martes, 26 de mayo de 2020

MIS APUNTES



¿QUÉ TIPO DE BEBEDOR ES USTED?

“En la mesa y en el juego se reconocerá al caballero”. Lo decía mucho mi padre porque a él a su vez se lo decía su madre. Ante el vino pasa algo similar. Bien en una comida, y en una cata de vinos, cada cual se comporta acorde no sólo a lo que sabe de vino, si no a lo que le han enseñado en casa. Y sí, hablando de educación, hay cinco tipos de comportamiento claramente diferenciados: ¿No se ha fijado? Compruébelo en esta nota,
 











Baco en la tierra
No le gusta el vino. Quizá algún día le gustó. Pero no lo disfruta. Lo que de verdad le gusta es dar la matraca, demostrar todo lo que sabe, llamar la atención, centrar la conversación en torno a la “gran complejidad, madurez, fluidez, frescura y armonía de sensaciones que aporta el vino en boca” y similares, aunque a los demás les dé lo mismo. Además, si alguien dice algo sobre el vino él siempre sabrá más. Los hay en todas partes. Y sí, suele ser pariente suyo (por desgracia).

El fastidioso egocéntrico
Es del estilo anterior, sólo que su exotismo reside en su falta de empatía hacia el resto de comensales. Hablando de vino es capaz de hacer dormir al negro Piñera a las una de la mañana en una discoteca. Le preguntamos por una uva y analiza su ADN. Los bostezos por parte de sus interlocutores le animan más para así demostrar que existen siete tipos de color burdeos. Además, suele ser aficionado a hacer maquetas con fósforos de los edificios más famosos del mundo. Es una especie a encerrar.

El mojigato culto
Le molesta y lo hace ver. Sabe de todo, y de vino también, claro. Actitud hedonista, lleva bufanda y una novela rara bajo el brazo. Si las copas no le gustan pedirá que las cambien, al igual que devolverá el vino si no está a su temperatura adecuada o se indignará si la carta de vinos no es lo suficientemente cool. Se puede aprender bastante de él porque de saber, sabe, pero hay que bajarle los humos. Es una especie a investigar.

El gozador
Sabe. Y sabe que sabe, pero le da igual saber. No se nota. No habla del vino si no le preguntan y le da pena el fastidioso egocéntrico. Disfruta del vino, lo comparte, se ríe, come, se niega a pagar 13 lucas por un gin-tonic por mucha parafernalia que lleve y sabe hacer del vino un lugar común de entretenimiento. “Bienaventurados los justos, aquí hemos venido a disfrutar”, dice. Las novelas se leen en casa y las copas son un medio, lo importante es que el vino esté bueno y no sea muy caro. Es una especie a promocionar.

El Bukowski
No sabe ni quiere saber. Le da igual tinto, que blanco, que aguarrás. Que entone, es lo importante. Sigue saliendo de fiesta hasta las siete de la mañana a pesar de tener 53 años. Pero claro, viviendo en casa de sus padres, cualquiera. Ha bebido más vino que los cuatro casos anteriores, pero no es capaz de diferenciar un vino a granel de uno pasado por barrica. Es una especie en extinción.

Para pasar un buen rato o hacer una cata, lo ideal es dar con gente de entre el tercer y cuarto perfil. Bueno, eso creemos, no conocemos los vicios ni intereses de ustedes.