martes, 23 de diciembre de 2008

REVISTA LOBBY

ESTA SEMANA
AÑO XX, 25 al 31 de diciembre, 2008


LA NOTA DE LA SEMANA: Feliz 2009
LA COLUMNA DEL ESCRIBIDOR: Cocoa: otro mundo
LOS APUNTES GASTRONÒMICOS DE LOBBY: La Leonera: para descansar de verdad
LOS CONDUMIOS DE DON EXE: Mi mendigo favorito: un sueño de Navidad
BUENOS PALADARES: Las críticas gastronómicas de la semana

LA NOTA DE LA SEMANA


FELIZ 2009

Más que nunca el deseo de que el 2009 sea “prospero” es el mensaje de esta semana. Sabemos de antemano que vienen meses difíciles e intranquilos. Todos los sectores se verán afectados por la crisis económica que heredamos de los Estados Unidos y con mayor razón nuestra industria gastronómica. Pero la fe es lo último que se debe perder. Ya lo decía el famoso Gato Dumas: en tiempos de crisis la gente se vuelca a los restaurantes ya que es la única forma de olvidarse del tema. Sin embargo, la situación será delicada y habrá que adecuarse a los tiempos. Aun así, y esperando que pronto pasen estos delicados momentos, les enviamos un gran abrazo y un mensaje de bienaventuranzas para este 2009 que se avecina. Entre nosotros… no hay mal que dure cien años…

Felicidades

El team Lobby

LA COLUMNA DEL ESCRIBIDOR




COCOA EN CHICUREO
OTRO MUNDO

Si uno pudiera hacer el ejercicio de llegar al nuevo restaurante Cocoa ubicado en la laguna de Piedra Roja en Chicureo con los ojos cerrados y abrirlos después de estar sentado en la terraza del local, la impresión sería tan grande que por momentos dudaría que el lugar está a 15 minutos del barrio alto santiaguino. Allí, en el borde de la laguna donde deportistas y aficionados navegan tranquilamente en sus kayaks o pequeños veleros, abrió hace un par de semanas el “Cocoa”, sucursal del famoso vagón del Shopping de La Dehesa y de propiedad de Gabriel Peschiera y Jessica Boggio, su mujer.

Y si sorprende el lugar, tanto o más lo sorprenderá su comida. Peruana, sin duda, tanto como todo el personal que allí labora. A la construcción inicial absolutamente remodelada, le agregaron un simpático módulo de cristal que realza la vista a la laguna y una gran terraza que rodea el sector. De su carta, imperdible su pisco sour. Quizá uno de los mejores de la ciudad. Un agrado beberlo mientras preparan los platos solicitados ya que una de las gracias del Cocoa es que todo, absolutamente todo se prepara “a la minuta”. Una formula que le ha dado jugosos beneficios a este restaurante.

Dan ganas de probar todas sus entradas donde priman los cebiches, tiraditos y causas. Y para no quedarse con las ganas de probar todo, a la mesa llega un “piqueo frío” con cebiche de corvina, pulpo al olivar, yuca frita, choclo peruano y papas a la huancaína. Sabroso, apetitoso y aplaudible, más aun al conocer el precio: $10 mil el “piqueo” para dos personas. Una ganga.

Como la carta es eterna, cuesta decidirse por algún fondo. Opté por un arroz al cilantro con calamares de excelente factura ($6.000). Rico, sabroso y contundente. También, y para traspasar la experiencia al lector degusté unos ostiones al Tausi, original mezcla Nikkei, algo agridulce y acompañado de arroz. Para beber, y aunque se enojen los amantes del vino, la comida peruana “llora” por la cerveza, esta vez de la marca Cusqueña, para estar a tono con el Perú.

Todos los platos de la rica y tradicional cocina peruana y la Nikkei se pueden conseguir en el Cocoa. Como trabajan “a la minuta”, se podría decir que hay que ir con tiempo a este precioso lugar. Además, ni se aburrirá, ya que el entorno, aparte de dejarlo enmudecido, es ideal para estar un par de horas y más regocijándose con todos los sentidos.

Los postres, típicos y muy buenos. Desde suspiro de limeña hasta un “volador”, una hojarasca mil hijas rellena de buen manjar, además de los tradicionales tres leches y cuatro leches. Un placer general

El Cocoa dará que hablar este 2009. Firmo y confirmo que se convertirá en la apertura del año. Y aproveche estos días de descanso entre Navidad y Año Nuevo para visitarlo y conocerlo. Se acordara de Lobby y nos lo agradecerá. (Juantonio Eymin)

Cocoa: Paseo Colina Sur 24500, La Laguna de Chicureo, Piedra Roja al lado del club náutico, fonos 2164833 /09 - 8210229

LOS APUNTES GASTRONÓMICOS DE LOBBY




LA LEONERA
PARA DESCANSAR DE VERDAD

Existen lugares de descanso que luego de un par de días de ocio, uno regresa más cansado de lo que partió. Son de esos “para ver gente” o para sentirse en un paraíso ficticio. El ocio es uno de los temas más difíciles de tratar y encontrar un lugar adecuado para descansar (con todas sus letras) es –en estos tiempos- algo complejo descubrir.

Sin embargo, a ochenta kilómetros al sur de Santiago, un viejo convento jesuita que en sus inicios eran territorios de la famosa Quintrala fue adecuado y transformado en hotel con el único propósito de entregar al huésped un verdadero descanso y solaz.

El placer aquí en La Leonera es hacer lo que a uno se le ocurra. Distracciones campestres obvio, como cabalgatas o caminatas por los alrededores. Si va con niños, olvídese de ellos ya que expertas monitoras los mantendrán ocupados desde que se levantan hasta cuando llegan rendidos a ultima hora de la tarde. Para los mayores, el bar, completo y eficiente, un comedor dispuesto con sabrosa comida casera, una piscina y lugares tranquilos para leer un buen libro o dormir una siesta al son de las aves que viven en el lugar. Para los niños y no tan niños, un mini zoológico con variedades desconocidas para muchos. Las habitaciones, antiguas celdas de los jesuitas, todas remodeladas, pulcras, albas y relucientes. Solo para descansar, nos dicen. No existen radios ni TV en los cuartos. Para los que gustan de estar al día y conectados al mundo, televisores en los espacios comunes y Wi Fi en todo el complejo para los que sufren el síndrome del correo electrónico.

Si bien tienen planes para ampliar La Leonera, sus propietarios actuales, los hijos del empresario Luis Ángel Ovalle, van paso a paso viendo las posibilidades. Impresiona de partida su limpieza. Ni alemanes que fueran. Todo luce y reluce y ni un envoltorio de dulce está botado en el suelo. Sus parques y jardines son un llamado a la paz interior y sus lugares de distracción son también un guiño a integrarse a la conversación, a reír, conversar y ser feliz.

Así es La Leonera. Si busca alta gastronomía no la encontrará. Sin embargo una buena cazuela o un pastel de choclo en temporada lo contentará más que platillos con espumas o tomates de invernadero. Más allá, si se encuentra un dúo de guitarrista – acordeonista cantando temas chilenos o rancheras, goce el momento. Poco de ello queda y todo está incluido.

Se puede ir por el día, pero dan tremendas ganas de quedarse. Más aun en estas fechas. Para los que se rinden ante las antigüedades, el lugar es especial. Pida que lo lleven a una sala donde guardan la colección completa del “Diario Ilustrado”, creado en los albores del siglo pasado, o que le cuenten los orígenes de los cientos de antigüedades que decoran los salones de este complejo. Más allá, carros antiguos de ferrocarriles que quién sabe como llegaron allí esperan su emplazamiento y destino futuro. O conocer la mesa de pool más grande del país. Cada uno de ellos con su historia y su lugar.

Quién sabe si le gusta bañarse en la piscina a la luz de la luna… pero la piscina está ahí, esperándolo. Al lado de todo y lejos de todos. Placeres que uno puede darse en pocas partes como que le preparen su trago favorito por muy excéntrico que parezca, o sentarse a mirar el atardecer sin hacer nada, o ver a la “prole” como llega de regreso, cansados y felices, cada uno con su respectiva pulsera iluminada después de un tour nocturno que los deja exhaustos, pero más que contentos.

La Leonera es un verdadero oasis precordillerano que vale la pena conocer. Es simple, sencillo pero acogedor y lleno de cariño. Y está a un suspiro de Santiago. Si necesita reponer su vida, su energía y vivir el encanto de la tranquilidad, visítelo. Superará sus expectativas. (Juantonio Eymin)

Hotel La Leonera: Codegua, VI Región, fono (56-72) 62 5151, reservas Santiago: fono 480 4242, e-mail: info@laleonera.cl

LOS CONDUMIOS DE DON EXE


MI MENDIGO FAVORITO
Un sueño de Navidad

Anoche, Nochebuena, me quede solo. No crean que nadie me invitó a pasar la fiesta en familia. Hijos, sobrinos y nietos me esperaban. Sin embargo decidí quedarme en mi departamento y salí al anochecer a dar una vuelta por el sector. Mi querida Mathilda estaba con su familia y me negué acompañarla. Quería una noche diferente.

Ahí estaba. Como todos los días del año. Mi mendigo favorito. Cada vez que lo veo busco un par de monedas y se las regalo pero nunca había cruzado una palabra con él. Omar me contó que se llamaba y lo invité a cenar “a la suerte de la olla” a mi departamento. Sonrió y levantó su frágil cuerpo agradeciendo el convite. “No es conveniente dejar las frazadas acá”, me comentó. “hay mucho ladrón por el barrio” decía mientras hacía un lulo con sus pertenencias. Dos frazadas, una harapienta mochila y una botella semivacía de ron.

Nos fuimos caminando lentamente como dos grandes amigos. Fui cartero, me contó. Su mujer y sus hijos lo abandonaron cuando le encontraron una enfermedad mental: “esquizofrenia”, me explicó. Cada mes va al consultorio por sus remedios. El, oriundo de un alejado pueblito en las lejanías de Temuco, dejó todo y a todos y se vino a la capital. “Pensé que me iría mejor”, razonó, sin saber quizá que Santiago era cruel y despiadado.

Entramos con mi mendigo. El departamento sabía a fiesta para él. Saqué de mis regalos anticipados unas toallas y le ofrecí el baño. Se ducho y afeitó con esmero. Cuando salió parecía otro. Ropa también le pase. No nueva pero limpia y sin hoyos. En vez de zapatos –que no podía ofrecerle- feliz ocupó unas zapatillas de levantar que había guardado de mi último periplo por un hotel costino. Una copa de champaña fue mi bienvenida, mientras veía como sus ojos estaban brillantes de emoción (o posiblemente de pena).

El menú era supermercadista. Había dispuesto la mesa con dos sillas pero decorada para la ocasión. Luego del champagne llegué con la entrada. Un simple carpaccio de salmón con ensalada de verdes que había comprado a la salida del Súper. Omar comía casi mejor que yo. Un “blanquito” que me había llegado de regalo sirvió para acompañar la entrada. Como viejos amigos conversábamos de la vida. “Soy libre como un pájaro”, comentaba y reía con los pocos dientes que tenía. Mis hijos están grandes y olvidaron a su padre, me contaba mientras miraba con ojos extraviados una pequeña corona de adviento que lucía en la mesa del centro del living. Ya no sufro de esquizofrenia, me comentó, aunque a veces continúo escuchando voces lejanas que me dicen que el mundo es malo y que yo soy el responsable de todo… y que con mis alas majestuosas yo podría ser el Nuevo Salvador…

Lo único que no se salvó esa noche fue el pavo que tenía como plato de fondo. Ya lo dije, la compra fue supermercadista y a la rápida. Sin embargo estaba más sabroso que nunca. Hasta ocupe un tarrito de postre de guaguas de manzana para darle un aire navideño al plumífero. Javier estaba extasiado. Yo, emocionado. Quizá cuantos años habían pasado desde su última nochebuena. Y yo quería que fuese inolvidable.

Abrimos otra botella. Un tinto para el fondo. “Déjame abrirla a mi”, dijo tuteándome risueñamente. Sirvió dos copas y mientras bebía agradecía a todos los santos y ángeles este convite. Yo también lo pasaba bien. Es posible que a esa hora mis sobrinos, nietos y demases estuvieses recibiendo Mp4, juegos electrónicos, videos, taca tacas, bicicletas y uno que otro traje de baño. Yo, sentado con mi mendigo en el comedor, sólo comíamos. Felices.

Era tarde a la hora del postre. Algunos bocinazos se escuchaban en los alrededores. Fruta de la estación le dio el colorido final a esta gran cena: cerezas, melón, sandía y duraznos mientras le dábamos el bajo al champagne del inicio de la cena.

No creía cuando le ofrecí un bajativo y un “purito”. Eso es mucho para mí, me decía extasiado. Pero dicho y hecho. Un Partagás para cada uno y un Chivas Regal de doce años fue nuestro fin de Pascuas. Omar, tosiendo por el humo del tabaco y agradecido, sacó de su vieja mochila una raída foto de su familia para mostrármela. “-No puedo regalarte nada pero quiero que te quedes con ella”, me comentó. Agradecí su gesto y regresé la foto a sus pertenencias y sin que se diese cuenta puse dentro de su vieja mochila el resto del whisky y siete lucas que aun sobrevivían en mi bolsillo.

Se fue feliz y yo dormí como nunca en mi vida. A la mañana siguiente, y como de costumbre, salí a comprar el diario y lo encontré durmiendo donde siempre, con una sonrisa y agarrado fuertemente a su mochila.

Exequiel Quintanilla

BUENOS PALADARES


LAS CRÍTICAS GASTRONÓMICAS DE LA SEMANA

SOLEDAD MARTÍNEZ (Wikén)
(19 diciembre) TERMAS DE CAUQUENES (Caminos por Coya y por Gultro. (72) 899010, Sexta Región): “Si habitualmente René y Sabine Acklin elaboran platos a la par sanos y refinados - como cabe esperar de un buen establecimiento termal- , que destacan el valor natural de cada producto, su celebración del Año Nuevo es un estadillo de originalidad y riqueza que cambia radicalmente una y otra vez. Su inspiración estará ahora en las aventuras de James Bond, donde decoración y comida evocarán doce diversos ambientes de sus películas ("Casino Royale", "De Rusia con amor" y las demás). Un regalo para quienes prefieran esa noche un festín gastronómico en la alegre paz de la precordillera, en lugar de la bulliciosa multitud con pitos y serpentinas. En el extenso menú (sólo los aperitivos bastarían...) sobresalen la calidad de los ingredientes, la finura de las preparaciones y la inagotable variación anual de las recetas, todas acompañadas con el vino adecuado, además del característico despliegue de champaña, antes y después.”

ESTEBAN CABEZAS (Wikén)
(19 diciembre) EL RANCHO (Bilbao 1027, Providencia, fono 204 0539): “Todos tienen sus días malos, pero aún así - cuando una parte de nosotros no nos acompaña- sabemos cómo cumplir. Salvamos, pero también despertamos una duda en el que es testigo de nuestro desempeño: ¿somos siempre así? Esta pregunta casi existencial quedó flotando en El Rancho, tras una cena con demasiadas carencias.” “De entrada, se pidió un carmenere Miguel Torres, pero el único vino de esa cepa en existencia era La Ronciere. Bueno. Luego, tras una larga espera (además considerando los pocos clientes), llegó una entrada con un mix de achuras ($3.900). Se pidió un cuadril de cordero. No había. En vez, unas chuletas del mismo animal ($6.600), las que llegaron sobrecocidas y saladas. Y un asado de tira término medio ($5.600), lo mejor de la noche, aunque nadie preguntó sobre puntos de cocción para ninguna proteína. Y el tema del sitio es la carne (aunque cuentan, también, con una amplia oferta de pescados a la grilla).”


RODOLFO GAMBETTI (Las Últimas Noticias)
(19 diciembre) COCOA (Paseo Colina Sur 24500, La Laguna de Chicureo, Piedra Roja al lado del club náutico, fonos 2164833 /09 – 8210229): “A 30 minutos del centro de Santiago hay una marina con veleros, buzos y bañistas. Y lo que es mejor, con un restaurante de excelente comida y pisco sours insuperables. Prácticamente en exclusiva: no hace más de dos semanas echó a andar el Cocoa.” “Gabriel Peschiera sólo usa corvina y lomo, frescos del día. Pero tiene infinidad de mariscos y muchas preparaciones de gastronomía peruana y variantes frías y calientes, en platos individuales o para compartir.”


YIN Y YANG (La Segunda Internet)
(19 diciembre) MISTELA (Camino de San Fernando a Santa Cruz, km 31, Cunaco, fono 72- 858059): “...el contenido de su carta es bastante más ambicioso, pues reúne recetas que han caracterizado las tres grandes etapas de nuestra historia culinaria, a partir de la comida aborigen, pasando por la Colonia y abarcando también lo mejor de la evolución republicana. Para lograrlo, han sumado serios y exitosos esfuerzos la antropóloga Sonia Montecino (autora de “La olla deleitosa”), la banquetera y cronista gastronómica Pilar Larraín, y la arquitecto y empresaria Mirta Núñez, que ya había creado en el mismo lugar el restaurante criollo “Panpan vinovino”, donde además se venden finos productos artesanales de la zona.” “Si esta iniciativa de rescate cultural era valiosa por sí sola, no ha sido menor la tarea de traducirla en recetas que cubren varios siglos, con una presentación atractiva para los gustos del presente, de manera que conformen un menú armónico.”

CARLOS REYES (La Tercera)
(19 diciembre) AQUARIUM (Av. Kennedy 4570, Vitacura, fono 290 8125): “Sentarse en su comedor es un viaje al pasado; una instantánea sacada con negativo de una cena ochentera o, a lo sumo, de principios de los 90: su salón de maderas claras con aplicaciones en las paredes, mesas con mantel color pastel hasta el suelo y su acuario como gran ornamento lo atestiguan.” “Son pocos los guiños más actuales dentro de su carta; quizá el batido tempura de unos frescos y rechonchos ostiones ($ 6.500) de cobertura sabrosa, aunque gruesa comparada con la hecha en cualquier restaurante japonés. O la marinada en jengibre de su salmón grillado ($ 7.200) con bordes quemaditos y centro a punto, que junto a su acompañamiento de verduras coloridas y al dente ($ 2.800) fue lo mejor de la noche por su delicada sazón que hizo del sabor del pescado lo esencial del plato.” “Un sitio donde el costumbrismo culinario, internacional y criollo, se expresa de punta a cabo. Como antes.”

BEGOÑA URANGA
(20 diciembre) CILANTRO (Espoz 3125, Vitacura, fono 953 6210): “Un lugar sencillamente fantástico, lo más fashion de la plaza, estiloso a full, con un ambiente neoyorquino total.” “Muchas ensaladas orgánicas, ricas y creativas, como la de queso fresco en canastillo de trigo. Hay quiches, sándwiches en pan pita y ciabatta y deliciosos wraps.” “Los postres muy elaborados y como para olvidar cualquier dieta. Mucho chocolate –reconocido pecado femenino–, helados o un exquisito postre de manzana con salsa de toffee y crumble de almendras, acompañado de helado artesanal de vainilla.” “Definitivamente, un lugar de concurrencia femenina, donde no conviene ir sin producirse debidamente. Para ver y ser vistos. Lo que no le quita en absoluto el encanto logrado en la puesta en escena.”


PILAR HURTADO (Mujer, La Tercera)
OPEN CAFÉ & WINE BAR (Av. Vitacura 3875, Vitacura, fono 207 9659): “El concepto es genial: se trata de una tienda de vinos en la que, por un derecho a descorche mínimo ($ 1.900), se puede abrir y beber ahí mismo, acompañado de las tapas y platos que se sirven en el lugar (cordero, confit de pato; todo con un toque muy francés). El ambiente es muy entretenido y relajado. Tonos ladrillo, madera, negro y botellas vacías forman parte de la decoración. La música es tan importante como las pizarras donde aparecen las tapas y platos del día escritos con tizas de colores.” “La terraza estaba repleta de franceses, españoles y algunos chilenos que, poco a poco, nos vamos acostumbrando a estas nuevas formas de pasarla bien. Consumo promedio: $ 9.090 (copa de vino + pulpo + montadito champiñones + mousse)”