miércoles, 25 de noviembre de 2009

LOS CONDUMIOS DE DON EXE




LA LEONERA
En los dominios de la Quintrala

Y no es leyenda. La Quintrala, la verdadera (no la de la calle Seminario), era dueña de los terrenos donde se emplaza actualmente La Leonera. Doña Catalina de los Ríos y Lisperguer salía frecuentemente de noche a recorrer sus tierras arrastrando su largo vestido, llevando en una de sus manos un candelabro y en la otra un bulto que dejaba como ofrenda sobre las tumbas de los indígenas que en algún momento le sirvieron de machos o esclavos. Antes de morir, la Quintrala decidió donar estas extensas tierras a los Jesuitas, como una forma de lavar sus pecados.

Los de la Orden, como les llamaban, fueron los encargados de custodiar celosamente todos los tesoros y ocultaron todos los indicios del cementerio para evitar saqueos. Más tarde decidieron abrir los cercos de los cerros para que los pumas bajaran desde la precordillera a custodiar dichos secretos. Y allí construyeron un monasterio, en lo que es hoy en día La Leonera

¿Escalofriante?

No. ¡Emocionante! Y allá fuimos el fin de semana pasado con Mathy gracias a la bendición de una de sus hijas, que le mandó unos pesos para que los usara en lo que ella quisiera y decidió que lo mejor seria gastarlos en un buen wikén. Reservamos y partimos, con la esperanza de no encontrarnos con espíritus errantes, espectros, apariciones y todas esas barbaridades que nos llenaban la cabeza cuando éramos pequeños. Seria un desafío a nuestras trancas infantiles.

Llegamos un viernes a mediodía y nos asignaron una habitación alba y reluciente en lo que antes habían sido las “celdas” de los jesuitas. Ni radio ni TV. Una cama grande y pulcra, un pequeño escritorio, dos sillas y veladores era todo el alhajamiento. Un pequeño cuadro ad hoc cuelga en una de las paredes. Un baño pequeñito pero moderno y albo estaba tras una puerta interior. La idea, según los dueños del lugar, es que la vida se haga en el complejo y las habitaciones sean solo para descansar. Y como donde fueres haz lo que vieres, bajamos a recrearnos y a beber algo antes de almorzar.

Limpio como casa de alemanes. Lindos jardines rodean los pabellones de lo que fue el monasterio. De la casa, un gin con gin para mi y un vodka tónica para ella. Algunas gotas caían en un nublado mediodía de una rara primavera. Pero igual nos quedamos en la terraza disfrutando del buen aire y de la vista.

- Se acerca todo, Exe
- ¿Cómo es eso?
- Sipo, guachito. Pronto la primera vuelta. De ahí la Navidad y luego Año Nuevo. Y sudar la gota gorda nuevamente para la segunda vuelta. ¿Has pensado donde iremos entre pascua y año nuevo?
- En eso estoy querida, mentí. Ni me acordaba que saldríamos juntos esos días. ¿Dónde te tincaría?
- Si fuera por mi, querido Exe, tomaría un crucero por el Mediterráneo, pero me tinca que esa es sólo una ilusión y a lo más podremos dar un paseo en lancha por la bahía de Valparaíso. ¿Y si vamos a Mendoza?
- ¿A cagarnos de calor?

Uno de los mozos del lugar se acercó para avisarnos que ya estaba lista nuestra mesa. En el comedor, nos informó. “Como está casi lloviendo, no podrán almorzar hoy en el quincho. Ojala mañana tengan sol para aprovechar la piscina y todos nuestros atractivos.”

Cambiamos de tema y almorzamos pelando a la parentela. Empanada de horno y pebre para comenzar y luego un buffet con carnes varias y ensaladas de todos los colores. Comida sana definitivamente. Algo que agradecí ya que mis últimas incursiones cargadas al ajo en Las Lanzas me tenían algo deteriorado. Una botella de vino para ambos. “Si les queda un resto se la guardamos para la noche”, nos explicó el mozo. Definitivamente no nos conocía.

Flan y papayas al jugo (hasta con una guinda marrasquino) de postre. Afuera ya no caían gotas. Y teníamos ganas de disfrutar la estadía.

- ¿Te tinca montar a caballo, Mathy?
- ¿Yo arriba de ti? ¿Algún appetizer sexual?
- No guapa. Caballos de verdad.
- Hace años que no lo hago. ¿Serán mansos?

Nos costó subirnos a los equinos, pero una vez arriba comenzamos a pasear por el lugar. Los corceles, conocedores de la zona, no necesitaban ni siquiera que les manejaran las riendas. Ni que tuvieran reloj. A la hora en punto regresaron a las pesebreras. Poco acostumbrados, nos dolía el trasero cuando nos bajamos, felices y contentos por hacer chiquilladas, de esas que nunca realizamos.

Nos tuvimos que dar una ducha para sacarnos el olor a jamelgo y alivianar el dolor de ancas. De ahí bajamos a jugar pool en una antiquísima mesa de tamaño desmesurado. Oscurecía cuando nos fuimos al “Salón Arrau”, un espacio especial del lugar ya que era la capilla del monasterio que ahora fue transformada en un gran living lleno de historia. Frente a la chimenea encendida nos aperitivamos.

- ¿Te tinca Mendoza, Exe?
- ¿Y que hacemos con el calor, preciosa?
- Nos metemos a la piscina poh. Y aprovechamos de comer bien y ver cueritos. Nos vamos en bus y buscamos un hotel decente con piscina y aire acondicionado. Anda… di que si… ¿Ya?

Cenamos livianito. La cabalgata nos había dejado rendidos. Sopita y pollo con arroz para ambos. Y un Casillero del Diablo para pasar la comida. De ahí, a nuestra “celda” esperando no sentir ruidos de cadenas ni de puertas que se abren y se cierran en las oscuras noches del monasterio.

Ni se asomó la Quintrala. Dormimos como bebés recién mudados y alimentados. Desayunamos en el comedor y de ahí Mathy (de pareo y hawaianas) se fue al Spa por una sauna y un masaje.

- ¿Te puedes quedar solo un rato, Exe? Necesito un masaje.
- Anda tranquila querida. Yo daré una vuelta por el lugar mientras te sobajean.

Me entretuve a rabiar en un mini zoo que tienen allí. Venados, pavos reales, maras, pájaros de toda especie, emus, ovejas de Somalia, alpacas, carneros muflón y chivitos de Juan Fernández, entre otros bichos. Lindo, limpio y entretenido lugar. De todos modos insistiré para que mis nietos vengan a este lugar. Lo pasaran chancho.

Sol y piscina en la tarde. Bar y karaoke con todos los pasajeros al atardecer; visita guiada a lugares emblemáticos del lugar como una sala que guarda la colección completa del Diario Ilustrado, el antecesor de La Nación y también la sala del capitán, donde el propietario inicial de hotel invitaba a sus amigos y sólo entraban hombres. De ahí, cena, bar y tuto… un fin de semana muy especial.

Sacamos varias conclusiones con Mathy. La Quintrala ya no se pasea de noche por los pasillos de La Leonera; es un lugar tranquilo y los pendex lo pasan casi mejor que los adultos ya que los agotan durante el día con actividades. Es un hotel – monasterio - museo tremendamente acogedor; tiene entretenciones para todos y sirve para recargar las pilas en cualquier momento del año. Aparte, son atentos y gentiles, y si bien no aspiran tener una gastronomía de alto vuelo, es gustadora y entretenida.

No hay señal de celular, pero si Wi Fi. O sea no estará totalmente unpluged si requiere contactarse con el mundo. Pero una vez allí, todos se olvidan de los PC’s e Internet. Un lugar con historia que hay que conocer.

Felices salimos de nuestra estadía. Con una misión eso si: Mendoza espera al viejo Exe y su pololita. Que se preparen!!!

Exequiel Quintanilla

Hotel La Leonera, Codegua, VI Región, fono 72 - 62 5151
Reservas Santiago: fono 480 4242
E-mail:
info@laleonera.cl
Ofertas semanales en www.laleonera.cl