martes, 6 de marzo de 2018

LA COLUMNA DEL ESCRIBIDOR


 
BACO
Todo un clásico
A lo largo de mi vida –e independiente de mi oficio de cronista- he sido fan de varios bares y restaurantes que me atraen más de la cuenta. Desde el Café Paula, en la década de los 70; pasando por el bar Don Rodrigo, la comida chilena del Peyo, la italiana del Da Carla y otros imperdibles que ya no existen. Actualmente lo soy del Baco, un lugar del que no escribo regularmente ya que los sentimientos no van de la mano con la exaltación o la crítica gastronómica.

Ser fan es tener predilección y convertirlo en favorito. Es perdonarle los pecados –si los tiene- y conocer las normas de convivencia del lugar. Ser fan no es saltarse formalidades o reglas, por eso bien vale la pena recordar que hay que reservar mesa al menos el día anterior y conocer su código de vestimenta ya que para su dueño, Santiago no es un balneario. Ser fan no implica conocer al dueño pero si reconocer las caras de las recepcionistas, garzonas, mozos y parte de su púbico. Es saber que la gentileza es agradecida y premiada, ya que una copa de vino “por favor” es más económica y generalmente de buena calidad. A veces pienso que el Baco se hizo a punta de detalles: no hay chef, pero todos los platos salen exactamente iguales sea la hora que sea; no hay horario establecido para almorzar o cenar. Está abierto todos los días del año y no tiene fechas especiales, ni el día de la Madre, ni Navidad o Año Nuevo. Para el Baco todos los días son iguales y los precios también. Su gastronomía, de raigambre francesa, nunca desentona y la materia prima es de calidad. No hay gaseosas ni piscolas, pero a la larga hasta eso se agradece.

Nunca cambian la carta. Frédérick Le Baux, su propietario, agrega un par de platos a la carta de vez en cuando y no se equivoca. Platos como un maravilloso Foie gras poêlé con higos y habas o unas majestuosas machas a la meunieure que son prácticamente un vicio (¿Quién prohibió la mantequilla para cocinar?) Aun así, la carta tradicional sigue conquistando corazones (y bolsillos) ya que actualmente es uno de los mejores restaurantes donde la relación precio / calidad está en perfecto equilibrio, aunque sus precios ya no son los de antes.

Excelentes vinos y una carta de licores de gran calidad hace el resto. Impecables en el servicio (mozas muy bien vestidas y varones con terno negro que no aceptan propinas, algo inusual en nuestros restaurantes) son un plus en esto de la cordialidad y la coordinación en un comedor que aparte de ser grande, pasa repleto de clientes. Un equipo de gente profesional que da gusto disfrutar.

Muchas historias se han tejido del futuro de la empresa fundada por Frédéric Le Baux, el francés que aprendió el tema gastronómico siendo proveedor de la cadena McDonald’s en Francia y que llegó a Chile a manejar un negocio relacionado con la carga aérea. Lima, Punta del Este y varias locaciones en Santiago se han urdido tras el crecimiento de esta marca. Lo único claro que tengo en estos momentos es que el Baco original se mantiene en su dirección de siempre y que han comprado varios locales en Las Condes los cuales aún no deciden qué hacer con ellos. Tema que da para muchos comentarios, pero ese es otro análisis. Por el momento seguiré adicto a este lugar… a pesar de la genialidad  del francés, que en cualquier momento es capaz de sacar otro conejo del sombrero. (JAE) 

Baco: Nueva de Lyon 113 / 22231 4444