martes, 17 de abril de 2012

LOS CONDUMIOS DE DON EXE




LA DESPEDIDA

Que duro es cuando hay que enfrentar situaciones difíciles. Si bien a muchos se le aparece marzo, como dice la publicidad, a mí, en pleno abril, se me aparece Mathy.

Y no fue broma. El lunes pasado, y llegando a casa luego de una junta extraordinaria del Club de Toby en la casa de mi amigo diabético, me encontré palmo a palmo con Mathy, que sorpresivamente había regresado de Iquique para darme una sorpresita. Como ella tiene llaves de mi departamento, me sobresalté cuando la encuentro sentada en el living.

- ¡Mathy! ¡Regresaste!

Me mira con sus ojos llenos de furia y mostrándome una foto de la paquita que tenía en velador de mi dormitorio, pregunta.

- ¿Quién es esta chusca?... ¡No me digas nada. Debe ser la misma que te regaló ese ordinario gato chino que boté a la basura!
- ¿Botaste mi gato a la basura?
- ¡Por Dios, Exe! Te convertí en un gentleman mientras estuvimos juntos, pero apenas me voy a Iquique te baja nuevamente la ordinariez.
- ¡No soy ordinario, Mathy!
- Ordinario y puto eres… Pero no te preocupes ya que vine a despedirme.

Uf, pensé. – ¿Y cual sería la razón?

- Me voy a vivir a Iquique. Vendí mi departamento que tengo acá y compré uno en el norte. ¿Te agrada, guachito?
- ¿O sea me abandonas?

Mirando la foto de Sofía, mi paquita, dice: “No creo que te haga falta con estas flacas que revolotean a tu alrededor. No sé que ven en ti. Lo que es yo, nunca vi nada extraordinario… al contrario, todo era ordinario.

- ¡Ni la reina de Saba que fueras!
- ¡No soy reina, pero soy digna!
- ¿Cuando te marchas?
- Mañana al alba. Hoy me quedo a dormir en la casa de mi hermana. El camión de la mudanza ya partió.
- ¿O sea… hoy es nuestra última noche?

Se derritió y me dice: - Sip… la última.
- ¿Me permites entonces que te invite a cenar?
- ¿Dónde me llevaras? ¿A alguna de tus picanterías a comer riñones al Jerez?

Como aun tenía en mi poder la tarjeta de crédito que me pasó Joaquincito para mi complicado viaje a Cuba, no lo pensé dos veces. Además. Mathy merecía una despedida que quedara en su recuerdo.

- No Mathy. Hoy iremos a El Otro Sitio.
- Años que no voy allí. Voy feliz y te prometo no discutir.

No era tarde cuando llegamos a BordeRío. Aun así ya había bastante público. Mientras no asignaban una mesa (ya que llegamos sin reserva), nos sentamos en la barra y bebimos un pisco sour de factura peruana. En los taburetes sentía sus piernas, duras y firmes a pesar de su edad. Yo, menos adicto al deporte me sentía en desventaja ante tamaña mujer. Es cierto que Mathy ya paso la cincuentena… pero aun hay quienes se dan vuelta para mirarla.

No quise mirar el menú para no descomponerme con los precios, así que le pedí al mozo que nos ofreciera algo original y nuevo. –“Recién cambiamos la carta”, nos cuenta con una sonrisa de oreja a oreja y nos recomienda un cebiche Lázaro y unos anticuchos de filete, que son de otra galaxia. “Uno y uno”, le solicité, y muy pronto llegaron a la mesa, junto un segundo sour para los dos. Pronto llegaron los platos solicitados. El cebiche, realmente fuera de serie. Ostras, ostiones y erizos y corvina en su composición. Si la leche de tigre es afrodisíaca, ¿se la imaginan con el jugo de los erizos? ¡Hasta el gato chino se le olvidó a Mathy!

- ¡No te vayas!
- Me voy.
- Carajo… y me dejas para siempre
- Iquique te espera, Exe. Me aburrió Santiago y me cansaron tus amiguitas.
- ¿Definitivo?
- Una pena Exe, pero definitivo. Además el clima allá es divino.

No era la primera vez que me mandaban a la cresta, pero sentí mucho la situación. De fondo, para comer y no pensar en estupideces, Mathy se mandó al pecho un picante de camarones (de río) de excelente factura y yo un muslo de pato con arroz verde. Ambos platos los acompañamos con sendas copas de un buen chardonnay y de un mejor pinot noir. A esas alturas, las piernas de Mathy recorrían las mías buscando, quizá, una gran despedida.

Ella pidió suspiro limeño de postre. Yo, un corto de pisco peruano de bajativo. Cancelé la cuenta con la salvadora MasterCard y nos retiramos de un lugar que en esos entonces hervía de público. En el taxi, y ya de regreso, le ofrecí mi departamento para su última noche en Santiago.

- Eso me compromete, Exe.
- Si quieres, puedes dormir en la habitación de la visitas. Respondí.
- Si es la última noche… pasémosla juntos.
- ¿Y puedo rescatar mi gato de la basura?
- ¡Eres increíble, Exe. Por eso te quiero!

Mi pobre gato estaba aprisionado entre diarios y lechugas descompuestas que pilló Mathy en mi refrigerador. Lo saqué de una bolsa plástica del Santa Isabel y de inmediato comenzó a subir y bajar su pata delantera. Lo limpié y lo puse en su lugar. Cuando llegué a mi cuarto encuentro a Mathy roncando y en el séptimo cielo. No la desperté pero me acurruqué en ella para sentir unos aromas y vivencias que difícilmente volverán.

No pretendo contarles lo que pasó cuando Mathy despertó a la cuatro de la mañana. Sí les puedo decir que eran las seis de la madrugada cuando llamamos un radiotaxi para viajar al aeropuerto. Como un caballero –y no un ordaca- la acompañé a AMB para tomar su avión definitivo. Cuando salí de mi departamento, vi que mi gato movía su pata lentamente y estaba triste. Parece que las cosas están claras: mi próximo destino será Iquique… tierra de campeones.

Exequiel Quintanilla

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