martes, 14 de agosto de 2018

EL REGRESO DE DON EXE


¡
A FARELLONES LOS PASAJES!

A mi jefe le ha dado por viajar y está tan a gusto con su vida que pocas veces revisa mis escritos y los publica semana a semana sin chistar. Esta semana se mandó a cambiar a Puerto Varas. Un gran desatino ya que las faltriqueras de su empresa están fallando. Tres veces consecutivas me llamó el viernes pasado para que hiciera gimnasia bancaria en su representación. A la cuarta, apagué mi celular y no supe más de él.

Era viernes. Fin de semana para los que trabajan y otro día cualquiera para mí. Lo único excitante de los viernes es que aumenta la cantidad de chicas en las calles y los negocios se ven repletos de bebedores (as) de fin de semana. Pareciera que la Tolerancia Cero no existiera. Como nunca, pululan los taxis en mi barrio en búsqueda de algunos grados de alcohol, pero aun así, pareciera que nada ha cambiado en esta ciudad.

Los viernes en el centro de la capital son entretenidos. Posiblemente mágicos. Por ello esa noche decidí recorrer algunas cuadras de mi barrio para no sentirme tan solo. Extraño a mi paquita, que por enésima vez la mandaron al sur. Aun así, y en una tarde húmeda y fría, decidí recorrer una vez más estas calles. ¿Masoquismo o trastornos sicóticos? Sólo el siquiatra lo sabe… ¡Pero yo no tengo siquiatra!

Sé que no me lo van a creer, pero llegando a la Plaza Santa Ana y esperando la luz verde, aparece un jeep con un par de esquís en su popa. De pronto una de las chicas del vehículo me reconoció: era la peluquera de mi primo Axe.

- ¡Guachito pelúo!, gritó

Sin duda andaba arriba de la pelota.

 - ¿Vamos a Farellones?

Me excusé diciéndole que andaba vestido de paisano y no de esquimal. Aun así insistió y me prometió la gloria eterna en un camarote de ese centro invernal. Yo, aunque tenga mis prejuicios, no soy de fierro y me subí al jeep que manejaba un tipo que parecía dealer de drogas. Yo era el cuarto pasajero y contaba con la compañía de la Shakira, quien se convirtió en mi pareja, ya que andaba sola.

Los planetas se alinearon para llegar sanos y salvos a Farellones. Huevos revueltos, pan, jamón, queso, papitas, sopa pa’ uno, piscolas y roncolas fueron los amenities de la noche del viernes. Liaron unos cigarrillos extraños pero yo me mantuve incólume ante la situación. El dueño de la cabaña, el dealer, al ver mi avanzado estado de deterioro físico, me cede la cama matrimonial y él se iría a uno de los camarotes (…algún día me lo pagaras, -dijo). Shakira, mi peluquera llena de piercings, con tanto ron y piscolas se le apagó la tele y entre tres la llevamos a la cama. Ahí mismo dormí yo.

Era mediodía cuando desperté. Shakira no estaba en la habitación ya que estaba tirándose en un neumático por las colinas circundantes, El esquí no era para ella ni para mí. Rescaté de las sobras del vituperio una botella de mineral y la bebí junto a dos paracetamoles. No me atreví a salir a la nieve ya que mis zapatos aún estaban empapados de agua. Pasó media hora y llega Shakira.

 
 
- ¡Guapo, despertaste!
- Apenas, respondí.
- Perdóname ya que anoche me fui a negro.
- No te preocupes, linda.
- Es una lástima, Exe, pero en una hora regresamos a Santiago. Tengo que trabajar.
- Yo también lo siento, Shakira. Ya nos vengaremos
- ¿Fue emocionante?
- Bueno, si no fuera por toda la ropa que llevabas encima cuando te metimos a la cama, la historia habría sido diferente
- ¡Todo a su tiempo!, rió. Por lo menos tienes peluquera a tu disposición cuando me requieras.
- ¿Qué tal el próximo viernes?
- ¿Con desayuno incluido?
- ¿Y mañamañaña después?
- Pasa a buscarme a la peluquería. Te lavo el pelo y de ahí nos encerramos.
- ¿Estás segura?
- Adivina, buen adivinador

Hoy es martes y estoy concentrado para este viernes. Mis amigas cuicas no conciben esta amistad que nació de la nada misma. A decir verdad, a estas alturas de la vida no discrimino nada ni a nadie. Si la guacha es rica, bienvenida. Si no lo es tanto… con dos piscolas se soluciona el detalle. La vida es una y hay que encontrarle el sabor mientras se pueda. ¿Mala o buena filosofía en tiempos del poder femenino? No importa. Pero es la mía.

Exequiel Quintanilla