miércoles, 11 de enero de 2012

LOS CONDUMIOS DE DON EXE



MANDY, LA DEL MINI

Pido perdón a mis lectores ya que estuve unos días fuera de las pistas. Supe que el jefe andaba emputecido conmigo. Llamó a Mathy a Iquique para saber de mi vida y ella le respondió que hace semanas no sabía nada de mí. Llamó a Sofía, mi paquita, y tampoco. Lo mismo le pasó con todas mis amigas: nadie sabía nada y tendré que darles explicaciones a todas mis chicas gracias a la paranoia de mi jefe.

A ustedes les cuento lo real: ME ABDUJERON.

La víspera del Año Nuevo me tenía algo depre. Mathy en Iquique, la paquita trabajando, la peruanita en su país, la morocha en Colombia y mis otras amigas lo pasarían con su familia y maridos en casa. Por lo tanto mi cambio de año estaría más aburrido que acuario de almejas. Como andaba con algunos pesitos, regalo de mis hijos para Navidad, decidí, por lo menos, almorzar el 31 en un buen tugurio. Me habían comentado que El Bohío del Sheraton era una delicia que bien valía la pena ya que la piscina se llenaba de gringas y brasileñas ricas y con suerte vería una azafata en topless. ¿Almuerzo con valor agregado?... ¡démosle!, pensé y me puse mi ambo de lino verdadero (esta viejito pero sobrevive), una camisa lila, mi sombrero panamá y partí por la propuesta. Tiempo que no estaba en el Sheraton. Está todo cambiado y se ve lindo. Le pago al taxista la carrera y voy directo a la piscina. Tenían razón mis amigos lachos. Mucha gringa, harta mulata y una que otra chilenita tostándose al sol. Pedí un campari tónica y me quedé sentado en una de las mesas cercanas a la pileta mirando piernas, pechugas y traseros.

¿Hambre? Para nada. Estaba alimentando mi lujuria y no me percaté que el lugar se había repletado de público. Mi mesa, estratégicamente ubicada, era la única que aun tenía una silla vacía. Al rato veo que se acerca el maître del lugar y me consulta si me molesta que comparta la mesa con una pasajera que desea almorzar ya que está todo repleto.

- Si gusta, me retiro, le comenté
- No es necesario, dijo. Yo a usted lo ubico y sabe que acá es bienvenido.
- Está bien, respondí. Tráigala.

Era una ricura. Envuelta en un pareo que dejaba a la vista muchos de sus atributos se presenta.

- Perdona, pero el mozo me ofreció este lugar. Soy Mandy. ¿Y tú?
- Exe, respondí.
- ¿Te molesta que almuerce contigo?

Le miré sus pechugas, luego sus ojos y le hice un brindis. – Por favor… esta mesa es tuya.

- ¿Tu no almorzarás?
- No Mandy. Tengo una gran cena esta noche, mentí.
- Yo sólo me comeré un plato ya que en una hora me largo de aquí.
- ¡Suerte la tuya!

Conversamos de todo y nada mientras ella le daba el bajo a un gran plato con ostras y otro con salmón, cebiches, calamares, tomates y mozzarella y cuanta cosa fría que encontró en el buffet. Bebió agua mineral, cosa que me desconcertó. Yo estaba en mi segundo campari y en cada momento que la miraba la encontraba más rica.

-¿Sólo agua mineral?
- Es que viajo Exe.
- ¿Hoy?
- En un rato.
- ¿Y donde vas?
- A Mendoza. Por eso no bebo nada. -¿Quieres ir conmigo?
- ¿A Mendoza?
- Obvio Exe. Pasamos unos días allá y luego regresamos. ¿Tienes tu cédula de identidad al día?

Si a eso no le llaman abducción, no sé que otro nombre ponerle.

Entre pasar Año Nuevo acá, solo y aburrido o pasarlo en Mendoza con este tremendo ejemplar de mujer, no había por donde equivocarse. Mandy tenía un Austin Mini del año y descapotable, uno que no había visto nunca.

- Ponte el cinturón, me ordenó, tenemos que estar a las ocho de la noche en Mendoza.

Salió del Sheraton, agarró la autopista de Vespucio y de allí enfiló a una velocidad increíble hasta Los Andes. Como hacía un calor de los mil demonios, subió la capota del convertible y seguimos a la frontera con aire acondicionado. Ahí me contó parte de su vida. Era heredera y actual propietaria de tres hoteles parejeros en Santiago y dos en Mendoza. –Pero no te preocupes Exe, ni siquiera los visito. Mi papá dejó un directorio para mantener el negocio funcionando. A mi me llegan las utilidades solamente.

¡Qué negocio! Y pensar que yo voy a Mendoza con veinte lucas en el bolsillo y ella paga todo con American Express Platinum.

A las siete y media de la tarde estábamos entrando al estacionamiento del Sheraton Mendoza. Pidió su habitación y le dijo al recepcionista que necesitaría otra para mí. Pasé mi cédula y de regreso nos entregan una llave/tarjeta para cada uno. Mandy solicita una botella de espumoso rosé de Cruzat y algo para picotear… cosa que agradecí sinceramente ya que el camino había sido largo y mi barriga estaba quejándose.


Fuimos a cenar a La Bourgogne, el boliche que tiene en Mendoza Jean Paul Bondoux, el mismito del NoSo del W Santiago. Dieron las doce y me fui de abrazo y beso cuneteado. Regresamos a las 3 de la mañana al Sheraton y para qué decirles que no alcancé a conocer mi habitación. El grave problema es que al día siguiente estaría todo cerrado y yo viajé sin ropa de recambio. Le conté a Mandy y me dice riéndose.


- Cagaste Exe, eso te pasa por caliente. ¡Menos mal que no eres mujer! Estarías lleno de cabros.


Desayuno de lujo en la habitación. Ducha y desodorante de mujer en mis alas. Luego fuimos por unas pastas frescas al restaurante Acequias del mismo hotel y después un relax en el Spa (eso del relax lo inventé yo para que mientras me masajeaban, lavaran y secaran mi ropa. De noche, al casino. Yo jugué 10 luquitas y me duraron menos de lo que dura un perro en misa. Mandy ganó lo suficiente como para pagar el hotel y beber champagne francés. Al menos así no me sentía cafichándola.

Hace calor en Mendoza. Con razón nuestras costas se llenan de argentinos en enero. Al día siguiente y de noche ya, caminábamos por Sarmiento, esa calle peatonal llena de árboles y de pequeños restaurantes donde se concentra parte de la vida mendocina. Con ropa nueva y mocasines ad hoc, me sentía en la gloria. Fuimos al 1884 de Francis Mallmann donde comimos chivito; también trucha ahumada en el Azafrán y unos enormes bifes chorizo en los céntricos boliches de la ciudad. Pero como todo debe terminar, el miércoles veníamos de regreso a la capital chilena.


Pasó a dejarme al departamento. Se puso seria cuando llegamos. –Exe, me dice. Desde hoy en adelante ni tu ni yo nos conocemos. No soy quien te dije que era. Fuimos felices cuatro días y eso me basta y debe ser igual para ti. No me mereces y yo tampoco te merezco.
Me da un corto beso y bajé de su auto sin entender nada. Ella arranca su coche y se pierde en una tarde calurosa en su convertible con el pelo al viento...

- ¡Me abdujeron jefe?
- ¿Se puede saber quién?
- ¡Ojalá yo supiera, ya tendría este puzzle solucionado!
- ¿Fumaste algo raro?
- No, jefe. Créame por alguna vez en su vida
- ¿Te creerá la Mathy o la paquita? Yo que tú, les cuento una historia más creíble.
- ¿Ésta no lo es?
- Creo que estas delirando Exe. ¿Estás seguro que tienes la cabeza buena aun?
- ¿No me cree?
- Ni cagando, Exe. ¿Me lo demuestras?

Si el jefe no me cree, menos lo harán mis chicas. Tendré una dura semana para explicarles lo inexplicable. ¡Dios se apiade de mí! Aun no comienza el año y ya la cosa se está poniendo peluda.

Si algún día se encuentran con un mini del año, rojo y descapotable, con una rubia manejando, avísenme. Será la única forma para convencer al resto que esta historia fue real.

Exequiel Quintanilla

Hotel Sheraton Mendoza, Primitivo de la Reta 989, Mendoza centro, Argentina, fono (0) 261 441 5500