Pese que la
carta incluye una serie de pescados y mariscos, La Hacienda Gaucha es el templo
de las carnes en nuestra capital. Y con orgullo, ya que un día cualquiera de
semana cuesta encontrar mesa ya que todas están ocupadas por una enorme
cantidad de clientela que no se equivoca a la hora de decidir almorzar o cenar.
Ideal para
carnívoros que tengan tiempo, ya que la carne que ofrecen debe ser bien
conversada y acompañada. Un lugar gigantesco con capacidad para albergar a
cerca de doscientos comensales que parten la jornada con algún aperitivo y una
empanadita de buen tamaño (carne o pollo según el día), como obsequio de la
casa.
Cierto es
que muchos aun la desconocen, como los que se fijan en las críticas y
comentarios de la prensa o el boca a
boca que los lleva a lugares que tienen más onda o refinamiento. Acá es
distinto. Todavía los aperitivos se sirven en las copas “tulipa” que alguna vez
estuvieron de moda y los vinos que tienen en la carta respectiva son de viñas
tradicionales. No hay vinos de garaje, ni te tinaja, ni de nuevos
emprendedores. Acá el Casillero del Diablo es un festín… y si es cabernet
sauvignon, mucho mejor.
Carne a la
parrilla y algunas “especialidades” que provienen de Asturias, ya que su
propietario es Lucio Torre, un empresario español que poco a poco ha ido
cambiándole la cara al sector de la plaza Italia, adquiriendo y construyendo
hoteles y restaurantes. Él no dirige la cocina, pero su fabada es monumental y
sus callos a la madrileña deben ser los mejores de la ciudad. Y a no ser que su
hambre sea monumental, los lebrillos que sirven son tan grandes y profundos que
dudo que algún cliente se haya comido el plato completo. Los trozos de carne,
wagyu y angus incluidos, si bien son de gran tamaño, las poderosas mandíbulas
de los carnívoros hacen desaparecer “hasta los huesitos”, bien acompañada de
fresco pan de cada día para “limpiar” (sin que nadie diga nada) los jugos
sobrantes de los platos.
No hay
exclusividad: mesas donde almuerza una persona; en otras, dos; cuatro en su
mayoría y no falta el almuerzo de oficina con 20 o más fanáticos de la carne.
Nosotros éramos tres y nos dejamos tentar por las sugerencias de uno de sus
ágiles mozos. Lomo (5.490), entraña de Angus (7.990) y callos a la madrileña
(4.490) llegaron a la mesa junto a un merlot Viu Manent sugerido por la
sommelier.
¿Qué más
puede pedirse? La fraternidad (uno invitó y no dejó contribuir a nadie), dos
buenas botellas de vino y una conversación inteligente y reposada hicieron el
almuerzo más feliz que se ha tenido en varios meses.
Claro, ayudó
mucho la calidad del almuerzo, superior a la que esperábamos.
Si “las
penas con pan son menos”, el bienestar de tres hombres sensatos y moderadamente
felices, puede exacerbarse con un almuerzo variado y suculento que nos hace
salir sonriendo y agradeciendo a la gente seria como el empresario Lucio Torre,
que hace marchar tan buenos restaurantes.
Además, es
comparativamente económico. Por $14.000 por persona se puede comer muy bien,
con vino. Por eso La Hacienda Gaucha queda altísimamente recomendada.
La Hacienda Gaucha,
Vicuña Mackenna 35. Plaza Italia / 2 2665 6038