jueves, 7 de mayo de 2009

LA COLUMNA DEL ESCRIBIDOR




EUROPEO
SIMPLEMENTE… ¡LA CAGÓ!

Esta frase, típica nacional, la utilizamos sin excepción todos los chilenos para demostrar lo superlativo (lo pensamos o lo decimos). Claro está que puede ser un demostrativo de lo malo o también de lo bueno. Y en esta crónica el concepto vale por la calidad y los detalles en una visita al Europeo, el ya memorable restaurante de Alonso de Córdova, tantas veces premiado por la prensa especializada que incluso Carlos Meyer, su propietario, ya ni se acuerda de los galardones recibidos.

La experiencia vivida la semana pasada vale un comentario amplio y justo. Tras un tiempo de cansancio acumulado por las exigencias del mercado, Carlos estuvo a punto de tirar la esponja y vender su restaurante. Quería prácticamente retirarse y vivir de sus rentas para siempre, instalado quién sabe dónde en su casa rodante, pescando y leyendo. Su sueño cambió cuando recibió a uno de sus hijos que siempre vivió en Suiza y llegó a ayudar a su padre con muchas ganas de aprender sus secretos y continuar –algún día- con la saga de los Meyer. También le ayudó la llegada del chef Gabriel Layera, quien tras sus estudios en la reconocida Ecole Culinaire Française, emigró a España y tras años de riguroso trabajo regresó para convertirse en la mano derecha de Carlos Meyer, conformando una dupla difícil de superar.

Y lo demuestran con sus preparaciones. Una degustación que partió con un crudo de atún (uruguayo en esta oportunidad), marinado en oliva y soya, un trozo para llorar de rico, según palabras de una asistente a la cena. Luego, todo se transformó en un poema: a la mesa llega una crema de foie gras con un gran raviól de manzanas y trufa negra. Nadie quedó indiferente. Aromas y cocciones justas para un plato de calidad óptima.

Maycas Chardonnay 07 de Concha y Toro y un cabernet sauvignon / carménère Magia del Maipo serían los vinos de la ocasión. Una celebrada opción que sirvió para apreciar un pavé de turbot con un gran camarón del río Limarí, acompañado de una suave espuma de coliflor con vainilla. El turbot, fresco y sabroso en una genial combinación con esta variedad de camarón, que sí tiene sabor propio. Unos champiñones enanos daban el toque especial a un plato sublime y que deja un gran recuerdo.

Mucha alabanza junta, podrá comentar el lector. Pero las merece. Ningún error en los platos también debe tener su recompensa. No es un elogio al azar ni una forma de glorificación al Europeo. La nueva etapa o este Europeo 2.0 ha consolidado un equipazo en la cocina y eso debe agradecerse y comentarse.

Como final de los platos salados, un cuadril de wagyu con salsa de raíz picante y verduras, todo coronado con trufas negras – más aplausos- para finalizar con un Palet de chocolate guanaja (una materia prima hondureña que elaboran en Francia que se considera uno de los mejores chocolates del mundo), con crocante de maní y helado de enebro. Un fin de fiesta digno de grandes sibaritas.

La dupla Meyer – Layera está funcionando a la perfección. Carlos Meyer no es un chef que se caracterice por su buen genio en la cocina. Al contrario. Sin embargo el ingreso de Layera a sus territorios lo tiene contento. Y eso es bueno para todos ya que tendremos Europeo para rato.

No es económico. No podría serlo. Pero aunque sea una vez en su vida invierta unos pesos y visítelo. Le aseguro que el Simplemente… ¡la cagó! le quedara corto. (Juantonio Eymin)

Europeo: Av. Alonso de Cordova 2417. Vitacura. Reservas 208 3603