martes, 11 de agosto de 2009

LAS CRÓNICAS DE LOBBY


EN WAIN NO TODO ES WINE

“Para emborracharse tan sólo mirando” podría ser el lema de esta exquisita tienda de vinos que instaló La Vinoteca en la avenida Nueva Costanera. Ahí, al lado de los mejores restaurantes de la capital surgió hace menos de un año un concepto diferente de tienda de vinos. Tres pisos destinados a los seguidores de la buena vida.

Lo que nos motiva a escribir esta crónica es el tercer piso de este gran local. El primero, lleno de botellas de cerveza, vinos, piscos, vodkas y otros espirituosos, nos lleva al segundo, más selectivo y por lógica más oneroso. Pero pocos conocen el tercero. Allí, en uno de sus salones, en una completa cocina equipada por Miele –una de las principales marcas de electrodomésticos a nivel mundial-, se está gestando un proyecto gastronómico que dará que hablar.

“La cocina mágica de Richard Knobloch” le llamaron. Cada noche de sábado, una vez que se cierran las puertas de la tienda parte una experiencia única e irrepetible, tanto por el entorno como por los productos, traídos especialmente del sur del país por Knobloch para placer de sus comensales.

Una mesa central, alta y con cómodos taburetes dan la bienvenida al lugar luego de haber disfrutado un par de copas de espumoso argentino de la Finca Flichman. Nos recibe Richard en su cocina a la vista. Delicados canapés de pan negro alemán (pumpernickel) y blanco (weissbrot) con variadas coberturas dan el vamos a esta cena. Para iniciar, un gran tártaro de atún con ensalada de achicoria, pimientos rojos, pepino y ajonjolí. Para beber, un lujito: Pinot noir Amanya. Luego, y como bonus track, unos maravillosos choritos traídos de la isla Lin Lin (Chiloé continental), unos al ajo y otros al merquen. Luego, unas grandes lenguas de machas horneadas con leche de coco al curry, mientras las bocas y las risas se hacen pocas para celebrar esta cena tan poco tradicional.

Tantos años viviendo en el sur transformaron al chef en un adicto a los productos del mar. De fondo, un suculento risotto de locos, con locos sureños, blandos y sabrosos, giromitas (un hongo de la familia de las morchelas que crece en la décima región) y queso parmesano de Puerto Octay. Para pasar esta maravilla, otra maravilla: un Sideral 2003 de la viña Altair. Estilosísimo.

Oporto Burmester Tawny para el postre. A buen alemán, postre teutón. Un Apfelstrudel de excelente factura acompañado de una salsa elaborada con vino blanco dejó más que felices a los heterogéneos integrantes de esta mesa única. Tertulia que terminó con nuevos amigos y con ganas unánimes de repetir la experiencia.

Nueva Costanera se ha transformado en una calle donde se atreven a experimentar. Primero fueron las cenas a ciegas del WD, ahora, la cocina del sur de Knobloch. Los muchachos de Wain prometen cenas parecidas (ya que el menú depende de los productos que trae Knobloch de sus periplos al sur) los próximos sábados 15, 22 y 29 de agosto. Como en los paladares cubanos, no sabemos si en septiembre continuarán estas cenas. Sólo logran entrar 16 personas por noche. Así que más vale reservar a tiempo para disfrutar una mesa entretenida, con amigos y desconocidos bajo el alero de Baco, Dionisos y la tabernera Siduri.

Imperdible (Juantonio Eymin, Foto Richard Knobloch: Chef & Hotel)

Wain: Nueva Costanera 3955, Vitacura, fono 953 6290
Mail: tienda@wain.cl