miércoles, 24 de octubre de 2012

LA COLUMNA DEL ESCRIBIDOR

LA ESQUINA DE DIOSES


Alex Dioses es una sandia calada, comentó un amigo cuando le conté que escribiría una nota de La Esquina de Dioses, su nuevo proyecto después de dejar La Mar, cebichería que lo hizo saltar a la fama en Chile. Alex llegó de Lima de la mano de Gastón Acurio y se convirtió en uno de los grandes. Tiempo después vio la oportunidad y la necesidad de independizarse e instaló en un pequeño y oscuro local de Bellavista su primer emprendimiento personal. Ahí he legado varias veces y me convencí que en esto de la comida peruana en Chile, aun hay mucho paño que cortar.

Alex es un buen cocinero y a la vez tremendamente creativo. Como el lugar es pequeño y la cocina también, decidió implementar una pequeña carta que se ajusta diariamente de acuerdo al mercado. Cebiches, causas, sopa del día, lomo, arroz y tallarines, como un fiel reflejo de la comida casera peruana. Y a ello le sumó un bonus track: los clásicos anticuchos de corazón, que por alguna histórica razón nunca se habían vendido masivamente en nuestro país.

De mis visitas, aluciné con los anticuchos anteriormente descritos (1.990 c/u). Marinados a la perfección, me atrevo a decir que se convertirán en uno de los platos del año. Ricas sopas del día: en una de mis andanzas disfruté el Aguadito (6.500), una sopa de pescados y mariscos al cilantro que tenía un increíble sabor. Para amenizar, pisco sour elaborado con pisco Viñas de Oro y limones de pica (2.500).

Equilibrados cebiches (4.990) y causas de gran factura (3.990) hacen de las entradas un festín. Si aun queda apetito, escoja un lomo saltado, un arroz con mariscos o unos espaguetis huancaína, cada uno a $ 6.990.

Mozos peruanos para una atención gentil y presurosa. Aun quedan en el lugar resabios del anterior restaurante que dejó de herencia unas eclécticas sillas de color plateado y unos plasmas que emiten las transmisiones del canal Gourmet. La Esquina de Dioses es pequeña, posiblemente se desborde cuando pasan de los cuarenta comensales, pero la onda que transmite el lugar traspasa dificultades. Podría crecer aun más, pero eso daría pie para matar la gallina de los huevos de oro.

Buena mano en la cocina a pesar que Alex no siempre está allí. Me cuentan que un ex cocinero de los buenos tiempos del Mare Nostrum maneja el lugar en esas instancias. La carta de vinos es escueta, sencilla y fácil de entender. Tampoco se requiere más. Las cervezas, tan ansiadas cuando se come picor, cinco variedades aunque manda la Cuzqueña. La afamada Inca Cola… no la vi. Aun así, creo que La Esquina de Dioses es el primer ejercicio serio de comida sencilla peruana en Chile. En el Perú le llaman huariques, acá le llamamos cocinería. Una oferta simple pero efectiva y una relación precio calidad que pocas veces se ve en Santiago. ¿Será por eso que a un mes de su apertura no da abasto?

Tres mil pesos los postres: Arroz con leche, suspiro limeño y mazamorra morada entre ellos. Preparados como en el Perú en gruesas copas de pié bajo. Sin desmerecer la calidad, pienso que es el punto bajo del restaurante. Pero con lo ya comido y bebido, los postres son un mero trámite.

Hay que agradecer un par de cosas más: de partida, acá no abusan de los camarones, algo tan peculiar en los restaurantes peruanos que existen en Chile. Los hay, pero en su justa proporción. Más aun, en sus platos el Ají no Moto es un resaltador del gusto y no un milagro. Lo usan, pero destaco la mesura con que utilizan este producto. Personalmente, el Ají no Moto se me queda pegado en lo profundo del paladar, cosa que en este lugar no sucede.

Raya para la suma: resultado positivo. Números azules para una comida que sin ser de mantel largo, dan ganas de repetir una y otra vez. Es de esos restaurantes que se piensa regresar rápidamente para seguir degustando las diabluras de Dioses. Es barato y ojalá lo siga siendo. Armaron un concepto gastronómico que es diferenciador y de todo gusto. Es de esperar que a sus socios no les atraiga el bichito del dinero fácil, ya que todo se iría a buena parte.

Salgo contento de La Esquina de Dioses (que no está en una esquina). Contento a pesar que se habían agotado las Cuzqueñas y la música que se escuchaba desde los parlantes era electrónica y no peruana. Contento ya que no me molestaron las sillas plateadas ni lo pequeño del lugar, que me obligó esperar veinte minutos en la barra para que se desocupara una mesa. Contento por lo que comí y aun más por lo cancelado.

Realmente La Esquina de Dioses es una sandía calada.

La Esquina de Dioses: Constitución 143, Barrio Bellavista, fono 247 3010