martes, 26 de septiembre de 2017

LA NOTA DE LA SEMANA


¡

 
 
¡QUE VIENE EL LOBO!

Pareciera que la etiqueta de moda en las estanterías de los locales que expenden alimentos, empieza con un “sin” y termina con un “gluten” o “lactosa”. Si bien no cabe duda de que la intolerancia alimentaria existe y que para las personas que se ven obligadas a renunciar en parte o totalmente a determinados componentes alimenticios ese distintivo les facilita la compra, ha surgido otro fenómeno. Cada vez son más las personas que optan por consumir productos “sin” aunque su salud no lo requiera ni tampoco les aporte beneficio alguno.

Hoy en día, asociamos de inmediato nuestro malestar con la alimentación. Quien amanece con dolor de cabeza tras haberse bebido el contenido de una botella de alcohol durante una velada amena la noche anterior, fácilmente se plantea la duda de si sufre intolerancia a la histamina. A la inversa, muchas personas afirman que al renunciar a ciertos alimentos han experimentado efectos fantásticos: quien sólo bebe leche sin lactosa se siente, de repente, más ligero. En Alemania, la Sociedad para la Investigación del Consumo descubrió que en 2016 se cuadriplicó el número de personas que compraba productos sin lactosa en comparación con 2007.

Más recientemente, una encuesta entre cerca de 2.500 personas (y esto es copy-paste), elaborada por el instituto de estudios de mercado Ears and Eyes por encargo de la revista Spiegel, demostró que “uno de cada cuatro alemanes renunciaba a determinados alimentos porque creía que no los toleraba. Entre estos, un 11 por ciento había reducido el consumo de vino tinto, queso y diferentes productos de carne y pescado porque contenían histamina. Los investigadores, sin embargo, todavía discuten si se puede hablar de una intolerancia a la histamina. En cuanto al gluten, un 9 por ciento de los encuestados señalaba que evitaba todos o parte de los productos que lo contienen, a pesar de que solo el 0,3 por ciento de la población de Alemania sufre celiaquía, lo que les obliga a renunciar al gluten. Además, todavía no se sabe a ciencia cierta si existe una sensibilidad al gluten no celíaca. El mismo estudio señala que un 13 por ciento de los consultados limita o suprime el consumo de alimentos concretos (el maní, entre otros muchos) porque son alérgicos. Según los expertos, solo entre el 2 y el 3 por ciento de los alemanes sufre una alergia alimentaria”.

Cuando las intolerancias alimentarias se convierten en una moda y se frivolizan enfermedades reales, los protocolos sobre manipulación de productos se relajan, con lo que aumenta el riesgo de contaminación cruzada. Dicho de otra forma: los restaurantes están tan acostumbrados a lidiar cada día con falsas alergias a tal o cual producto -que no se nos olvide la lactosa, otra moda en auge-, que acaban por no tomárselo demasiado en serio cuando un cliente pide un menú especial.

El clásico “¡Que viene el lobo!” que nadie se cree. Hasta que el lobo, el gluten, la lactosa, los mariscos o lo que sea, vengan de verdad.