miércoles, 11 de marzo de 2009

OFICINA DE PARTES






OSADÍA
Carta abierta a Carlo von Mülhenbrock

Perdón Carlo. Me equivoqué. Pensé que tu proyecto Osadía no vería nunca la luz. Fueron tantos los atrasos e inconvenientes que incluso llegué a imaginarme que en vez de restaurante pondrían una sucursal high tech del BCI -con enanitos verdes, azules y amarillos vestidos de etiqueta y manejando un Audi- destinada a los conspicuos del barrio. Aun así tenía la esperanza de tu apertura. Un par de días antes de que abrieras las puertas te encontré solo y sentado en una de las sillas de la terraza. Estabas meditando o quizá dando gracias ya que todo el esfuerzo por fin se hacía realidad. El otro día pasé a conocer tu propuesta y me encontré con uno de los restaurantes más fastuosos que he conocido en el último tiempo. Parece sacado de las últimas revistas de diseño. Un acierto.

Tu desbordante imaginación traspasa los límites de la cocina. Aprovechar los jardines que rodean la casona plantando vegetales comestibles y algunas hierbas (aunque los desconocidos de siempre se las roben), habla muy bien de tus gustos e creatividad. Todo en su lugar y en su correcto color, me impresionó el aporte que hace el bar al concepto general del restaurante. Blanco y negro. Nada más. Tú me precisarás que es ostra y negro. Cierto, pero eso no altera para nada la imagen que estoy tratando de describir.

Neón, ostra, negro y lágrimas de cristal. Ese fue tu planteamiento para el diseño. Amplias y cómodas poltronas negras para que tus clientes tomen asiento y disfruten tu comida. Lo mismo se repite en el segundo piso donde los fumadores de siempre podemos estar más que cómodos. Tu cocina de última generación sorprende hasta el más avezado. Más aun, en el subterráneo de la casa (que ya no es casa sino restorán, como tú lo llamas), dos cámaras de frío guardan las materias primas que son porcionadas por verdaderas laboratoristas en un ambiente de higiene máxima. Arriba, y aun sin uso, están tus cavas de quesos y de vinos. ¿Te das cuenta Carlo que construir un restaurante es la nada misma comparado con conseguir patente de alcoholes? Espero que pronto puedas llenar esa cava con grandes vinos y otras delikatessen líquidas.

Tu terraza es sin embargo algo mágico. El día que te visité estaba repleta de gentes bebiendo y comiendo. Te propongo eso si un poquito más de iluminación para los que asisten en la noche. Por lo menos a mi me gusta ver qué como y los colores de la comida. No sería mala idea, aunque a tus clientes poco les importe cenar en la penumbra.

Como estabas medio desaparecido del mapa gastronómico santiaguino, no sabía como andaba tu mano en la cocina. El Osadía de Tobalaba ya es parte de la historia y tus pitutos en la Clínica de la Católica no sirven para probarte como el alquimista de las ollas que eras antes de tu incursión televisiva. A decir verdad, a cualquiera le habría picado el bichito de la TV. No te lo reprocho ni lo censuro. Y lo que tenía que suceder, tu regreso a las sartenes, ocurrió. Para bien de todos

Hasta cristalería propia tienes. Y me gustó. Blanco y negro (transparente y negro en este caso) se repite y es elegante y funcional. Tus copas son algo rococó pero diferentes al resto. Y eso entrega un valor agregado. Probé de tu cocina una genial versión de cebiche con machas (grandes y rosaditas, ¿dónde las conseguiste?), salmón y cebolla asada junto a granos de choclo peruano. El plato, sazonado desde la cocina, no necesitó condimento alguno para mejorar su sabor. Estaba perfectamente equilibrado (y no es un alabaré ya que no necesito hacerlo). Luego me sorprendiste con un magistral caldillo de congrio presentado en una olleta de fierro fundido y con ese gustillo a ahumado que tanto me agrada. Generosamente ofrecida, tu panera también es de otra dimensión. Si no fuera por que soy un fanático de la comida, iría a tu negocio sólo a comer pan con mantequilla.

Pero eso no fue todo. Una picaña a punto y blandísima acompañada de yuca frita y tomate asado fue el punto final a una nueva aproximación a tu comida. Acompañé la cena con copas de blanco y tinto que no vale la pena comentar ya que una vez solucionados tus problemas municipales tendrás una larga lista de ellos para beneficio de tus clientes. Fue una muestra representativa, obvio, pero me reencontré luego de un par de años con tu estilo y cocina.

El juego onírico no terminó allí. Una buenamoza anfitriona (¡buen ojo tienes!), me ofreció el postre y el bajativo en la terraza, justo en la hora en que la brisa calma los calores veraniegos. Probé allí uno de tus clásicos: un mix de dulces y confituras de gran calidad acompañado de un bajativo especial que me enviaste cuando supiste que yo estaba allí. Si te sirve de algo, bautízalo como el “von Mühlenbrock”. Pero ojo, luego de beberlo hay que retirarse en taxi.

Tu boliche vale un Perú. No cabe la menor duda que será un exitazo en la capital. Pocos pueden lograr la propuesta que estás entregando por estos días. Te pido mil disculpas por lo que pensé y agradezco que me hayas sacado del error. Y como soy jodido, sólo te cuento un detalle insignificante. Pequeñísimo. Ponle atención al restroom de hombres. Todos salpicamos para los lados, y como las cerámicas son negras, se nota demasiado. El resto, mis más sinceras felicitaciones. Un orgullo.

Un abrazo

Juantonio Eymin
(Fotos, Karla Berndt)
Osadía. Nueva Costanera 3677, Vitacura, fono 206 5549