martes, 8 de marzo de 2016

Cronicas con Historia


 
LA TRADICIÓN DE “HACER PERRO MUERTO”:

Raro nombre para una práctica muy poco ética, como es fugarse de un restaurante o de un bar sin cancelar la cuenta.

En los locales de diversión del desaparecido edificio antiguo del Portal Edwards, antaño tenían que poner un garzón de punto fijo en la puerta para salir persiguiendo a los frescos que pretendían arrancarse entre los arcos del paseo comercial, para no pagar su consumo; y en los célebres negocios bohemios del “Tap Room”, símbolos de toda una época de las noches en Santiago, los mozos debían salir por orden del dueño poniéndose a la cola de un trencito de personas que se armaba en las noches de bailables y que daba la vuelta por la cuadra, dándole oportunidad a los pillos de arrancarse del local con deuda y todo.

El poeta Alberto Rojas Jiménez, gran amigo de Neruda, pretendió hacer un diplomático “perro muerto”, una vez, en el restaurante que funcionaba en la Posada del Corregidor Zañartu, pero el mesero no le aguantó la audacia y, tras una paliza, lo arrojó afuera sin su impermeable bajo una lluvia torrencial de los años treinta; y el joven literato murió poco después, víctima de la neumonía que contrajo por su temeridad…

¿De  dónde proviene la extraña referencia canina y funeraria?

Una creencia dice que el “perro muerto” en una mesa proviene de la comparación con lo que sucede cuando todos evitan pasar junto a un perro tirado en la calle, esquivando la fetidez y el asco: todos desaparecen de allí.

Sin embargo, el investigador y escritor Héctor Velis-Meza tiene una explicación mucho más precisa: la expresión deriva del concepto del “perro del muerto” usado en España, y que se refiere a la situación en que, si moría alguien en un barrio dejando un can de mascota ya sin dueño, todos los demás vecinos se encargaban solidariamente de mantener y alimentar al “perro del muerto”, costumbre que se imitó acá en Chile.

Originalmente, la referencia del “perro del muerto” era para señalar a quienes vivían de la caridad y la misericordia de otros, pero la práctica de “hacer de perro del muerto”, pudo equivaler después escaparse de una reunión de amigos para dejar pagando a los otros (posible origen del “dejar pagando”, además, que se aplica cuando a alguien lo dejan en espera en un compromiso).

Con el tiempo, se corrompió en “hacer perro muerto” y su significado se amplió a la indicación de cualquier escape de un lugar de consumo sin pagar la cuenta, como sucede hasta nuestros días. (Urbatorium)