miércoles, 12 de junio de 2013

MIS APUNTES

EL MERCADO DE SAN MIGUEL DE MADRID
Caro, pero bueno

En nuestra reciente visita a la capital española, hemos aprovechado para acercarnos al céntrico Mercado de San Miguel de Madrid, muy cerca de Plaza Mayor, que nos habían recomendado en numerosas ocasiones. Para quienes no conozcan este mercado, decirles que no esperen un mercado tradicional, ya que las reformas recientes lo han convertido en una especie de lugar de tapeo, cata y degustación de productos gourmet.

El mejor ejemplo de la arquitectura del hierro en Madrid se encuentra en este mercado de 1916, que actualmente es todo un templo de la gastronomía, formado por un conjunto de 33 puestos de ricos manjares y escogidas materias primas, tanto para comer o llevar, y una cuidada decoración que hacen de él un elegante espacio de múltiples usos en pleno casco histórico.

Aunque es verdad que venden al peso sus productos, la mayoría de los clientes -como nosotros, que no tenemos la suerte de vivir cerca-, podremos degustarlos en la barra de los establecimientos o en unas muy escasas mesas altas que hay dispersas por el local del antiguo mercado. Hay casi de todo. Uno de los puestos del Mercado que más expectación genera es La Hora del Vermut. No en vano, observar las diferentes variedades de encurtidos (aceitunas o las banderillas) expuestos en el mostrador son un fuerte reclamo para quienes se acercan a curiosear en el puesto. No es extraño probarlos en la misma barra acompañados de un buen vermouth o una sangría y siguiendo una de las tradiciones más peculiares de la vida madrileña.

Para acompañar, justo al lado, pedimos unos vermuths y unos encurtidos. Para seguir, nada mejor que un buen jamón ibérico de Guijuelo, cortado al momento por manos expertas (17 euros la ración de 100 gr.). Hay sitios de vinos, donde se pueden pedir por copas (a partir de 3 euros la copa de tinto) o por botellas, y muy tentadores los puestos de pescados y mariscos, donde se venden para llevar o para comer allí mismo, ostras españolas y francesas (unos 2 euros la unidad), gambas de Huelva, percebes gallegos, buey de mar, pulpo y todo lo mejor de nuestras costas.

No faltan tiendas de ultramarinos, donde podemos pedir casi de todo, desde las típicas sardinas o boquerones en vinagre hasta caviar. También hay una tienda de pasta fresca, con varios tipos de ñoquis variados, que se venden al peso, para llevar, e incluso algo de sushi en un selecto rincón que tiene Lhardy. Además hay puestos de pan más o menos artesano, y uno donde venden croquetas, las clásicas de jamón, otras de sepia, o de gambas (a 2 euros la unidad).

Incluso encuentro uno de los puestos con cocina en donde se puede degustar plato del día de cuchara, en este caso hemos tenido suerte y había fabada, aunque no es lo más propio para el tapeo. En cuanto al precio, no es nada barato, aunque estás pagando productos de calidad. Y después de que nos “clavaran” con 17 euros por un plato de calamares fritos en una cafetería junto al Reina Sofía, ya cualquier cosa me parece medio razonable.

Acabamos la visita al Mercado de San Miguel de Madrid bastante satisfechos, aunque algo cansados, ya que hay que estar continuamente yendo de acá para allá buscando tapas, y las sillas son escasas, con lo que la mayor parte del tiempo hay que estar de pie. Al final vemos a muchos extranjeros comiendo prácticamente en el suelo, en las escaleras exteriores, y casi estamos tentados de imitarlos. Desde luego, no les vendría mal poner más mesas y sillas, que sitio hay de sobra. En cuanto al resto, pocas quejas, servicio atento y rápido, buena relación calidad-precio en general, y muy buena accesibilidad y limpieza de las instalaciones. ¿Imprescindible, como dicen muchos? No tanto, diría yo,  aunque entiendo que mi opinión es parcial, soy más de sentarme a comer tranquilo y de cuchara, a la vieja usanza. Esto de comer de pie y en platos de plástico no es lo mío, lo reconozco, por muy buenas que sean las viandas. (JAE)