miércoles, 11 de noviembre de 2009

LOS CONDULIOS DE DON EXE


LAS ROSAS DERRITEN
Un aniversario diferente

- No tengo ganas de comer pescado.
- Ni yo pastas, repliqué

Así de alterado comenzó el día del segundo aniversario de nuestro concubinato. Vivimos separados, pero concubinato al fin y al cabo. Y como ya tenemos el carácter típico de lo que llaman los años dorados, nos cuesta dar nuestro brazo a torcer. Pero cuando tenemos diferencias, como ésta, hemos descubierto una fórmula para solucionar los conflictos.

Un mediador: los naipes.

Jugamos canastón, una variante de la canasta que sólo se puede jugar entre dos personas. El que gana, manda; el que pierde, se queda calladito, no opina y hace lo que dice el ganador. Con ello hemos resuelto muchas desavenencias y esta vez sería para elegir el restaurante donde celebraríamos nuestro aniversario.

- Tenis cueva, me dijo cuando abandonó el juego. ¿Dónde iremos?
- A Infante 51, preciosa. Y te aseguro que lo pasaras divino.

Sonrió. Pero advertí un leve signo de socarronería en la sonrisa. Como la de la Gioconda. ¿Qué se traería entre manos?

- ¿Me visto de verano o de invierno, Exe? Mira que el clima está mas raro que pescado con hombros.
- Vístete como quieras guapa. Tú siempre destacas, respondí apurándola ya que la cita era a la hora de almuerzo.
- Vale, por lo de guapa, me dice al más típico acento español.

Llegamos cerca de las dos de la tarde al ambigú. Preguntamos por el sector fumadores y nos derivaron al segundo piso de una casona de estilo neoclásico y que debió pertenecer a algún millonario en épocas pasadas. Lindo y cómodo lugar. Mathy se sentó en la barra del bar del piso superior y pidió un jerez La Ina, uno de los buenos que elaboran en España. Yo seguí su juego. Rico jerez. Seco y con aroma a almendras. Ella comenzó a soltarse. – Te tengo un regalo, me dice al oído.

- Yo también guachita, pero te lo entregaré cuando regresemos.

En realidad no somos mucho de regalos. Menos en las fiestas como cumpleaños o navidades. Pero como intuía que ella me daría algo, me anticipé y también tendría su sorpresa. Cavilaba en eso cuando nuestro mozo se acerca para llevarnos a la mesa asignada. Mirando la carta nos percatamos que Infante 51 no sólo eran pescados, sino que había una larga lista de platos preparados con carne, arroces y demases (coloquialmente hablando).

Calamares a la romana para mí; pulpo a la gallega para ella. Vino blanco para ambos. De buena etiqueta, obvio. La fiesta es una vez al año. Como de costumbre, ella se comió mis calamares y yo su pulpo a la gallega.

- ¿Por quien vas a votar, Exe?

Sinceramente no esperaba una pregunta así. Poco amistosa para un día de aniversario. Bebí un sorbo de vino y respondí:

- Preciosa, la política no es mi fuerte. Me da lo mismo.
- Ya poh Exe, no seas así. Cuéntame. ¿Vas a votar por Peter Pan, el capitán Garfio o Campanita?

Ahí comencé a reírme. – Te faltó Smee, linda

- Ese es el lacayo del capitán Garfio, comentó. Como van las cosas, esta elección la ganarán los pingüinos de Madagascar, rió.

Andábamos de buen talante ese día. De fondo ella pidió unos ravioles rellenos con centolla y yo un rape en su salsa y papas doradas. Ahí no compartimos nada. El rape, un pez de las costas españolas, es la cosa más fea que se pueda ver como pez, sin embargo su carne, dura para ser un habitante de los mares, brilla por su sabor a crustáceos, parte de su dieta diaria y da la sensación de estar comiendo langosta. No es un bicho para comerlo todos los días, ni se puede encontrar en nuestras costas, pero bien vale la pena conocerlo. Así nadie nos pasara gato por liebre. Además estábamos almorzando en el local de Xabier Zabala, un vasco que sabe de pescados más que de su propia existencia.

Especiales los postres. No dudamos que debían ser diferentes. Helado de queso manchego y otro de roquefort y un sorbete de limón sutil con vodka. ¿Ricos?... No. Inolvidables.

Mathy me pasó su regalo cuando bebíamos un bajativo. Johnny para mi y Absolut tónica para ella. Un par de colleras de plata que me obligará a comprarme camisas ad hoc. ¿El de ella? Ojalá ya estuviese a esa hora en la conserjería de su edificio.

- Me las voy a poner el día de las elecciones. Bromeé
- ¡Ni te van a cachar por quien vas a votar!, respondió.
- El hábito no hace al monje, contraataqué
- Cierto querido… Pero aun hay mucho paño que cortar. De que hay segunda vuelta, como en las cuecas, la habrá. O sea, prepárate para esos días… De corbata, colleras y cagado de calor… me gustaría verte en la fila, rió.

Tenía razón. Mejor guardo las colleras para algún matrimonio (aunque este último tiempo he ido más a sepelios) y trataré de ir a votar con una camisa amplia de manga corta. Guayabera le dicen… en una de esas me confunden con un viejo revolucionario.

En su departamento la esperaban una docena de rosas. Seis blancas y seis rojas… No es que sea romántico, pero dicen que las rosas derriten…

Y fue cierto.

Exequiel Quintanilla

Infante 51: J.M. Infante 51, Providencia, fono 236 6771