martes, 7 de agosto de 2012

LA COLUMNA DEL ESCRIBIDOR

BASÍLICO
Nuevos dueños y nuevo desafío

Se me hace difícil escribir del Basílico ya que tengo varios argumentos en pro y en contra de este emprendimiento de la Av. Nueva Costanera. El sector (o la calle) se avizoraba hace un par de años como uno de los lugares con mayor plusvalía gastronómica dado el éxito que tuvieron los primeros restaurantes que se instalaron en la zona. Muchos pensaron que el dicho “la plata llama a la plata” era la razón más valida para instalarse en un lugar donde los precios de los arriendos superaban la media. De la nada, y es seis meses, Nueva Costanera se convirtió en un barrio gastronómico. Pero algo falló.

Posiblemente sea el eterno discurso de que los empresarios gastronómicos se apoyan más en un arquitecto y a la “tincada”, que a la visión de los profesionales de la gastronomía. Muchos se transforman en empresarios gastronómicos pensando que la panacea está detrás de un buen plato y de una bonita arquitectura. Pero en éxito nada tiene que ver con esa visión romántica de la restauración.

Le paso al Basílico, cuyos primeros propietarios (y autores) era una mamá, galerista de arte y su hijo, director de televisión. Ambos le pusieron todo el empeño para sacar adelante un negocio que en definitiva no pudo llegar a ningún puerto. No era problema de menú, ni de chef, ni de calidad. Ellos sencillamente no conocían el negocio.

A tiempo se dieron cuenta e hicieron la pérdida.

Larga introducción para contarles que el Basílico cambio de propietarios y ahora los hermanos Castro Facco, con experiencia en restaurantes, se hicieron cargo de lugar. Poco o nada ha cambiado visualmente desde los primeros tiempos aunque ya se perciben diferencias en la cocina. Francisco Roré, ex chef ejecutivo del Museo de la Moda y Andrés de la Iglesia en los fogones se alternan almuerzos y cenas. El espíritu original aun no cambia completamente y se mantienen platos de la primera carta del restaurante original que abrió sus puertas poco antes del sismo de febrero del 2010. De esos entonces se conservan las entrañas con salsa de queso azul (13.100) que son para compartir, y la trilogía de cebiches (11.900), de gran éxito hace un par de años.

Disfruté un tártaro de res (6.500), que es parte de la nueva carta del Basílico y una sabrosa crema de zapallo, zanahoria, jengibre y leche de coco. Para beber, jugos variados (de buen calibre y calidad) y una carta de vinos que bien necesita una asesoría externa. La oferta gastronómica debe ir de la mano con los vinos y acá poco se cumple con esta premisa.

Fondos diversos de dulce y agraz. Me encantó un risotto (que realmente no lo era aunque estaba elaborado con arroz basmati) de osobuco y médula (10.200); rico también el Congrio con ragú de quínoa (10.900) y mala nota para un Salmón en costra de oliva (10.900) acompañado de un puré de brócoli. Me cuentan que el congrio es un exitazo en el lugar y les respondo que todo depende del cristal con que se mire. Lo cierto es que no estamos hablando de platos económicos ya que la media está a nivel de los buenos restaurantes de la capital. Aun así, entre aciertos y errores, los hermanos Castro Facco, tienen un diamante en bruto al que le pueden sacar tremendo provecho.

El lugar es lindo y atractivo. Como pueden ver, los precios son altos ya que tienen convenios con la prensa que les obliga entregar un 25 % de descuento, cosa que en la actualidad es un desajuste tremendo para los negocios gastronómicos. Aun así, se están esmerando en buscar (y encontrar) el nicho necesario para el negocio. Al fin y al cabo, el Basílico podría tener buena vida. Hay ideas, ambiente y una gastronomía en potencia. En Nueva Costanera es difícil triunfar y los nuevos dueños están al tanto de ello. Si le ponen empeño y buscan las fórmulas para crecer, es posible que estén al otro lado. Si la aventura la toman como un pasatiempo, la Avenida Nueva Costanera es muy caprichosa y no todos salen bien parados de estos emprendimientos. (Juantonio Eymin)

Basílico: Av. Nueva Costanera 3832, Vitacura, fono 228 9084