martes, 14 de julio de 2009

LOS CONDUMIOS DE DON EXE




UN PASEO POR EL CENTRO
(Crónica gastronómica interpretativa)

Llegamos en Metro a la estación Universidad de Chile. Mathy tenía que revisar unas acciones que tenía en la Sudamericana de Vapores y la única opción válida era viajar al centro de la capital. Sin mentir, creo que hacía cinco años no pisaba esas calles. La acompañé de puro miedo que anduviera sola entre tanta multitud junta. Y tenía razón aunque no sé si este veterano podría servir para algo. Ahumada, Moneda y Agustinas lleno de gentes (y no tan gentes). El frío calaba los huesos ya que con tanto edificio el sol poco se asoma por esas veredas. Mathy, nerviosa pero interesada en todo, no encontró nada mejor después de su trámite que proponerme ir a La Moneda a ver el cambio de guardia. Llegamos por Agustinas y al ver la fachada del ex Carrera me bajó una morriña de las grandes. Ahora es un Ministerio. Con razón estamos donde estamos. No conservamos nada.

- Mathy, ¿te acuerdas del Carrera?
- Claro que si, Exe. Allí me casé.

Uno – cero, pensé. No podría dármelas de guía turístico en esta ocasión.

- No tenía idea.
- Nunca me lo preguntaste, guapo. A decir verdad no me casé en el Carrera. La fiesta fue allí. Allá en el penúltimo piso, me indicó con su dedo enfundado en unos guantes de cuero. Fue un cuento de hadas, culminó.
- A mi me invitaron para el cierre del hotel, repliqué ufano con el fin de terminar con el temita de la boda.
- O sea todos tenemos una historia en este hotel, prosiguió. Yo nunca lo olvidaré, comentó mientras llegábamos a la plaza donde realizan el cambio de guardia.

El orfeón de Carabineros comenzaba a tocar algo de música. De Michael Jackson. Una sorpresa ya que nuestra visita fue el día de su funeral. We are the world escuchábamos mientras pillé a Mathy mirando de soslayo el antiguo hotel. Parece que lo pasó muy bien en su matrimonio, reflexioné. Si hubiese estado abierto la habría invitado a su increíble bar a tomarse un Negroni, trago que el barman lo elaboraba a la perfección. Como no era tal y el Carrera ya era historia, le pregunté si quería comer algo en el centro o emigrar rápidamente a nuestros barrios.

-¿Te acuerdas del Bar Nacional? Papá me traía cuando era lola y toda la actividad comercial se hacía en el centro. ¡Me encantaría volver!

Y como donde manda capitán no manda carabinero -perdón- marinero, enfilamos por Huérfanos para llegar a “su” Nacional de la época del taca-taca y de los juegos Diana. Yo había estado más que ella en ese bar y lo encontré igual que antes. En la barra muchos parroquianos comiendo y bebiendo de todo. Arriba, el comedor, algo más desocupado. Un mozo – garzón – camarero, de edad difícil de calcular pero antiguo en el local nos ofrece la carta. Un papel plastificado con tapa plástica en realidad. Ella, Cola de mono. – No sé, me dijo, quiero volver a los sabores y aromas de mi juventud. Yo, pisco sour en vaso. Ella, cazuela de vacuno con una copa colmada de vino tinto. Yo, un crudo con una Kunstmann bock. Ella, unas castañas en almíbar con otra copa de vino. Yo, una copita de miel de palma y un Araucano. Todo simple, todo rico, sabroso, reconstituyente…

Comimos casi sin hablar. Engullendo y recordando sabores. Su cazuela se veía tan apetitosa como mi crudo aliñado en la cocina a la perfección. Algo similar pasó con el postre.

- Exe, ¿te puedo decir algo?
- Dime, contesté.
- En realidad lo del Carrera fue verdad, pero quería sacarte celos. Yo sabía que estuviste en el cierre del hotel y que lo habías pasado demasiado bien y me piqué. ¿Fuiste acompañado? ¿Fue cierto que se bañaron calatos en la piscina a las tres de la mañana? ¿Qué la mesa imperial fue el súmmum de majestuosa? ¿Qué cada habitación tenía un regalo personal de gran valor sentimental? ¿Qué el whisky corría a raudales y que comieron como príncipes árabes? ¿Qué el desayuno al día siguiente fue con champagne? ¿Qué fue más una orgia romana que despedida?

Dos – cero, pensé.

- Mathy querida, todo lo que han contado de ese día son mitos urbanos, respondí.
- ¡Quiero conocer el Valdivia!, me espetó sin ningún reparo. – Si has estado allí o no, no me interesa, pero me gustaría saber de qué hablan mis amigas que sí lo conocieron en sus años mozos.
- ¿…El hotel Valdivia?, balbucee.
- Yes, darling. ¿O este regio almuerzo que me trajo grandes recuerdos no se lo merece?

Pagamos la cuenta como dos furtivos enamorados universitarios. Ella tenía razón. Luego de regresar, con éxito, al imperdible Bar Nacional, una visita al Valdivia sería como una vuelta a los años setenta. Y como un caballero no tiene memoria, hasta aquí les dejo este comentario.

Exequiel Quintanilla
(fotos Bar Nacional: Marco Nuñez; Hotel Carrera: Alexis Carreño; Hotel Valdivia: hotelvaldivia.cl)

Bar Nacional 1: Paseo Huérfanos 1151, Santiago Centro, fono 696 5986