2 2378 9277): “…a la altura del puente del Arzobispo, en Providencia, es indudable tentación para quien quiera recordar el auténtico sabor de una buena cazuela de vacuno, la sabrosa textura de las guatitas a la jardinera -que no se consiguen en todas partes-, o un hirviente lebrillo de camarones al ajillo, que exigen untar el pan en su tentador aceite. Y por cierto encontrará desde una paila clásica hasta toda la gama de samdwichs.” “La carta tiene un picadillo con jamón, lengua arrollado aceitunas, queso ($8.500) para dejar contentos a todos, de entrada. Y vengan las patas de vacuno, salga el arrollado picante con tomate o asome la lengua mayo. Pero los platos regalones tienen sus días. Salvo la merluza frita, disponible toda la semana, lunes son días de lentejas con longaniza, los martes de los riñones al jerez, los miércoles de ajiaco y albóndigas al jugo, los jueves de guatitas a la jardinera y pollo arvejado; los viernes cazuela de pava. En sábados repiten las guatitas y la cazuela. Domingo festival de empanadas de horno, arvejado de vacuno y cazuela de pava. Final de siempre: milhojas casero, leche asada, castañas al jugo, higos con nueces, celestinos. El pasado no se ha ido.”

 

 

martes, 21 de octubre de 2014

REVISTA LOBBY


REVISTA LOBBY
Año XXVI, 23 al 29 de octubre, 2014

"Que, aparte de buenos platos, un restorán proporcione también emociones, viajes espirituales y otras sutilezas, no debe pedírsele a la vida con frecuencia. Cuando uno encuentra algo así, la comida se eleva alto, y muy alto, sobre el horizonte.” (Ruperto de Nola, Wikén, El Mercurio,17-10-14) 

LA NOTA DE LA SEMANA: El mejor restaurante es…
LA COLUMNA DEL ESCRIBIDOR: Ré. Un comedor que merece visita
TURISMO GASTRONÓMICO: Cachencho, el otro Santiago
APUNTES: Vino chileno, los clásicos de siempre
BUENOS PALADARES: Crónicas y críticas de la prensa gastronómica

LA NOTA DE LA SEMANA


¡Y EL MEJOR RESTAURANTE ES…!

La pregunta del año. Casi toda la gente que conozco, al saber mi actividad no duda en hacer la misma pregunta: ¿cuál es el mejor? Diez, quince o veinte veces tengo que responder lo mismo: “todo depende de lo que quieras comer”. Y es cierto. Comer en un restaurante no es fácil ya que la elección depende de muchos factores. Incluso del ánimo del comensal.

¿Cuántos restaurantes están en nuestra memoria?, ¿diez?, ¿veinte? Es posible que algunos archiven algunos más pero todos repiten una lista hasta el cansancio. Pero cuando les explicamos que en la capital existen un millar de establecimientos, decenas de especialidades y precios, es posible que ahí comprendan que no es nada de fácil escoger lo mejor. Muchas veces los comensales se dejan llevar por el ideario colectivo y la elección no es la más correcta.

¿Español, peruano, chino, francés, italiano, indio, criollo? ¿Mantel largo o precio / calidad? ¿Estacionamiento para que no le desvalijen el auto mientras come? ¿Buen servicio? ¿Buena comida? Estas son parte de las variables que hay que tener en cuenta a la hora de visitar un restaurante. Se puede tener la mejor experiencia gastronómica de la vida, pero si al salir se encuentra con un parte empadronado pegado en el vidrio del auto, de seguro no volverá nunca más a ese lugar.

Pero insisten en conocer la madre del cordero. Es posible que quieran sentirse participes de un buen comentario: el mejor es “Fulanito”. Y si nuestro interrogador lo conoce, se sentirá feliz de haber estado en ese lugar. Si no es así, lo archiva para más adelante, para conocer lo que los expertos dicen.

A veces dan miedo mis propias respuestas ya que por omisión se pueden dejar de lado buenos lugares para una comida de calidad. Ir a comer ostras con champagne es un must, tanto como unos callitos a la madrileña. Pero muchas veces lo que a uno le agrada no le gusta al resto. Nuestro ejercicio es entregar sensaciones a nuestros lectores y guiarlos en esta maraña de locales que invaden la capital. En regiones es más sencillo y menos selectivo. Pero tampoco deja de ser importante el desarrollo que se ha visto fuera de la capital para ofrecer una digna gastronomía.

Más que optar por el mejor restaurante, la idea es dejarse llevar por la oferta que tienen los locales. Nada se saca con pedir un salmón grillado o una ensalada César cuando se pueden descubrir miles de sabores que incrementan el conocimiento. Hay que atreverse a degustar platos novedosos, aprender a diferenciar un lenguado de una corvina. A conocer el sabor de las mil y una especias que nos brindan los restaurantes. Eso es lo importante. El resto, la gran lista de los mejores de la ciudad, es sólo para las medallas respectivas que benefician el ego del chef. El paladar se cultiva comiendo de todo (o probando de todo). Y como bien dice un gran amigo cocinero, “una buena sardina es mejor que una mala langosta”.

Tenemos restaurantes para regodearnos y de ellos más de un centenar de buenos ejemplos. Hay de todo y para todos. Pero acá lo importante es innovar con las nuevas propuestas. Vamos entonces a deleitarnos con la buena mesa y no preguntar por los mejores… ya que hay muchos y para todos los paladares (Juantonio Eymin)

LA COLUMNA DEL ESCRIBIDOR


Un comedor que merece visita

Ante el auge del boom hotelero en Santiago y Regiones, cuesta advertir la cantidad de establecimientos que han dado a luz este último tiempo. A decir verdad, hace tiempo que dejamos de preocuparnos del tema, sin embargo, dentro de esta oferta de nuevas habitaciones, algunos hoteles le han dado importancia a la gastronomía, abriendo espacios para que el circuito gastronómico se vaya ampliando. No estoy escribiendo de los hoteles – casinos, ya que estos prefiero sustraerlos del tema gastronómico, ya que acá lo importante es el juego, y la comida es sólo un anexo pocas veces convincente.

Hace algunos meses y aun con olor a pintura, “apareció” en la Av. Manquehue, a pasos de Presidente Riesco, el hotel Plaza el Bosque. Junto a él, y en el primer piso se encuentra el bar y restaurante Ré, cuyo gerente de alimentos y bebidas, Marcelo Romero - con vasta experiencia en el sector de A&B- instaló a Esteban Donoso como chef del lugar, quien desde el 2000 está metido en esto de las ollas y cacerolas, llegando -en su momento- a  ocupar el puesto de sous chef en los restaurantes del hotel Ritz Carlton. De ahí viene la sazón y mucho de la arquitectura de los platos, ya que trabajó con buenos chefs que no solo le enseñaron de cocina, sino mucho de arte y decoración.

No tiene una cocina rebuscada ni llena de artilugios artificiales. Con una buena carta de vinos (por copas y botellas) y espumosos de buena cepa, disfruté una nueva versión de Cebiche, esta vez marinado con cítrico de soya y ají amarillo, perfumado a la naranja (6.900), una variedad de ostiones, pulpo y camarones ecuatorianos que logra ¡por fin! modificar la clásica versión cevichera peruana, la cual ya no es novedad en nuestro país. Buena también –para los que comienzan a cuidase el cuerpo- la Ensalada Griega (5.900), con crocantes berenjenas y una alegra variedad de verdes y queso de cabra.

Los fondos, de una variedad de carnes, pescados y pastas (entre otros) opté –más que nada por el nombre, por unos Ravioles en blanco y negro (8.900), que consisten en ravioles en dos colores, tinta de calamar rellenos con locos a la parmesana  y blanco relleno con chupe de centolla. Un plato como para regresar y saborearlo una y otra vez.

Una trilogía de crème brûlée (cedrón, maracuyá y clásico, $3.600), de buen formato y mejor sabor a pesar de que llegó demasiado fría, fue el final de un almuerzo que superó ampliamente la percepción que tenía de este hotel, a pesar de que el restaurante en si tiene un “aire” a oficinas comerciales, donde nada falta pero sin la calidez necesaria para que a la vez sea un lugar que distraiga a los comensales.

Mención aparte para su menú ejecutivo, disponible los días de semana, donde cada cliente puede pedir la combinación que prefiera, a valores que van desde los $6.900 (fondo, postre, café) y los $12.700 (entrada, fondo, postre, café y una copa de vino). Si a todo eso le agregamos una terraza que debería estar lista este mes, se puede pensar seriamente que este restaurante tiene todo el derecho a formar parte del circuito gastronómico de la capital. (Juantonio Eymin)

Restaurante Ré, Hotel Plaza el Bosque Nueva Las Condes, Av.  Manquehue 656, fono 22498 1800

LUGARES


CACHENCHO
EL OTRO SANTIAGO

Existen varios Santiago en esto de la gastronomía. La mayoría de los restaurantes que la crítica gastronómica frecuenta están ubicados más arriba de la plaza Italia, ignorando (salvo contadas excepciones) una gran cantidad de locales que existen en la gran ciudad. Uno de los sectores más olvidados es el centro de la capital y específicamente el barrio aledaño a la Plaza de Armas, hoy un territorio que no pareciera ser chileno por la gran variedad de oferta extranjera, peruana y colombiana en la mayoría de los casos.

Es parte de un Santiago a “pie”, pintoresco para algunos y peligroso para otros. Durante los últimos años la fisonomía de las calles aledañas al ex Congreso y a las instalaciones del Poder Judicial se ha ido poblando de pequeños y grandes negocios donde la comida típica peruana ha sentado bases sólidas y potentes. Aun así es posible encontrar sitios diferentes y el ultimo que encontré (mientras caminaba por el sector en búsqueda de un zapatero -otro imposible-) fue el CACHENCHO, un restaurante de comida criolla tradicional, que después supe que estaba recién iniciando sus actividades. Como era la hora de almuerzo y había gente en su interior, me atreví a entrar y ¿por qué no?, probar alguna de sus novedades, tal como decía la pizarra instalada en las afueras del local.

Por la cercanía donde aún tienen oficinas los abogados, un público transversal casi llenaba las mesas del lugar. A mi cara de pregunta, uno de los socios, el arquitecto Samuel Pereira, me cuenta que se juntó con el chef Sergio Rocha para este emprendimiento que están iniciando. Y como todo buen comienzo, hay aciertos y errores que son fácilmente corregidos, ya que la cocina y el lugar merecen algo de respeto.

Para pensar y darle una segunda oportunidad al que inventó los nombres de los platos ya tienen errores garrafales como llamarle “causeo” a un tártaro y nombres poco simpáticos a una cocina que es seria Me gustó que un simple tártaro de salmón lo presenten en una paila de aluminio. Me gustó el trabajo que hacen con una palta reina (de ave) de buena factura tanto como el trabajo que hacen con las prietas, de saltearlas en cognac y agregarle castañas de Cajú… en fin, una serie de aciertos que se contradicen con los nombres de los platos (como Sobalaprieta para las prietas o Carlos Cazueli para una cazuela), y la idea de sus propietarios de ser un buen panorama a la hora de la cena para los turistas que visitan la capital y alojan en una serie de hoteles muy cercanos a este restaurante.

La materia prima está y los platos están bien elaborados. Al menos acá pensaron en la cocina antes que resolver otros detalles nimios. Los detalles tienen solución, cosa que no pasa cuando la cocina viene con problemas. Buenos precios y un poco pobre en la oferta de vinos es la realidad actual. Pero, ante tanta causa y lomo saltado que se ve alrededor, bueno es encontrarse con algo no típico de esta zona de la capital: nuestra propia gastronomía. (Juantonio Eymin)

Cachencho: Compañía 1385 esquina Amunategui,  Santiago Centro. Celular: 09 7495 2356

APUNTES


VINO CHILENO
Los clásicos de siempre

En pleno Siglo XXI es fácil ingresar a una tienda de vinos o un supermercado y no sorprenderse con la cantidad de la oferta. No sólo vino chileno, sino también ejemplares de todas las latitudes compitiendo codo a codo con nuestras marcas. Eso es parte del desarrollo de la nación y en particular de la industria del vino chileno, que poco a poco está conquistando paladares y es uno de nuestros mejores embajadores a nivel mundial.

Aun así, con miles de etiquetas distintas que recorren nuestro país, hay un puñado de ellas que se hicieron famosas en la segunda mitad del siglo pasado, etiquetas que quedaron para siempre en nuestro ideario y que forman parte de la historia del vino chileno.

De ellas sabremos algo más en este artículo. Posiblemente un tributo a algunas viñas que, con más fuerza que marketing, lograron atraer las miradas hacia sus botellas, no sólo en Chile, sino en cualquier lugar del mundo donde se lograba abrir uno de estos ejemplares.

En Chile no existe, al menos en términos masivos, la idea de conservar la tradición. Nuestra industria se ha más enfocado a conquistar (con bastante éxito hay que decirlo) el mercado externo, ofreciendo desde comienzos de los años 90, vinos modernos, afrutados; nada que oliera a viejas tinajas, ni a fudres de raulí.

Hoy esas técnicas se rescatan, pero los vinos que se hacían hace años de esa forma, antes de las computadoras y las sofisticadas barricas de roble francés, ya no existen, aunque sus nombres perduran. Veamos en qué están algunos de estos clásicos remasterizados. (JAE)

 
CASILLERO DEL DIABLO
Cuenta la leyenda que en 1883, don Melchor de Concha y Toro, fundador de la bodega, trajo a Chile las más exclusivas cepas de la región de Burdeos, Francia. Al cosechar sus vinos, don Melchor se reservaba una pequeña partida de los mejores vinos para sí mismo. Para preservarlos en las mejores condiciones de temperatura y humedad, estos vinos fueron guardados en el fondo de la cava de la bodega.

Al pasar el tiempo se percató de que sus vinos desaparecían misteriosamente, y pensó que estaban siendo robados por gente de los alrededores. Fue entonces que echó a rodar el rumor de que en esta bodega habitaba el diablo, para que los ladrones de amedrentaran y por miedo no entraran a la cava. Nunca más desaparecieron vinos de esta bodega, pero esta leyenda dio origen del nombre de uno de sus vinos más famosos cuya primera cosecha se realizó en1953: Casillero del Diablo.

La transformación de Casillero del Diablo ha sido la más radical en la escena de vinos local. De ser el vino icono de la viña (en 1972 fue reemplazado por Marqués de Casa Concha) pasó a ser una línea que abarca la mayor parte de las cepas blancas y tintas que se producen en Chile. Si en 1998, se hacían un millón doscientos mil litros de cabernet Casillero, hoy se hacen más de doce millones sólo de esa cepa y aproximadamente 23 millones de litros en todas las variedades de uvas, y es un vino más bien varietal, es decir, un cabernet para consumo rápido, con escasa guarda en madera. Pura fruta, que es lo que el consumidor masivo necesita. Y eso sin hablar de la marca mundial en la que se ha convertido, auspiciando al mismísimo Manchester United.

PINOT DE UNDURRAGA
La famosa botella “caramayola” o también conocida en su natal Franconia como “bocksbeutel”, fue la que hizo famoso al Pinot de Undurraga, un vino tatuado en el inconsciente colectivo de los consumidores chilenos. El primer pinot de Undurraga del que se tiene referencia data de 1891 y fue elaborado por el enólogo Monsieur Pacoteaux, parte de la inmigración de técnicos franceses que arribaron al país, luego de que la plaga de la filoxera azotara los viñedos galos. Se hacía cien por cien de pinot noir traído desde Francia y se criaba en fudres de diez mil litros.

Con el pasar de los años, e imagino que para adaptarlo al consumidor chileno que tradicionalmente ha relacionado buen cuerpo con calidad, se le agregó cabernet sauvignon a la mezcla. Hoy, tiene un 85% de cabernet sauvignon y un 15% de pinot noir. La botella caramayola sigue igual y se ha convertido en un vino que se bebe con nostalgia, ya que muchas viñas están elaborando un pinot de mejor calidad que el de la famosa caramayola.

 
RHIN, DE VIÑA CARMEN
La variedad riesling fue una de las primeras que se importaron a Chile hacia mediados del siglo XIX y el Carmen Rhin es uno de los emblemas en nuestro país. Este blanco data de comienzos de los años 40. En esos años, uva se cosechaba en canastos de mi mimbre, el vino se criaba en fudres y que se le dejaba algo dulce para que gustara más. Hoy el Rhin de Carmen conserva la botella aflautada tradicional, pero no tiene mucho que ver con lo que fue. Sigue teniendo riesling, pero además se le ha agregado sauvignon blanc para darle más acidez. “Hoy el vino es más seco, y se busca simplicidad y frescor. En la vinificación se usan gases inertes para evitar que se oxide y también se recurre a los controles de temperatura para retener aromas y compuestos aromáticos.

 

ANTIGUAS RESERVAS, DE COUSIÑO MACUL
Antiguas Reservas es uno de los vinos más tradicionales y reputados del vino chileno. Y eso desde 1927, cuando se cosecharon las primeras uvas desde el viñedo de la Quebrada de Macul, donde todavía permanece la viña Cousiño Macul. En términos de vinificación, la historia de Antiguas Reservas es la historia del vino chileno. Desde su fermentación y larga crianza en fudres hasta la llegada de las cubas de acero y el control automático de temperaturas que en Cousiño llegó en 1989 y la crianza en barricas pequeñas de roble nuevo.

Desde alcoholes de 12 grados hasta los 14 y más de hoy. Lo que vale, sin embargo, es la guarda. Y esos Antiguas Reservas elaborados con técnicas rudimentarias para cualquier enólogo moderno, hoy se muestran más vivos que nunca. Originario de los más viejos viñedos de cabernet sauvignon de Macul. En el 2000 se comienzan a integrar las nuevas parras que Cousiño plantó en Buin, las que hoy son su base. Aun así, con cambio de terroir y el paso de los años, el Cousiño Macul Antiguas Reservas, fue y será un clásico entre los vinos chilenos.

GATO
Posiblemente sin quererlo, la viña San Pedro creo un vino de culto. El Gato Negro (y posteriormente el Blanco), se convirtió por su relación precio-calidad en uno de los vinos más vendidos en Chile en la década de los ochenta. Vino de ceremonias y de estudiantes, del pueblo y de la buena mesa. Luego, y para masificarlo, se comenzó a vender en botella y en caja. El fenómeno Gato traspasó fronteras y edades. No pocos coleccionaban el gato de plástico que venía en el gollete de la botella. En la actualidad es un vino popular, pero además es uno de los vinos chilenos más vendidos en todo el mundo, siendo líder en más de quince mercados en los cuales está presente. Con una excelente relación precio-calidad y apuntando a hacer del vino algo más cercano y cotidiano, esta marca vende anualmente casi 40 millones de litros en más de 70 países de los cinco continentes, incluido Chile. Gato Negro fue la primera marca creada por Viña San Pedro, alrededor de la década del ’60, en tiempos en que el vino embotellado era una gran novedad en Chile y las viñas apenas comenzaban a inventar nombres para sus productos. Y de hecho, nació “negro”, sólo como vino tinto. Los blancos surgieron recién por 1970-75. Con el tiempo, tanto el vino como su packaging se fueron sofisticando. Está presente en un amplio rango de formatos y variedades, desde el clásico Cabernet Sauvignon, hasta el Rosé.

TARAPACA EX ZABALA
Cuentan en la industria que esta empresa ha sido una de las que más dueños han tenido. El primero y fundador fue don Francisco de Rojas y Salamanca, quien la bautizó como Viña Rojas en 1874. Años más tarde pasó a ser propiedad de Antonio Zavala, quien puso su apellido en las etiquetas. Pero tras pasar a manos de su esposa como compensación por la separación de ambos, fue rebautizada como Viña Tarapacá ex Zavala en honor al abogado que la asesoró en el proceso, el ex Presidente Arturo Alessandri Palma, más conocido como el "León de Tarapacá".

Si el “Gato” fue concebido como un producto popular, los vinos de Tarapacá fueron concebidos para la élite de esos tiempos, siendo los vinos oficiales de todas las grandes reuniones de la época. Hoy en manos del grupo Luksic, forma parte del portafolio de la CCU, una de las mayores empresas nacionales. Actualmente, Viña Tarapacá Ex Zavala se ha consolidado como uno de los mayores exportadores del país y llegando a más de 60 países

120
Uno de los vinos más populares de Santa Rita es el 120.  A sabiendas que las historias crean cercanía, credibilidad y preferencia por todos aquellos que quieren hacerse parte de ella, los directivos de la viña, al ver un gran potencial en la propiedad donde elaboraban su vino, decidieron crear uno bajo el nombre de 120.

En los tiempos de doña Paula Jaraquemada, la propiedad se llamaba Hacienda de Paine y su extensión llegaba a cuatro mil hectáreas. Cuenta la historia que en su casona colonial, en 1814, héroes nacionales como el General Bernardo O'Higgins, uno de los padres de la patria, junto a 120 patriotas quienes peleaban por conseguir la Independencia de Chile encontraron refugio luego de combatir contra los soldados de la corona española en la batalla de Rancagua. La distinguida dama con mucha valentía defendió a los 120 patriotas escondiéndolos en la bodega de su casa y se enfrentó a los llamados “talaberas” en el corredor anterior, lanzándoles un brasero para que no pudieran irrumpir en su casa, pudiendo así los 120 patriotas recuperar sus fuerzas y continuar su camino en busca de la tan anhelada independencia.  Este hecho histórico, es el homenaje que Santa Rita, le hace a aquellos valientes 120 patriotas, al llamar a su más reconocida línea de vinos “120”.
120 de Santa Rita es una historia muy bien contada y que logro elevar las ventas de su producto en forma sostenida hasta el día de hoy.

VIEJO ROBLE
Uno de los vinos menos recordados, objeto de colección y hoy ya perdido entre las nuevas líneas de Undurraga, fue su “Viejo Roble”, envasado en botella champañera de 700 cc. Un vino grueso y sabroso, que pocas veces se vendía al público y que su gran reputación era que “se conseguía”. Posiblemente este vino fue el precursor de lo que hoy es Undurraga, una empresa dedicada a elaborar vinos Premium y espumosos, Con más de 120 años de historia, Viña Undurraga fue fundada por Don Francisco Undurraga quien trajo vides de Francia y Alemania y las plantó en el Valle de Maipo, específicamente en el Fundo Santa Ana.




LOS TIEMPOS MODERNOS

Este listado quedaría inconcluso sin entregarles dos etiquetas que revolucionaron el vino chileno y que con ellas se inició la versión 2.0 de nuestro producto insignia.

SANTA DIGNA
Esta fue la primera etiqueta que elaboró Miguel Torres en su campo de Curicó en los años 80. Hasta aquel entonces, todo el vino que se producía en el país, se elaboraba en fudres y con técnicas bastante arcaicas. El cambio fue tremendo y si bien en los primeros años nadie entendía lo que hacía Torres con sus vinos, poco a poco los viticultores debieron rendirse a la realidad de las cubas de acero inoxidable y a las técnicas modernas de la elaboración del vino. Fue un tremendo saldo que dejo a muchos heridos en el camino, ya que aumentaron visiblemente los costos iniciales de producción, pero nadie puede restarle importancia al hecho. Mucho molesta a los viticultores nacionales que Torres haya sido el primero en todo. Desde su primera cuba de acero inoxidable hasta el primero en producir un espumoso con la odiada uva país. Por eso no es querido entre los viñateros. Ninguno le ha dado la importancia que tiene y el legado que está dejando en nuestra viticultura. Fue –y es- un visionario. Y eso crea muchos anticuerpos.

MONTES ALPHA
Fue la primera viña boutique Premium nacional y la renovadora de nuestra viticultura y mercadotecnia. Un trio de profesionales en que uno se dedicaba a los vinos, el otro a los números y un tercero a venderlos en el exterior. Tremendamente imaginativos y positivistas, hicieron que su vino (a la vez nuestro vino) se hiciera conocido en los confines del mundo. Corea, Taiwán, China y decenas de países exóticos –y otros no tanto- conocieron el vino chileno con la etiqueta Montes Alpha. Increíblemente, en ambos casos -Torres y Montes- la vitivinicultura chilena está en deuda con ellos, y ninguno ha recibido el tributo que se merecen en la historia del vino chileno.

BUENOS PALADARES

CRÓNICAS Y CRÍTICAS
DE LA PRENSA GASTRONÓMICA

MUJER
PILAR HURTADO
(OCTUBRE) SANA TENTACIÓN (Las Tranqueras 1650, Vitacura, fono 2289 12677): “La carta ofrece cafetería, ensaladas en bol, sanguchería y hamburguesas que parecen exquisitas, y pastelería. Partimos con una limonada frappé jengibre manzana y otra de piña albahaca, que pedimos con sucralosa y estaban espectaculares, aunque nos parecieron un poco caras para limonada ($3.200). Hay un menú del día que se veía buenísimo y muchos comensales pidieron: chupe de mariscos de entrada, lomo cocinado con miel sobre puré de papas con pimientos (gran porción) y peras al vino de postre, por $8.500. Nosotras optamos por probar las ensaladas. Una fue la continental salmón mango que lleva ricotta, mango, salmón ahumado, hojas verdes muy frescas y frutos secos, en este caso pistachos y almendras en gran cantidad. El mango era fresco y el resultado nos pareció un poco cargado a lo cítrico, con el mango un poco verde, la ricotta y las hojas; pensamos que con un aliño con un tono dulce o acaramelando los frutos secos quedaría genial. Yo pedí la vegan: hojas verdes con berenjenas, zapallitos, pimentón, tomate cherry y champiñones salteados que combinaban deliciosamente con las hojas verdes. Ambas ensaladas de linda presentación y buen tamaño como para plato único. Para aliñar, aceite de oliva, balsámico y jugo natural de limón.”

WIKÉN
ESTEBAN CABEZAS
(OCTUBRE) LE FOURNIL LASTARRIA (Lastarria 203, Santiago Centro, cel  6844 1250): “No hay duda de que la marca Le Fournil se ha ganado un espacio en el acápite "calidad". También es cierto que este tipo de logro hay que cuidarlo, pero su recientemente abierto local en calle Lastarria hace perder un poco la fe.” “Bueno, el mentado plato -llamado "médula de res guisada" ($7.900)- era un sabrosísimo osobuco con un pequeño hueso de médula semivacío. Parece que habrá que ir por la médula a otro local. Se supone que venía con "papas fritas en su piel", que -en el plato- eran papas fritas de las congeladas. Luego llegó un atún con coulis de aceitunas y una suerte de lasaña de berenjena grillada con pomodoro. La guarnición, de lujo, pero el pescado era incomible. El corte venía con vetas duras que no permitían partirlo y menos comerlo. Inédito. Si hubiera habido cuchillo para pescado (que no había), la labor habría sido doblemente frustrante, como lo fue que nadie preguntara desde la cocina por qué se dejó casi todo un plato que vale cerca de diez mil pesos.” “

WIKÉN
RUPERTO DE NOLA
(OCTUBRE) CASA LUZ (Av. Italia 805, Barrio Italia, fono  2 2918 7204): “.La carta, heterogénea, no es, como en otros restoranes estándar, muda, sino que dice, al menos, qué cosas sabe cocinar el chef (quien seguramente ha recorrido mundo) y qué le gusta cocinar. Y cuando uno cocina lo que le gusta, suele hacerlo bien. Sin devaneos ni coqueteos con prestidigitaciones culinarias ni prematuras creatividades (ni "búsquedas"; a nosotros avísennos cuando encuentren; no antes; gracias). Y así, junto a un conjunto de tapas españolas (probamos unas católicas croquetas de ibérico, $4.200), uno encuentra aquí un gravlax nórdico, con yogur y puré de manzanas; varias pastas italianas y, sobre todo, el mejor risotto marino que hayamos comido fuera de Italia” “Hay varios platos convencionales a los que, bien hechos, no hay nada, naturalmente, que objetarles. Uno fue una ensalada de hojas verdes, con rebanadas de peras, jamón serrano -buena calidad- y queso azul; $5.400 (como el queso azul no figuraba en parte alguna, lo pedimos y prestamente llegaron trocitos del mismo.”

LAS ÚLTIMA NOTICIAS
RODOLFO GAMBETTI
(OCTUBRE) EL CID (Hotel Sheraton Santiago, Av. Santa María 1742, Providencia, fono 2 2233 5000): “El chef Gustavo Maurelli se asentó en las cocinas del Hotel Sheraton Santiago y en esta nueva carta de primavera-verano del restaurante El Cid perfila su estilo: alta cocina, con un toque lúdico y de humor como no se veía desde los años ochenta.” “Lo más llamativo de la nueva carta: Maurelli usa un gadget individual, un artefacto como una cafetera de vidrio, donde cocina a la vista un sorprendente “consomé de mariscos ahumados” ($12.000), en agua italiana, muy blanda. Otro plato, su “mozzarella de búfala con confit de gambas” se acompaña con guarnición de un vistoso globo de queso, relleno con esencia de toronjil. Otros platos van cubiertos por una campana o “cloche” de vidrio: al levantarla libera una nube de vapor. Esta carta se ofrece entre 19:30 y 23 horas solamente, pues se almuerza en El Bohío, en la piscina.”

 

 

 

 

 

martes, 14 de octubre de 2014

REVISTA LOBBY

REVISTA LOBBY
Año XXVI, 16 al 22 de octubre, 2014

“Nunca se pierden los años que se quita una mujer, van a parar a cualquiera de sus amigas.” Proverbio chino.

LA NOTA DE LA SEMANA: Jardín de mariscos
LA COLUMNA DEL ESCRIBIDOR: Matsuri, calidad a toda prueba
TURISMO GASTRONÓMICO: Aguas Verdes, de mantel largo en el lago Villarrica
APUNTES: Los diez países donde más se bebe alcohol
BUENOS PALADARES: Crónicas y críticas de la prensa gastronómica

 

LA NOTA DE LA SEMANA


JARDÍN DE MARISCOS
Plato símbolo de los balnearios

Quién más o quién menos se ha ensartado con uno de los platos “caballitos de batalla” de los cientos de restaurantes que inundan los balnearios de nuestro Chile. El conocido y vilipendiado Jardín de Mariscos, que en cierta forma se ha transformado en uno de los platos estrellas del verano y que en estricta verdad, poco o nada aporta a nuestra cocina.

¿Qué es un jardín de mariscos? Depende de donde uno se encuentre, el jardín es una variedad fría de mariscos cocidos y muchas veces descongelados, con poco sabor y menos aroma. En el norte lo emplatan con ostiones y en el sur con choritos. De seguro -y eso lo debemos tener todos muy presente-,  las salsas que acompañan aportan algo de colorido y sabor a la presentación. Los camarones (ecuatorianos) son parte de la estrategia de venta. Hace unos años eran una rareza. Hoy son –por su valor-, ingrediente infaltable en la cocina nacional.

Ni hablar de los ostiones, generalmente congelados, donde ni siquiera el sabor del coral se percibe. O las patas de jaibas, muchas de ellas aun congeladas en su interior, que sólo cambian su sabor cuando se bañan con ketchup o salsa golf.

Las machas, duras. Muchas veces agradecemos que en el plato vengan dos espárragos verdes, algo de cebolla con cilantro y un poco de lechuga. A la larga (y que quede constancia que nosotros también hemos caído en la tentación), el “jardín” prometido no nos lleva ninguna parte.

Estas son reflexiones cuando pronto comenzará la temporada de verano. Como somos humanos, es muy probable que en nuestras próximas vacaciones volvamos a pedir un jardín de mariscos en alguna caleta de nuestro extenso océano. En fin… es nuestra realidad y aunque ya lo advertimos, seguiremos tras estos especímenes de nuestro mar y continuaremos tratando de encontrarle algo de entretenido a un chicloso aro de calamar que ni siquiera las mejores muelas son capaces de convertirlo en alimento apto para el ser humano.

LA COLUMNA DEL ESCRIBIDOR

MATSURI
Calidad a toda prueba

No es fácil encontrar restaurantes japoneses que vayan más allá que los típicos sushis y sashimis. Posiblemente sea por un problema de presupuesto o limitaciones geográficas ya que encuestas entregadas recientemente los locales que expendes sushi en nuestro país superan a todo el resto de las cocinas, incluso la chilena o la peruana (que es mucho decir). Sin embargo lo de los sushis es una realidad que se escapa de la verdadera cocina japonesa, una que cada día tiene más seguidores pero que se topa la escasa oferta de locales que son representativos de ese oriental país.

Es el caso del Matsuri, ubicado estratégicamente en el interior del hotel Grand Hyatt, que desde sus inicios ha recreado la cocina japonesa con gran criterio y profesionalismo. Sus chefs siempre han sido orientales y en esta visita, la segunda que hago este último tiempo, manejado por Myriam Moriyama, una japonesa –argentina que en su trayectoria ha pasado por importantes restaurantes de Argentina, Japón, Costa Rica y Cuba. En el Matsuri ya cumplió tres años y una de sus mayores gracias es viajar constantemente a Japón para empaparse con nuevas recetas y preparaciones, las que implementa en este lindo lugar y tiene más que contentos a la mayor parte de los empresarios japoneses que viven en Santiago, ya que el restaurante sigue a línea de los buenos lugares gastronómicos de Tokio.

Sentado en uno de los dos teppanyaki que tiene el restaurante en el segundo piso, Myriam nos explica cada uno de los pasos de su cocina, una que difícilmente podemos descubrir leyendo la carta ya que las preparaciones sorprenden más allá de todo lo que se pueda decir. Un inicio apoteósico para un Omakase zensai, una bienvenida con sabores suaves, delicados con productos dispuestos en un plato con una paciencia oriental que llena de emoción y cautiva a los presentes. Camarones con palmitos, centolla, salmón y tomate cherry, aderezo “de la casa” para no volver a decir japonés y un aplauso cerrado que se mantuvo durante todo un almuerzo que incluyó sopa de centolla con flan de huevo y cebollín; sushi vegetariano (y otro de lomo veteado al jengibre); mariscos y pescados apanados; anguila japonesa con nori y huevo sobre arroz blanco, para finalizar con un trozo de wagyu marinado en jengibre y salsa miso cocinado en el teppanyaki. ¡Una verdadera fiesta!

El Matsuri realmente cautiva. No es para bolsillos flacos y eso lo saben todos. Aun así, conocerlo es el deber de todo amante de la cocina ya que es un ejemplo de entrega, trabajo y profesionalismo. Acá todo calza y nada se hace al azar. Hace un par de décadas, cuando el Matsuri era sólo un proyecto, le pregunté a Myles McGourthy -en aquel entonces gerente del hotel- por los costos del restaurante. “-Nunca se va a pagar”, me responde. Y le creo, ya que inversiones como el Matsuri sólo pueden soportarlas hoteleros que vean los negocios en forma global y no Pymes que necesitan números azules para seguir viviendo. Por ello doble mérito para este japonés del Grand Hyatt. Más aun cuando su comida maravilla a los comensales. (Juantonio Eymin)

Matsuri: Grand Hyatt Santiago, Av. Kennedy 4601, Las Condes,  fono 2 2950 3051

TURISMO GASTRONÓMICO


AGUAS VERDES
De mantel largo en el lago Villarrica

En mis años de carrera en esto de la gastronomía, he llegado a la conclusión que tengo especial predilección por los chefs que se han dado maña de conocer el producto antes de cocinarlo. A menudo me encuentro con cocineros que se arriesgan con ingredientes que poco conocen y de ahí a destruir un plato es sólo un paso. Pero para ello hay que llevar tiempo en los fogones y ojalá en el mismo lugar, ya que incluso las variaciones de temperatura del fuego y las condiciones ambientales pueden jugar en contra de un buen cocinero y de sus expectativas.

Me sucedió hace un tiempo con Andrés Yurjevic, que tras su paso por las cocinas del Marriott y una aventura en las islas Cook, decidió establecerse en Pucón y dado sus conocimientos fue contratado por Starwood (propietaria en Chile de los hoteles Sheraton, W, Four Points y la cadena Luxury), para hacerse cargo de las cocinas del hotel Villarrica Park Lake, un cinco estrellas incluido en la sección de lujo de esta cadena. En este caso, la cadena opera bajo las normas de Starwood, un hotel que dadas sus características es el más lujoso de la zona. Para los que no entienden esto de la hotelería, sus propietarios inmobiliarios (la familia Kaufmann y Lothar Meier) se dieron el gusto de comprar madera chilena para confeccionar los muebles y la enviaron a Alemania para procesar cada mueble, los que luego fueron armados en Pucón por un grupo de maestros alemanes, ya que todas las habitaciones eran diferentes entre sí. Ese detalle se ve en todos los pisos de este hotel, donde incluso las alfombras son diferentes.

Siete pisos al cual se ingresa (debido a las cualidades del terreno) por el último, o sea por el séptimo. De ahí y para abajo, puras sorpresas. Lindo bar con vista al lago Villarrica, jardines y un spa de última generación que no deja nada al azar. El comedor Aguas Verdes está en el sexto piso y ahí llegué un lluvioso día de octubre a probar algo de la gastronomía que ofrece Andres Yurjevic. Volviendo al tema inicial, el año pasado había probado una muestra que trajo a Santiago, la cual no logró brillar como debiera, lo que me dejó con todas las ganas de probar “en vivo y en directo” una cocina que ya había conocido hace algunos años atrás.

Pero en su cocina todo cambia. Una larga carga de especialidades donde los productos ahumados “en casa” van de la mano con verduras de la zona. Un menú donde también trabaja productos que tienen corta vida como los digueñes, hongos imposibles de servir cuando no están recién sacados de los árboles de la región. Busca sigilosamente productores de todo lo que le pueda servir en su cocina y disfruta ver a sus clientes satisfechos, algo que transmite a toda su brigada, que unos pisos más abajo elabora los productos en una inmensa cocina, que ya quisieran tener todos los hoteleros del país.

 Vale un Perú conocer esta lugar (o una misa). Vaya por los imperdibles que ya se han convertido en clásicos de este lugar como la crema de gallina ahumada (5.000) con croquetas de carne de gallina y aromatizada con aceite de aceitunas negras o disfrute una Plateada ahumada en ramas de ulmo (9.500) y servida con gratín de papas y parmentier de verduras. Sólo eso y un buen postre a la orden, bastará para convencerse de que acá hay un cocinero y una cocina tan buena como las mejores de nuestra capital. (Juantonio Eymin)

Aguas Verdes: Villarrica Park Lake Hotel, Camino Villarrica – Pucón Km 13, fono 4545 0000