martes, 8 de junio de 2010

LOS CONDUMIOS DE DON EXE




A IQUIQUE LOS BOLETOS

- ¿Tienes puntos en LAN?
- ¿Por qué, guachita?
- ¿Sabes? Hay una súper oferta para venir a Iquique. Desgraciadamente tengo que quedarme un tiempo más ya que a Martincito, uno de mis nietos, lo van a operar para bajarle un coquito…
-¿Y?
- Yo me quedaré acá hasta después de la operación, pero me encantaría que vinieras.
- ¿Y duermo en la casa de hija? Tú sabes que ella siente poca simpatía por mí…
- No seas necio, Exe, por supuesto que no… Te vienes un par de días y dormimos en un hotel. Acá está todo en temporada baja y no es necesario que vengas a la casa de mi hija. Vienes, lo pasamos chancho y te regresas. Así me recupero emocionalmente (¡!) y estaré en condiciones de estar con el crío cuando lo operen.
- ¿Le bajan qué?, insistí, molestándola
- Un coquito Exe. Bueno… una bola. ¿Me entiendes ahora?

No tenía puntos. A decir verdad con mi puntaje en LAN podría haber llegado con suerte a Rengo, pero llamé al mayor de mis hijos, que recién llegaba de un largo periplo por Europa para preguntarle si podría ayudarme con algunos puntitos para viajar a Iquique. Yo sé que se apiada de mí y aunque es medio avaro logro sacarle un par de lucas adicionales un par de veces al año. Así que feliz partí el martes siguiente a la capital del matute y del sol. Sombrero de fieltro, traje de lino y una pequeña maleta para estar dos días bajo las palmeras bebiendo diferentes sours.

A mediodía llegué a Iquique. Estaba nublado pero la temperatura era perfecta para mi traje de lino beige y mi camisa de color lila. Obvio que viajé sin corbata. Ella me esperaba en un aeropuerto nuevo y moderno. Nos subimos a un taxi –colectivo- qué se yo que dispuso el hotel para recogerme y partimos por el desierto camino a la ciudad. De pronto unos caserones indicaban que estábamos llegando a la civilización. –Es el sector de Los Verdes, me cuenta.

- ¿Viven los pacos acá?
- No Exe. Son mariscadores de Coquimbo que se vinieron a vivir a esta zona. Pescan y luego venden los productos en sus casas o restaurantes.
- ¿Vendremos?
- Ojala nos alcance el tiempo, me dice colocando sus ojitos como sólo ella sabe y cuando está pensando en otros avatares.

- Mira Iquique, me dice. ¿No crees que se parece a Miami?

Palmeras y edificios multicolores aparecen en mi vista. Realmente la ciudad ha crecido. Se ve bonita, limpia y ordenada. Más que mirar la ciudad, yo a esa hora tenía ganas de comerme un buen cebiche y un par de sours para cargar mis baterías. El taxi nos dejó en la puerta del Holiday Inn. Un parador de cadena que esta frente a la playa. Nos asignaron una habitación con vista al mar y mientras colgámabos nuestras ropas apetecí beber una copa de champagne como bienvenida a la ciudad. Llamé por teléfono a la operadora y pedí una botella.

-Lo siento señor. En este hotel no tenemos servicio a la habitación. Es más, me dice, tampoco tenemos bar en este hotel y si necesita algo tiene que llamar a alguno de nuestros restaurantes asociados…

Quedé perplejo. En mi juventud hasta en el más pichiruche motel del centro de Santiago lograba conseguir champagne. ¿Sería todo Iquique igual?

- Calma, guapo. Lo que pasa es que este es un hotel Express, o sea para dormir, trabajar y descansar. Luego saldremos a beber algo. Además, podemos pasar por el súper y ahí compramos los bebestibles que quieras… ¿Te gustaría ir a la Zofri?
- Linda. Yo quiero beber algo para iniciar. Donde sea, pero salgamos de aquí de una vez por todas.

Menos mal que cerca del hotel encontramos un ambigú que tenia buena pinta. Cantaba la Rana se llama y con poco público a esa hora. Después supe que los merenderos que están en la costa se llenan de noche y tienen – en invierno- poco movimiento durante el día, cosa que no me importo en lo más mínimo. Un catedral para mí, uno normal para ella. Dos cebiches para iniciar y cargar las pilas. El lugar, bonito aunque un poquito descuidado. Quizá en invierno hacen las restauraciones para la temporada turística. Buen cebiche y mejor sour. Repetimos porciones (de sour, obvio) aunque pequeñas esta vez y luego nos fuimos caminando por la costa hasta el hotel. Un reparador tuto nos haría bien en esta escapada casi juvenil.

Repuestos y con las tareas al día le pregunté donde iríamos en la noche a cenar. – te voy a llevar al Neptuno, dijo. Es uno de los mejores boliches de esta ciudad.

- ¿No has llamado al Coquito?, le dije.
-¿Qué Coquito?
- Tu nieto poh Mathy… La razón de que yo estoy en Iquique hoy.
- Eres un hijodeputa, me respondió. Un insolente, pero igual me alegro que estés conmigo estos días.

Comimos bien en el Neptuno. Otro cebiche y otro sour para comenzar. Luego dos corvinas “a lo pobre” y una botella de buen blanco. No podíamos ni respirar al salir. Taxi, hotel y tuto. Todo eso sería por el día martes.

Desperté cuando ella llamaba a su Coquito. Le dijo que no se preocupara y que todo estaba bien. Descargada su conciencia de ser una mala abuela nos levantamos y fuimos por el desayuno. No estaba malo. Podría haber estado peor pero ya me estaba acostumbrando al sistema Express. Pedí El Mercurio y se rieron de mí en la conserjería. Lo sentimos mucho señor, llega a mediodía con suerte. Acostumbrado a leer la prensa y el obituario diario) lo hice por Internet. Para algo que sirva la modernidad ¿o no?

Si en Santiago el Parque Arauco es imperdible, en Iquique es la Zofri. Llena de locales que venden de todo, nada convence ya que sus precios son similares a los de la capital. Pero hay que recorrerlo para sentirse parte del turismo iquiqueño. Pensé que mi medicamento para la presión podría estar más barato allí. Jaja. Estaba más caro. Una desilusión.

Almorzamos en el Wagon. Pareciera que es típico allá. Una gran casona que alberga mesas y más mesas y una comida de onda peruana con un toque zonal. Otro sour y como el cebiche ya me tenia chato, un merlín con salsa de huatacay. Rico bicho y bien preparado. ¿Vino? La oferta es escasa, pero de repente aparece una botella de un buen sauvignon de viñas boutique. De ahí, una pasada por la playa y colocar las patitas en la arena. De regreso, otra tarde de flojeo y esperar la ultima noche en una ciudad en que hasta los mendigos andan en su propio auto.

La última noche sería en el Kiru, el ambigú de moda de Iquique. Tanto, que hay que hacer reservas para asegurar una mesa. Para que se vayan ubicando, es casi una copia fiel de La Mar santiaguina y limeña. Lindo lugar y allí se junta toda la socialité de Iquique. Nos sentamos en un rincón y “pololeamos” un pisco sour de buena factura acompañado de un piqueo de chicharrón mixto. A esas alturas la comida peruana –que me gusta demasiado– me salía hasta por las orejas. Añoraba regresar a mis Lanzas queridas por un plato de callitos a la madrileña o una buena plateada con puré picante.

¿Hasta cuando te quedas?
¿Hasta que operen al niño y un par de días más para que se recupere.

Gracias al Coquito regresé solo a Santiago. Aterrizando en esta fría ciudad decidí llamar a alguna de mis musas para que me acompañara a comerme un charquicán con dos huevos fritos en Las Lanzas. Todas ellas jóvenes, aun no entienden mucho lo que significa un charquicán para este veterano. Ellas andan en la moda de los alimentos ecológicos y verdes; las transformaciones moleculares y las últimas locuras de nuestros cocineros. Pero más de alguna estará dispuesta a acompañarme. Aun tengo un par de semanas para salir con alguna de mis favoritas. Mientras Mathy se preocupa de su Coquito, yo haré lo mismo con mis musas. No sé la razón, pero cada día que pasa me siento más joven.

Exequiel Quintanilla
(Foto restaurante Kiru: Mónica Lowick-Russell)

Cantaba la Rana: Manuel Antonio Matta 2761, Península de Cavancha, Iquique
fono: 57 - 433433
Neptuno: Riquelme 234, Centro Iquique, fono 57 - 232 264
El Wagon: Thompson 84, Centro Iquique, fono 57 – 411 647
Kiru: Amunategui 1912, Iquique, fono 57 – 760 795
Hotel Holiday Inn Express: Av. Arturo Prat 1690, Iquique, fono 57- 433 300