miércoles, 30 de marzo de 2011

LOS CONDUMIOS DE DON EXE


ERA SÓLO UN PREMIO


- ¡Mathy… Mathy!


- No soy sorda Exe. ¿Qué pasa?

- ¡No lo vas a creer!

- Resume guacho… resume.


Por correo, cosa rara hoy en día ya que todo llega por mail, me estaban invitando –con acompañante- a un homenaje al chef francés Alain Nonnet, fundador de la Escuela Culinaria Francesa en Chile y recientemente nombrado Caballero de la Academia Culinaria de Francia. Hace años había estado en “Les Maitres” uno de los grandes comedores de la capital que sucumbió debido a los altos costos de operación, y esta vez los volverían a abrir para nosotros… ¡Qué orgullo!


- Como dirían los franceses, Mathy, estoy epaté.

- ¿Para que le pones tanto color?

- ¡Mathy!... es una ocasión única.

- ¿Tendré que comprar ropa nueva?

- No creo que sea para tanto.

- ¿Entonces?


De mi francés, sólo el bon jour y el comment ca va. El español de Nonnet peor que mi francés. Pero se le perdona. De los invitados, mucha gente importante. Por ahí divisé a un par de críticos gastronómicos de alto nivel, también al presidente y la gerente general de Achiga; más allá divisé a varios chefs de renombre, otros ejecutivos de empresas y un par de linduras que no voy a contarles quienes eran para que no me las ojeen. Mathy, vestida con una primorosa seda y tímida al principio, luego del espumoso de rigor, soltó su lengua y poco le faltó hablar en francés.


Un menú de seis tiempos nos esperaba. Por suerte nos sentamos en una mesa en que se hablaba español (o chileno) y no el galo que a veces (o siempre) complica. Ariel Belletti y Jorge Ortega, los capos de las cocinas de la Escuela, se mandaron un menú de esos para recordar por mucho tiempo. Todo casi en francés pero rico y elegante. Amayna y Corralillo para empujar la comida y una fiesta a todo dar. ¿Cómo es eso de un macarrón de foie gras?, preguntaba Mathy extasiada con los nuevos sabores que venían de la cocina.


- Pregunta sin respuesta, le adelantaba. Habrá que probarlo.


A buey viejo, pasto tierno, pensé cuando me involucré en una conversación amistosa con una chica que trabaja en una revista gastronómica. Linda ella. Mathy, percatándose de un affair que no era affair, me pegaba codazos al costado de la mesa. –“Para el escándalo” me dice cuando se levantó a incriminarme… ¡Podría ser tu nieta!, culminó.


¿Quién entiende a las mujeres? ¿Podría negarme a ofrecerle con mi tenedor un trozo de pastel de postre a una amiga? ¿Hay algo malo en ello?


Parece que si ya que aun no me hablan. – Voy al baño, fue lo último que escuché de ella cuando agarraba su cartera. No regresó al almuerzo. Después supe que había tomado un taxi para mandarse a cambiar. La chica de la revista gastronómica también se fue y finalicé tomando café con el presidente de Achiga. Mi francés es tan bueno que terminé despidiéndome de los anfitriones con un “tshüss” que parece que tampoco nadie entendió. No era mi día.


Cuando termino esta crónica ya he llamado veinte veces al teléfono de Mathy. Parece que: 1) No quiere contestar. 2) Esta fuera de servicio. 3) Esta empelotada 4) No le gusta que otras les pellizquen “sus” uvas. ¿Quién las entiende?


Tarea para la casa.


Exequiel Quintanilla