martes, 22 de octubre de 2019

LOBBY MAG


LOBBY MAG

Año XXXI, 24 AL 30 de octubre, 2019 

Solo la verdad, toda la verdad, nada más que la verdad.

 LA NOTA DE LA SEMANA: El conejo feliz: de París a Lampa
MIS APUNTES: Secretos de Rapa Nui: entre la verdad y la leyenda
EL REGRESO DE DON EXE: De feijoadas y otras menudencias

LA NOTA DE LA SEMANA



EL CONEJO FELIZ:

De París a Lampa

Cuando la muy estilosa y chic Inés de la Fressange escribió su célebre guía La Parisienne, en la que con lujo de detalles describe hasta los más mínimos pasos de una verdadera parisina, probablemente jamás imagino que una de ellas -Fanny Gallicier- llegaría producto del azar de Paris a Lampa, a criar conejos.

Como muchos jóvenes, recorrer el mundo fue lo que Fanny se propuso hace cinco años, y claro, ¡había que llegar al fin del mundo! Entonces no imaginó que se iba a enamorar de un chileno, que se iba a casar, que tendría un hijo y dedicaría sus esfuerzos a una magnífica granja criadora de conejos que hoy provee a destacados restaurantes de tipo europeo, y a cocinas chilenas domésticas, que han adoptado este alimento por sus extraordinarias propiedades en beneficio de la salud.

Música en las orejas

Si bien es cierto que la carne de conejo es muy común en Europa, y formo parte de la cocina tradicional chilena de un pasado reciente, donde el conejo se cazaba, de pronto pasó al olvido, y tal vez la razón sea lo complicado que era el proceso para que llegara a la mesa.

Hoy, no es necesario cazarlo ni desaguarlo. Las impecables jaulas individuales, de mayor tamaño a lo exigido en la UE en las que Fanny mantiene sus conejos marcan la diferencia. Como ella cuenta, cada uno tiene su espacio separado, porque de lo contrario se pelean, constantemente están con música suave para aumentar su bienestar, no se debe hablar fuerte ni hacer ruidos molestos para no alterarlos; cada uno recibe una alimentación de acuerdo a su raza y sus necesidades, y obviamente se faenan jóvenes, en beneficio de la calidad. Ah, no todos se inclinan por las zanahorias, el conejo angora pequeño y redondo, prefiere las naranjas.

Dedicada con entusiasmo y eficiencia al campo y su criadero, sorprende que esta parisina no tenga estudios formales al respecto, pero el esfuerzo, la rigurosidad y la tecnología los suple con creces, y eso se nota en la calidad de sus productos congelados. También ha sido una sorpresa para su familia francesa, a la que le gusta venir al Conejo Feliz, donde Fanny tiene en Lampa, su pequeño reino de orejas grandes. (María Yolanda González)

Puente Nuevo s/n, parcela 13, Lampa, Santiago
Teléfono: 23225 4515 / Móvil:  98239 0819
contacto@conejofeliz.cl /www.conejofeliz.cl


MIS APUNTES



SECRETOS DE RAPA NUI

Entre la verdad y la leyenda


Hace unos años, y bebiendo unos aperitivos en el hotel Hanga Roa de Isla de Pascua (actualmente Rapa Nui), Eric Campaña (Q.E.P.D), ex presidente ejecutivo del aquel entonces Lan Chile, me contaba las peripecias que tuvieron que pasar para abrir la ruta Santiago – Pascua, allá en el año 1967.

- “No había nada de nada, recuerda. Queríamos que la isla se convirtiera en un enclave polinesio en medio del Pacífico, ya que, cuando comenzamos a operar el destino Tahiti, la Isla era necesaria para una escala técnica, pero nos encontramos con una civilización atrasada. Prácticamente un indigenismo en el más puro sentido de la palabra -con el perdón de los isleños-. Era tan grande la necesidad de la empresa para convertirla en un enclave turístico que viajé a Miami a comprar una serie de artilugios que usaban los polinesios en Tahiti. Así, collares de conchitas (no existen conchitas en la isla) y de flores, faldas de fibra vegetal, sostenes de coco y otros implementos ayudaron para vestir a los primeros niños que recibirían a los turistas. Las acomodaciones también eran paupérrimas. Llevamos carpas para los primeros viajeros…”

- “Pero faltaba algo importante. El folclore. La Isla no contaba con una identidad propia –cuentan que en año 40 llegó recién el Sau -Sau desde las islas de Samoa-, así que contratamos a Margot Loyola para que nos creara música pascuense. Fue un secreto muy bien guardado ya que pocos lo saben. Incluso, tuvimos que llevar instrumentos y enseñarles a tocar guitarra para musicalizar la idílica escenografía que necesitábamos…”

- “Lo logramos, finalizó Campaña. Convertimos Isla de Pascua en un destino exótico y único. Pocos lugares en la tierra tienen secretos escondidos y serán miles los que vengan a visitarla en el futuro. El problema es que la Isla no es sustentable por sí misma y de la misma forma que la visitamos, la vamos destruyendo. Ojalá nunca pase, pero vamos para allá.”

Han pasado 27 años de esta última conversación con Eric. Sus vaticinios se están cumpliendo. La idílica Pascua ya no es la de antes y si no le ponemos un párele a la situación quizá en un tiempo más el problema sea insostenible. La isla es tan pequeña y los recursos son tan escasos que si pronto no se logran solucionar los problemas de la basura y de la población flotante que se quedó viviendo en este paraíso (incluso fiscal), podríamos perder uno de los enclaves turísticos más interesantes del mundo. Es cierto que Rapa Nui es de todos los chilenos, pero hay que cuidarla y no aprovecharse de ella… y que los Isleños tampoco se crean los dueños de la situación.

LA LEYENDA

Cuenta la leyenda que el Ariki (rey) Hotu Matu’a habitaba en un bello continente llamado Hiva. Una noche recibió en sueños el mensaje de que su tierra se hundiría, por lo que debía buscar un lugar al que llevar a su pueblo. Por consejo de un sabio vidente, Hotu Matu’a envió a siete exploradores en dirección al sol naciente, a buscar una tierra propicia para vivir y sembrar ñame (base de su alimentación).

Después de varios días de navegación, los siete exploradores llegaron a una isla pequeña y deshabitada pero que les pareció lo suficientemente fértil para vivir. Se dice que además del ñame, los exploradores llevaron consigo un moai y un collar de madreperlas, y que esto fue abandonado cuando volvieron a su tierra Hiva, dejando sólo a uno de los exploradores en la isla.
Tiempo después Hotu Matu’a llegó a la isla en dos grandes embarcaciones acompañado de un séquito formado por su mujer, su hermana y otras 100 personas. Desde entonces la isla tomó el nombre de Te pito o te henua, que significa “ombligo del mundo”.

Esta leyenda ha dado origen a que algunos investigadores concluyan que cuando Hotu Matu’a llegó a la Isla de Pascua, ésta ya estaba habitada y que encontró además del ñame, varios moais en pie. Algunos creen que los siete exploradores representan las siete generaciones o tribus que habitaron el lugar, de las que sólo una sobrevivió y se mezcló con la gente de Hotu Matu’a.

Con mitos, tradiciones y realidades, viajar a Rapa Nui es un deleite.


EL REGRESO DE DON EXE




DE FEIJOADAS Y OTRAS MENUDENCIAS

Cuando le conté a Sofía -mi paquita- de mi amistad con Lulú, ni siquiera se sorprendió. ¡Estamos en el siglo XXI!, comentó. “A estas alturas es normal que existan chicas como Lulú e incluso hombres “como tu conserje”.

¿Carlitos gay? Sin duda los tiempos habían cambiado. No me atreví a preguntarle a Sofía si ella pertenecía a “ese club” ya que si fuese efectivo habría dado vuelta mi mundo en 180°. No podría ser –pensé- ya que ella está casada con otro paco y antes fuimos fogosos amigos con raspe. Pero -según mi paquita- ello no es impedimento para que existan lelas, gays o incluso transexuales. “Hay más de los que te puedas imaginar”, concluyó.

Todo esto mientras hacíamos el almuerzo del sábado pasado. Con dos estufas a gas y un frío de mierda recordaba esos veranos en Ñuñork en que ella cocinaba sólo con un mandil con pechera que me habían regalado en uno de mis condumios. Ahora, en cambio, estaba más abrigada que hijo único.

Cambió un poco la temperatura cuando le preparé un sour con jengibre que bebimos en copa catedral. Ella, por su parte, había aprendido una receta de feijoada que incluía cerveza negra, cachaza y jerez. En una olla tenia los porotos negros y en otra un caldo oscuro con unas costillas de chancho que estaba cocinando a fuego lento. Sofía, como haciendo un ejercicio de sanación mental, me contaba de las siete protestas que se tuvo que mamar durante la semana y de las magulladuras que le deja el uniforme de combate que utilizan. Lo que más lamenta es que luego de sacarse cresta y media en las marchas y meter preso a cuanto encapuchado encuentran con bombas molotov, al día siguiente persiguen a los mismos de la jornada anterior. “Estamos para el hueveo”, dice muy seria.

Al segundo sour se comenzó a relajar y dejó de contarme cosas de la comisaria y de su marido que está “pasándolo la raja en Puerto Cisnes”. Poco a poco el calor comenzó a traspasar su piel y se sacó su grueso sweater para quedar con una polera verde bien chic que decía en la espalda “GOPE”. – “Nunca pensé sacarme el sweater, Exe. Así que te tendrás que contentar con esta polerita institucional…”

Como el frente del mal tiempo estaba avisado, mis pertrechos eran suficientes para no salir de casa durante todo el wikén. Sofía agradeció el gesto ya que sus papás no estaban en la capital y ella no quería estar sola. Como los horarios los determina el estómago, almorzamos como a las cuatro de la tarde y entre miradas van y miradas vienen, pensé que el bajativo lo beberíamos en el dormitorio, con sabanitas nuevas de 300 hilos de origen egipcio.

Tras dos platos de feijoada (que estaba realmente maravillosa) y dos botellas de Cacique Maravilla, un vino tinto de la cepa país que elaboran en Yumbel y que está para mascarlo, decidimos hacer un alto para descansar (de tanto comer) y lavar los trastos. Como en la cocina cabe una persona, me asigné como lavador oficial de platos mientras Sofía buscaba en la radio alguna música ad hoc para nuestro evento privado. Estábamos en eso cuando golpean la puerta. ¿Tienes invitados?, pregunta. Al ver que hacia un gesto negativo con la cabeza dice: ¿abro?

Era Lulú. Menos mal que mi paquita sabía toda la historia así que las presenté y ninguna se hizo rollos. Se saludaron de beso como si se conocieran de toda la vida y se sentaron en el sillón mientras yo seguía lavando platos. Me pareció una eternidad estar en la cocina mientras ellas hablaban despacito, cosa que yo no escuchara sus comentarios. Preparé una bandeja con tres copas de Oporto y un plato con un queso gorgonzola y láminas de peras que me había llegado de regalo. Me integré a la charla y me tuve que sentar en una silla pequeña frente a ellas ya que el living es diminuto. Sofía y Lulú reían cuando hice un brindis y pregunté la razón de tantas risas.

No paraban de reírse cuando Lulú me pasa una cajita envuelta en papel de regalo. ¡Que lo abra! ¡Que lo abra! Gritaban al unísono. Bebí un sorbo de mi Oporto y me apresté a abrir ese liviano paquete que estaba en mis manos. Me puse colorado de vergüenza cuando aparece una caja de Viagra (versión genérica, obvio) a la vista y risas de Lulú y Sofía.

¿Y por qué esto?, pregunté haciéndome el de las chacras. Lulú se levanta del sillón y me pregunta ¿tuviste un tren eléctrico cuando eras chico?

- Nunca, le respondí
- Ahora lo tienes en tus manos, querido. Serás una locomotora.

Aun no se me pasaba el sorocho cuando Lulú se fue. Sofía queda mirándome y con cara inocente pregunta
- ¿Petrolero o eléctrico?
- ¿Aunque sea a vapor?

Saca de su cartera un par de esposas, me las muestra y pregunta ¿te detengo o tú me interrogas?

Estoy seguro que muchos pensarán que el Viagra es lo máximo. ¿Ustedes no creen que posiblemente fue la feijoada?

Exequiel Quintanilla