martes, 20 de diciembre de 2016

EL REGRESO DE DON EXE


 
¡SE VIENE LA NAVIDAD!

Heme aquí en espera de unos calcetines verde cata y un par de hawaianas que nunca he podido usar ya que los dedos de mis pies se resisten a sujetar un terraplén con un pedazo de goma entre el dedo gordo y el que le sigue. Pero regalos hay que hacer para Navidad y mi linda paquita se ha encargado de ello. Bueno, ella es feligresa del Parque Arauco y hace unos días me pidió la lista de los regalos que debía comprar… y el billete correspondiente.

Comencé a anotar los nombres de mis nietos. Mis hijos, prolíficos para la época, ya me tienen con siete nietos a estas alturas de la vida. Yo siempre los incentivé para que usaran forrito, pero parece que desoyeron mis consejos y se han dedicado a procrear como si el mundo se fuera a acabar. – Tú me acompañas - sentenció. -Yo compro pero tú vas a mi lado, corrigió.

No era cosa fácil. Odio los centros comerciales y todo lo que lo rodea. Ella ufana y yo taimado. No soporto perder el tiempo en trivialidades, pero ella insistió que la acompañara. Lo bueno: las lolitas con shorts y pechuguitas al aire que renovaron mi libido. Lo malo, negocios llenos donde nadie te atiende y pierdes tiempo.

- ¡Aquí no atiende nadie. ¿Qué hago para que me den pelota?
- Me extraña... ¿Quieres que nos atiendan en medio minuto?
- Si lo logras, te autorizo para que te vayas a tomar un trago y me esperes afuera, dijo escéptica.
- ¡Manos a la obra! -le comenté-, y como estábamos en un perchero con cientos de poleritas, comencé a sacar un gancho, mirar la prenda y botarla al suelo. Agarro otra prenda, la miro y la boto, tomo otra y boto, a la sexta prenda se acerca una vendedora.
- ¿Necesita algo el señor?
- La señora quiere comprar, le dije. -Yo voy por un aperitivo.

La pobrecita comenzó a recoger las pilchas que estaban regadas en el suelo mientras yo miraba a Sofía y con los ojos le decía que me había ganado el premio. – Será, me dijo. Te lo ganaste, pero antes una pregunta -¿Dónde aprendiste tanta maña?

- ¡La vida, querida… la vida!

Prácticamente arranqué del mall. O sea de su interior. Afuera hacía calor pero intuí que los merenderos que existían en las afueras tendrían aire acondicionado. Era temprano aun pero estaban repletos de clientes. Como eran tantos, me fui por el azar: ene, tene, tu, cape, nane, nu… y la suerte escogió la Trattoria Rita. Ese ambigú onda italiana sería mi asilo durante algunas horas.

- ¿Cuántos son?, me pregunta una linda chica (con mejores pechugas) que oficia de anfitriona.
- Uno, por el momento. Luego seremos dos.

La vi retirarse no con buena cara ya que las mesas eran para cuatro y no quería separarlas. La vi consultar un computador y comentarle algo al camarero que estaba tras la barra. Regresa al par de minutos y me dice que la siga. Efectivamente habían abierto una mesa en el altillo del boliche. -¿Qué se le ofrece al señor?

 Miré sus protuberancias y pensé en algo que no era lo adecuado.

- ¿Cómo hacen el Bloody Mary, preciosura?
- ¡Muy buenos!, contesta. ¿Lo quiere con tabasco y Worcester?
- Con todo, cosita. Y con una buena porción de vodka, lógico.
- En un momento, señor

Pensé que la ricura llegaría con mi cóctel, pero llegó un mozo con él. Preguntó si quería algo para el mastique pero preferí esperar a mi paquita. No tardaría tanto ya que es rápida para comprar.

Y así fue. Me llama y le cuento dónde estoy. Al par de minutos aparece llena de bolsas y asorochada por el calor. - Consígueme una mineral, por favor, vengo más seca que cañería de pirámide…

- ¡Vengo feliz!
- ¿Por?
- Es que me calenté y compré el regalo que tú me harás.
- ¿Cómo es eso?
- Cierto, Exe. Tú habrías llegado con un pañuelito para el cuello.
- ¿Y? ¿No te gustan?
- Tengo siete querido, y no ocupo ninguno. En cambio en la vitrina de Gacel encontré unos zapatos de todo mi gusto.

Ella comía pizza y una copa de rosé. Yo, pizza y otro Bloody Mary. Se me acabó el apetito cuando me contó que los zapatitos no eran chinos… sino ingleses.

- ¿Cuánto? Pregunté serio.
- ¡Menos de lo que valgo!, dice con propiedad. -Pero no te preocupes, los compré con tu tarjeta.

¡Como si una tarjeta de crédito fuera la panacea para todos los males! ¿Qué hago ahora con el pañuelito peruano que le compré en la feria del GAM?

Tiramisú y café express para ella. Nada para mí. Pedí la cuenta la que cancelé con los pocos pesos que me quedaban. Así es y será mi puta pascua. Calcetines, hawaianas, una botella de vermouth y unas lindas (por así decirlo) tarjetitas pintadas por mis nietos serán mis regalos. Mi paquita, de seguro, llegará con una billetera “para que guardes tus kilos de papeles y boletas sin importancia” - dirá, y yo encalillado todo el año para pagar los zapatitos. Pero algo me relaja. Esto les pasa a todos. Y el que reciba regalos más finos que los míos… que tire la primera piedra. Feliz Navidad

Exequiel Quintanilla