Dos notas vienen esta semana relacionada con los sommeliers. Como bien saben, un sommelier es el encargado de recomendar los vinos (y otras delicatessen) en los restaurantes. Tuvimos la suerte en Lobby de participar como jurados en el último Concurso Nacional de Sommeliers y aparte de los grandes conocimientos que poseían los concursantes, al debe quedó la experiencia de ellos con el público consumidor.
Es tanta la demanda por estos profesionales que son muy pocos los que trabajan en restaurantes en contacto con el público. Se los pelean las viñas y las grandes tiendas del vino para ser parte de su staff. A ciencia cierta, pocos son los sommeliers que terminan sus estudios y son contratados por los restaurantes. Y razón tienen, ya que los módicos sueldos que les ofrecen no son comparables a los de la industria del vino.
Pero aun así pensamos que el contacto con el consumidor es primordial. Y a las promociones de sommeliers les falta eso. Mucho saben, pero la labia y el vocabulario son importantísimos en esta profesión. Una que inició el maestro de los maestros, Héctor Vergara, que por años y antes de ser lo que es en la actualidad, trabajo codo a codo con los clientes, donde aprendió la parte humana de los vinos.
En nuestro país los restaurantes se las baten entre la vida y la muerte. Por eso es que un sommelier no es preponderante para ellos. Pero pensando en las generaciones futuras de estos profesionales, bueno sería que tras cada paso –o cada curso- sea imperioso hacer una larga práctica en algún establecimiento (a ciencia cierta no se si lo hacen… pero creo que les falta ese roce). Allí está la realidad y es importante enfocarse a ella.
Hace quince años escribimos algo muy parecido y tuvimos duras respuestas de la Asociación. Más viejos y más calmos clamamos para que esta élite de profesionales tenga una razón de ser y no sólo sean comparsa de la industria. A ellos los queremos y necesitamos en el contacto diario con los clientes ya que a la vez son grandes relacionadores de la gastronomía
Sin desestimar el oficio del chef, donde sinceramente creemos que va gran parte de nuestra juventud idealista, lejos preferimos la vocación de servicio que nos entrega un buen sommelier. Pero pensamos que algo les falta para que sean imbatibles. Un idioma extranjero fluido y el contacto directo con los clientes en los restaurantes. Sólo así tendremos una generación de sommeliers con un alto nivel de conocimientos, ya que si bien saben distinguir lo que se les ponga por delante, el contacto humano es mucho más importante.
Es tanta la demanda por estos profesionales que son muy pocos los que trabajan en restaurantes en contacto con el público. Se los pelean las viñas y las grandes tiendas del vino para ser parte de su staff. A ciencia cierta, pocos son los sommeliers que terminan sus estudios y son contratados por los restaurantes. Y razón tienen, ya que los módicos sueldos que les ofrecen no son comparables a los de la industria del vino.
Pero aun así pensamos que el contacto con el consumidor es primordial. Y a las promociones de sommeliers les falta eso. Mucho saben, pero la labia y el vocabulario son importantísimos en esta profesión. Una que inició el maestro de los maestros, Héctor Vergara, que por años y antes de ser lo que es en la actualidad, trabajo codo a codo con los clientes, donde aprendió la parte humana de los vinos.
En nuestro país los restaurantes se las baten entre la vida y la muerte. Por eso es que un sommelier no es preponderante para ellos. Pero pensando en las generaciones futuras de estos profesionales, bueno sería que tras cada paso –o cada curso- sea imperioso hacer una larga práctica en algún establecimiento (a ciencia cierta no se si lo hacen… pero creo que les falta ese roce). Allí está la realidad y es importante enfocarse a ella.
Hace quince años escribimos algo muy parecido y tuvimos duras respuestas de la Asociación. Más viejos y más calmos clamamos para que esta élite de profesionales tenga una razón de ser y no sólo sean comparsa de la industria. A ellos los queremos y necesitamos en el contacto diario con los clientes ya que a la vez son grandes relacionadores de la gastronomía
Sin desestimar el oficio del chef, donde sinceramente creemos que va gran parte de nuestra juventud idealista, lejos preferimos la vocación de servicio que nos entrega un buen sommelier. Pero pensamos que algo les falta para que sean imbatibles. Un idioma extranjero fluido y el contacto directo con los clientes en los restaurantes. Sólo así tendremos una generación de sommeliers con un alto nivel de conocimientos, ya que si bien saben distinguir lo que se les ponga por delante, el contacto humano es mucho más importante.