miércoles, 16 de febrero de 2011

LA COLUMNA DEL ESCRIBIDOR

LA MISION DEL CRONISTA

Existen muchas personas que creen –y piensan- que los cronistas gastronómicos somos publicistas de algunas marcas, en este caso restaurantes, y que les ayudamos en su ascenso de las ventas y en su prestigio. Aprovechando que varios de mis colegas están de vacaciones y no leerán estas crónicas- por lo menos hasta marzo, quiero hacer un descargo público de la situación.

A saber, nuestra misión es visitar y recomendar. Muchas veces, visitar y censurar. A decir verdad, vamos tras el restaurante (como vulgares ratones de laboratorio), para anticiparnos a la visita del cliente. A veces, misiones peligrosas y difíciles que sólo se ven en las películas de guerra, de espías o de médicos.

No es que seamos guerreros ni nos sentimos como el Dr. House en nuestras visitas. Lo hacemos con gusto y placer. Lo nuestro es la gastronomía y posiblemente sea bastante más fácil y menos peligroso que otras profesiones. Nos admiran y envidian. ¿Envidiar a un tipo que pasa 20 horas comiendo en dos días 70 empanadas para dictaminar cuáles son las mejores? ¿Envidiar la batería de fármacos que se deben consumir tras una jornada que no fue gloriosa?

Y no tenemos seguro alguno.

Pero es la profesión y ante eso no hay nada que decir. Nosotros la elegimos y vivimos de ella. Vivimos ya que los medios de comunicación nos pagan por escribir y no al revés. Escribimos para nuestros lectores y no para los restaurantes de turno. Y eso tiene su mérito.

La gracia está que sin ponernos de acuerdo, matices más o matices menos, los resultados son similares. Y no existen pautas preestablecidas ni siquiera intercambio de opiniones.

Escribimos en serio y para nuestros lectores. Es la única forma de asegurarle un lugar adecuado para una comida que aparte de ser buena o mala, no se deja influenciar por la propaganda de turno.

Es nuestra misión, y tratamos de cumplirla a como de lugar. (Juantonio Eymin)