miércoles, 14 de noviembre de 2012

GENUFLEXIONES GASTRONÓMICAS

MONÓLOGO DE UN CHEF

Me transformo cuando luego del corto descanso diario vuelvo a ponerme esa chaqueta blanca que me identifica como chef. No crean que es un trabajo fácil. Muchas veces añoro la vida de un simple trabajador que ocupa diez horas diarias en su actividad. Pero hace unos años decidí que los fogones serían mi futuro. Un futuro que un día me tiene en la cúspide y otro día me da desengaños. Así es mi vida y la de todos los chefs de cocina. Trabajamos de sol a sol, o de luna a luna, sólo con el fin de agradar a nuestros comensales. Y si bien ello cansa, es tremendamente motivante.

Vivo con la chaqueta puesta. No es que trabaje las 24 horas del día en esto, pero todo el santo día pienso en lo mismo. Es que tenemos tanto por hacer que no queda tiempo para disfrutar de la vida. Muchas veces nos ven como seres especiales y mediáticos. Aparecemos en la televisión, en revistas couché y en eventos sociales de alta gama. Nos ganamos un prestigio a punta de tenazas y fuego, lo que incita a muchos a copiar o imitar nuestro trabajo. Hoy la cocina es un boom que se respira en las decenas de institutos que imparten la especialidad. Cuando comencé esto de la gastronomía éramos pocos. Nadie me había contado de los calambres en las piernas que se sufren luego de permanecer parado en una estación de trabajo cerca de ocho horas sin moverse, ni nadie me había explicado los dolores de espalda que tiene un cocinero cuando trabaja inclinado otras tantas horas. Los simples mortales sólo piensan en que nosotros, los chefs, vivimos cerca de un aire acondicionado y nos codeamos con lo más selecto de nuestra sociedad mientras los ayudantes se queman las manos en la cocina.

Me gané la chaqueta de chef hace algunos años. Pensé que seria fácil escalar posiciones en un mundo donde la gastronomía iba en alza. De hecho, he subido muchos peldaños, pero cada uno de ellos está lleno de vidrios molidos y de resbalosos ascensos, ya que todos pretenden que te caigas. Sinceramente me convertí en chef sin saber lo que realmente era esta profesión. Hoy disfruto lo que hago pero aun así no tengo tiempo -como el común de los mortales- , de disfrutar un café con una medialuna en una cafetería, ni juntarme con mis amigos cuando ellos están disfrutando. Aun así, pienso que me gané la chaqueta de chef y me siento orgulloso de ello. Es difícil dar consejos a los futuros chefs de cocina, pero a la larga, lo que asumes en la vida, tómalo con orgullo y sé feliz. Vomita las dificultades y goza día a día lo que esta vida te dio. Es la única forma de dejar una huella en esta tierra que te brindó la grata experiencia de nacer y desarrollarte.