martes, 18 de diciembre de 2018

MIS APUNTES




 
EL BODEGÓN DE LA VINOTECA
Hay que sacarle el sombrero a la tenacidad y ojo comercial de Mauricio Fredes, uno de los principales socios de La Vinoteca. Desde que tomó a su cargo la administración de una pequeña tienda de vinos que había abierto su padre (el cronista gastronómico César Fredes) en lo que fue el hotel Radisson de Vitacura, se empeñó en hacer crecer su negocio, transformándolo –contra viento y marea- en una de las principales distribuidoras de vinos y licores de la capital.

Pero a Mauricio siempre le gustó el negocio gastronómico. Cuando la distribuidora (que pasó por tiempos difíciles) equilibró sus presupuestos, decidió convertir el patio de su local de Vitacura en un pequeño restaurante que llamó Pan Bar, donde se crearon varias preparaciones que se servían sobre una tapa de pan hecho en casa. Sin el éxito que esperaba, hace algunos meses decidió contratar a Gino Falcone, arquitecto y gran diseñador de ambientes gastronómicos, quien le cambió totalmente la cara al lugar, convirtiendo este espacio en uno de los ambientes más logrados de este último tiempo.

El éxito va junto a la informalidad del espacio, ya que tras un fluido servicio, el lugar ofrece una gran cantidad de alternativas que van desde la hora del desayuno hasta la medianoche. En la cocina destaca la presencia del chef Luis Segovia, con larga experiencia en los fogones; y en la administración general del lugar –el que se preocupa que las cosas sucedan- está Alejandro Brunetti, quien luego de su extenso desempeño como chef ejecutivo de Enjoy, tomó las riendas de la administración de locales, con un gran éxito.

El trío de la buena fortuna, podríamos llamar a Falcone. Oviedo y Brunetti, ya que son la base del éxito que han tenido desde su apertura, sólo hace un par de semanas atrás.

Los vinos a precios de tienda son un gancho insuperable. Si a eso le sumamos una carta de especialidades de buen nivel; a sus quesos y charcutería, a sus tablas y sartenes para compartir, sus cócteles, vinos y cervezas, a su cafetería y pastelería, a sus quiches y tártaros, es casi imposible aburrirse en este restobar que conocí la semana pasada y recomiendo en esta edición.

Como mi intención era probar la mano del chef y evitar el producto ya elaborado como la charcutería, partí con un tártaro de res (aliñado en la cocina, $ 6.800) coronado con caviar ikura (huevos de salmón), yema de huevo confitada, emulsión de jengibre y papas hilo.  De tamaño pequeño, su maravilloso sabor y texturas explotan en boca, logrando una armonía perfecta a una copa de vino rosado. Luego, para placer propio (y posiblemente un desagrado para un chef que tiene a su equipo trabajando a toda máquina a mediodía), fui por las pastas, escogiendo dos de sus opciones: Ravioles de ricotta, jamón y nuez (8.900) y Spaghetti ai frutti di mare (9.800), sabrosos, abundantes, de limpia textura y elaborados por alguien que sabe de cocciones, ya que por muy popular que sea la pasta en nuestro país, muy pocos saben cocinarla a punto.

Profiteroles con helado, salsa de champagne y chocolate tibio (3.800) fue mi elección a la hora del postre. Mi idea era reemplazar el chocolate tibio por un expresso para experimentar el sabor del café caliente sobre el helado, pero el pedido no fue posible hacerlo realidad, ya que la cafetería y la cocina están en distintos sectores. ¡Para otra vez será!

El lugar llama al relajo y a una larga sobremesa. Cientos de detalles están a la vista para ser descubiertos. Acá la idea es compartir y probar. Sin estridencias ni birlibirloques, El Bodegón se alza como la gran novedad de la extensa Nueva Costanera y le aseguramos que será el best seller del verano del 2019. 

Lo doy por firmado (JAE)

El Bodegón de La Vinoteca: Av. Nueva Costanera 3955, Vitacura / 22953 6291