martes, 2 de diciembre de 2014

MIS APUNTES


HOTELES DEL MUNDO CON HISTORIAS Y LEYENDA

En este artículo descubriremos algunos hoteles por cuyas habitaciones han pasado todo tipo de personalidades y personajes y entre cuyas paredes se ha escrito la historia del mundo contemporáneo. Muchos de ellos son viejas glorias que han sufrido el paso del tiempo pero otros han permanecido intactos hasta el día de hoy. En ellos se han escrito libros, se ha revolucionado el mundo de la moda y se han cambiado las fronteras. Se ha reído y llorado pero, sobre todo, se ha vivido. Y aún tenemos la oportunidad de pisar el mismo suelo que pisó Rockefeller, Agatha Christie o Frank Sinatra. Fueron –y siguen siendo- los tiempos de oro de la hotelería de lujo, algo cotidiano para el siglo XXI, pero en esos años dormir en un hotel de esta categoría era el sueño de todos, algo que sólo algunos lograban. (JAE)

Ritz, París era una fiesta
El Ritz, en plena Place Vendôme, más que un auténtico palacio, que también, es una pieza insustituible de la historia de París. Antes de que Hemingway lo convirtiera en su segundo hogar –hasta cuentan que fue su barman quien inventó el Bloody Mary para que la mujer del escritor, que se llamaba Mary, no tuviera forma de oler el alcohol que acarreaba en sangre–, su bar ya había sido territorio habitual de Jean Cocteau, Sartre, Scott Fitzgerald o Marcel Proust, quien en su lecho de muerte mandó a su chófer a buscarle una cerveza bien fría del Ritz. Fue también en este hotel, inaugurado en 1898 por el suizo César Ritz donde Coco Chanel instaló su hogar durante más de tres décadas. En él iniciaban su romance Audrey Hepburn y Gary Cooper en la película Ariane de Billy Wilder y en su Suite Imperial disfrutaron su última velada la princesa Diana y Dodi Al-Fayed antes de su fatal accidente.

Hotel Danieli,  su señoría de Venecia
Son tres palazzos frente a la laguna, a escasos pasos de la Piazza San Marco. El más antiguo, del siglo XIV, provoca un encuentro turbador con el peso de la historia entre sus salones saturados de maderas, estucos y mármoles, la opulencia recargada de sus estancias, la señorial escalera que conduce a las habitaciones o los sonidos de los vaporettos que se funden con la música barroca de la terraza del ático, abierta en cuanto el tiempo acompaña y dueña y señora de unas vistas que emocionan. El friulano Giuseppe Dal Niel, apodado Danieli, alquiló en 1822 la segunda planta de este palazzo, perteneciente a la familia Dandolo, para abrir un hotel. Su éxito fue inmediato y solo dos años más tarde conseguía adquirirlo entero, transformándolo en el más elitista y cosmopolita de los alojamientos de la ciudad. Aquí se han alojado desde Dickens, Wagner, Proust o Balzac hasta Goethe, Truman Capote y el sultán de Brunei. En sus habitaciones vivieron escandalosos romances George Sand y el poeta Alfred Musset, así como la actriz Eleonora Duse y un entonces jovencísimo Gabriele D’Annunzio, y en uno de sus bailes de máscaras se cruzaron por primera vez Aristóteles Onassis y María Callas.

Pera Palace, el Estambul del Orient-Express
Se necesitaba un palacio para alojar a la flor y nata europea que llegaría a Estambul en los días de gloria del Orient-Express, y este palacio art nouveau de regusto oriental no fue otro que el Pera Palace, inaugurado en 1895 y, tras décadas de decadencia, devuelto a todo su esplendor hace un par de años por los petrodólares del grupo Jumeirah. Cerca del Cuerno de Oro de la despampanante capital otomana, no lejos de su vieja estación de tren, este hotel, que contó con luz eléctrica, agua caliente y ascensor antes que las élites locales, está inevitablemente asociado a Agatha Christie. La novelista, que fue su huésped entre 1926 y 1932, supuestamente escribió Asesinato en el Orient Express en la habitación 411, que por supuesto sigue llevando su nombre, al igual que su actual restaurante. Pero desde luego no es la única celebridad que se ha visto desfilar en este antaño epicentro de la vida política y social de esta orilla del mundo. Entre las testas coronadas, el rey Eduardo VIII o el emperador Franz Joseph, y del mundo de la cultura, desde Sarah Bernhardt y Pierre Loti hasta Alfred Hitchcock, Hemingway o la Garbo; muchos de ellos poseedores de una suite en su honor.

Waldorf Astoria, el ascenso de Nueva York
El espíritu del éxito, la escultura de Nina Saemundsson que preside su entrada en Park Avenue, lo dice todo. Hubo otro Waldorf y otro Astoria anteriores, que acabaron uniéndose y posteriormente derruyéndose para levantar en su lugar el Empire State Building. El nuevo, erigido en solo dos años sobre una manzana entera del Midtown neoyorquino, abrió sus puertas en 1931. Fue el primer hotel-rascacielos del planeta y no se escatimaron medios para vestirlo como merecía. Aún se conservan viejas fotos de cuando Xavier Cugat y su orquesta ambientaban las Noches Latinas en su terraza Starlight Roof, de los primeros tragos legales que se sirvieron en su Lounge Café al ser abolida la prohibición, de la fiesta que Grace Kelly y el príncipe Rainiero celebraron para sellar su compromiso o del mareante vaivén de celebridades que ha visto desfilar a lo largo de su historia. Testas coronadas, estadistas, artistas o mafiosos. Por el Waldorf ha pasado de todo. Lo han visitado desde Nikita Kruschev hasta el sha de Persia, desde JFK hasta la mujer de Chiang Kai-Shek, el emperador de Etiopía Haile Selassie y el Papa Pablo VI. Aquí almorzaron –juntos, se entiende– Reagan y Gorbachov, o el primer ministro israelí David Ben Gurion y el canciller alemán Adenauer. Si sus paredes hablaran, dejarían, seguro, más de una frase para la historia.

Beverly Hills Hotel, Los Ángeles farandulero
El 7 era al parecer el bungalow favorito de Marilyn, aunque dicen que fue en el 20 donde vivió con Yves Montand –casada ella con Arthur Miller y él con Simone Signoret– un nada discreto romance tras el rodaje de, casualidades de la vida, Let’s Make Love. Tampoco Clark Gable y Carole Lombard se escondieron demasiado a su paso por el Beverly Hills Hotel antes de que él obtuviera su divorcio y pudiera llevar a su gran amor al altar; mientras que la fijación de Elizabeth Taylor por su bungalow número 5 sería cosa de hacérselo mirar. De sus siete bodas, celebró en él nada menos que seis lunas de miel. Además de fotos para la historia, como la de Faye Dunaway posando la mañana después de ganar el Oscar junto a la piscina y Marlene Dietrich saltándose la norma que prohibía a las mujeres ir en pantalones al restaurante, los caprichos del magnate Howard Hughes que vivió en el hotel durante casi tres décadas y acabó pasando por decenas de sus habitaciones; la semana de encierro de John Lennon y Yoko Ono en el bungalow 11, las sesiones etílicas de Humphrey Bogart, Frank Sinatra, Dean Martin o Sammy Davis Jr. en su Polo Lounge, o las persecuciones de fans a unos Beatles en la cresta de la ola.

Raffles de Singapur, la joya de la corona
Aunque no se haga noche en alguna de las 104 suites de esta leyenda hoy declarada Monumento Nacional, habrá por lo menos que acercarse a tomar un Singapore sling a su Long Bar, el único lugar en esta pujante, vanguardista e hiperestricta en lo referente a la higiene ciudad-estado en el que se permite manchar. Sus visitantes se divierten lanzando al suelo el pop corn que sirven los camareros, ataviados como en los días de la colonia. Y es que su aristocrático edificio blanco rodeado de verandas y jardines tropicales es casi todo lo que queda de aquellos días en este epicentro de los negocios del Sureste asiático atestado de rascacielos de diseño. En aquellos años, en los que todavía no se permitía el acceso a los asiáticos, pasaron por allí desde Chaplin hasta Maurice Chevalier o Jean Harlow. Si durante la II Guerra Mundial, caída la ciudad en manos de los japoneses, el Raffles se convirtió en un campo de refugiados, su renacer en los 50 vio desfilar a primeras estrellas como Ava Gardner o Elizabeth Taylor. Su museo, abierto al público, recoge muchos de los recuerdos de la época en la que el Raffles fue el hotel más lujoso al oeste del Canal de Suez.

Victoria Falls Hotel, la gran dama de las cataratas
El sueño de Cecil Rhodes de unir por tren los 8.000 kilómetros que separaban Ciudad del Cabo y El Cairo necesitaba de un gran hotel a la altura, cómo no, de estas grandiosas cataratas de casi dos kilómetros de largo por las que, cuando el río va crecido, llega a derramarse hasta medio millón de litros de agua por segundo. Dos de las hijas de la reina Victoria, las princesas Victoria y Elena, fueron los primeros miembros de la realeza que se instalaron en esta gran dama que dista apenas un mínimo paseo de las cataratas. Les seguirían en las décadas sucesivas el futuro Eduardo VIII, la princesa Marie Louise Schleswig-Holstein, nieta de la reina Victoria, y en 1947 la corona británica al completo: Jorge VI y la después conocida como Reina Madre con sus dos hijas, Margarita e Isabel, la actual monarca, que durante aquel viaje a la antigua Rhodesia celebró su 21 cumpleaños. Fue el primer viaje oficial al extranjero después de los estragos de la II Guerra Mundial. Acudir a tomar el té en sus salones y verandas, adornadas de columnas y candelabros, es la mejor forma de asomarse a lo que queda de aquellos días mientras se escucha perfectamente el estruendo de estas cataratas que, desde mucho antes, se llamaban Mosi-O-Tunya, “el humo que truena”.

El Negresco de Niza
Su edificio de la Belle Époque, alzado justo hace un siglo en pleno Promenade des Anglais, fue un auténtico imán para esa aristocracia europea que dilapidaba fortunas en el cercano casino de Montecarlo y que estrenó el turismo en la siempre elitista Costa Azul. Convertido en hospital durante la I Guerra Mundial, corre el rumor de que la característica cúpula rosa que lo corona emulaba a uno de los pechos de La Bella Otero.

 
Claridge’s de Londres
“Yo no quiero ir al cielo, quiero ir al Claridge’s”. La frase es de Spencer Tracy, aunque bien podrían haberla dicho muchos otros huéspedes de esta institución que en el Londres victoriano llegó a contar con incondicionales como la propia reina Victoria. Durante la II Guerra Mundial alojó a tantas familias reales en el exilio que al parecer un diplomático llamó en una ocasión a recepción pidiendo que le pasaran con el rey y, con la clásica flema inglesa, del otro lado del teléfono se oyó un “por supuesto, señor, pero, ¿con cuál de ellos?”.

Hotel de Paris de Montecarlo
La idea de la Société des Bains de Mer de construir un casino para atraer a la alta sociedad del momento debía ir acompañada sí o sí de algún alojamiento a la altura. El primero de ellos fue el Hotel de Paris, inaugurado en 1864. A los dos meses de su apertura ya estaba lleno: zares, emperatrices, presidentes, escritores, espías… todos recalaban por aquí. Un cronista de la época llegó a contabilizar 700 kilos de ternera, 14 corderos, 150 docenas de ostras y 1.400 botellas para satisfacerlos en un solo día.

Old Cataract de Asuán
Tras tres años de cierre por reforma, hace un año reabría sus puertas esta vieja gloria, asomada desde 1899 a la curva más fabulosa que traza el padre de todos los ríos por el desierto de Nubia. En sus terrazas se planearon no pocas expediciones de egiptólogos y aventureros por el país de los faraones. Desde Rommel o Churchill hasta Agatha Christie –quien escribió aquí Muerte en el Nilo– se enamoraron de él, y el III Aga Khan, cuya fortuna le habría permitido elegir cualquier otro lugar del mundo, se decantó por el Old Cataract para su luna de miel.

 

Mount Kenya Safari Club
A bordo de los Rolls Royce tapizados en piel de cebra que William Holden ponía a disposición de sus invitados llegaron unos todavía enamorados Ava Gardner y Frank Sinatra, o Deborah Kerr y Stewart Granger durante el rodaje de Las minas del rey Salomón. Cuando el protagonista de El puente sobre el río Kwai abrió en los años 50 este refugio ubicado a los pies de la segunda cumbre de África, no se hicieron aguardar las celebridades de Hollywood. Muchos de sus recuerdos y antiguas fotos lucen por sus terrazas y salones a la vista de sus huéspedes de hoy.

 

El Nacional de La Habana
Por este emblema de los años 30 de la capital cubana han pasado, entre tantísimos otros, desde Winston Churchill o Alexander Flemming hasta Marlon Brando, Rita Hayworth, Robert Redford, Robert de Niro, Steven Spielberg, Coppola o Roman Polanski. Sin embargo, su peripecia más sonada fue la cumbre de mafiosos que, en tiempos de Batista, celebró en él lo más granado del hampa estadounidense. En ella, en la que por cierto hasta cantó Frank Sinatra, se pactó el asesinato de Bugsy Siegel y Lucky Luciano salió coronado como rey del crimen organizado.

 

The Oriental de Bangkok
Se convirtió en fiel sinónimo del lujo asiático nada más abrir sus puertas a orillas del río Chao Phraya allá por el 1876. Muchas de sus suites llevan el nombre de los muchos escritores que a lo largo de su historia encontraron inspiración en él, como Joseph Conrad, Somerset Maugham, Noel Coward, James Michener, Graham Greene, Barbara Cartland, John le Carré, Gore Vidal o Norman Mailer, entre otros tantos más.

 

 
 
The Peninsula de Hong Kong
Lleva oficiando como gran dama del Lejano Oriente desde su apertura en 1928. Por The Pen han pasado desde el maharajá de Jaipur hasta el boxeador Muhammad Ali, y el hotel ha sido testigo de la transformación de esta pujante ciudad portuaria cedida durante 99 años a los británicos. Su escuadra de Rolls Royce apostados en la puerta era y es el santo y seña de la casa. Hoy también tiene un helipuerto en la azotea de las torres que flanquean su edificio colonial.

Rambagh Palace de Jaipur
El hogar del último maharajá de la capital del Rajastán fue uno de los primeros palacios en reciclarse en hotel de lujo cuando estos reyes entre los reyes perdieron sus privilegios con la independencia de la India. Rodeado por unos magníficos jardines, hoy puede cenarse en el salón de gala en el que en la década de los 30 –los años de mayor gloria del Rambagh– Sawai Man Singh II y su esposa, Gayatri Devi, una de las mujeres más guapas del mundo, según sentenció entonces la revista Vogue, celebraron las fiestas más fastuosas. Incluso es posible alojarse en las antiguas dependencias del propio maharajá, de la maharani, de su hijo o en alguna de las que llevan el nombre de alguno de sus invitados más ilustres, como Lord Mountbatten.

Legend Metropole de Hanói
Nada más terminarse de construir, recién estrenado el siglo XX, comenzó a oficiar como el hotel más lujoso del Asia colonial francesa. Entonces, y hasta la mitad del siglo, fue el epicentro de la vida social de la ciudad. Con la independencia de Vietnam, las autoridades decidieron conservarlo como hotel para recibir a sus huéspedes más ilustres y durante la guerra fue un hervidero de corresponsales y diplomáticos. Reyes, presidentes, estrellas de la pantalla… todo el que es alguien relevante en el panorama internacional se aloja aquí a su paso por Hanoi