Una buena imagen vale más que mil palabras
(Algo retirado de las pistas y a solicitud de varios lectores de Don
Exe, publicamos en esta ocasión una de sus comentadas columnas)
Tiene los ojos amarillos. Bueno, es un decir ya que el color
de su iris es tan, pero tan claro, que a plena luz sus ojos son como el sol.
Estaba tomándose un café a media mañana en la terraza del Juan Valdez en
Isidora Goyenechea. Cuando la divisé quedé absolutamente prendado (y prendido).
Iba camino al Hotel W a una tediosa conferencia de prensa con un aburrido
enólogo y decidí tomarme un café en ese mismo lugar.
Imaginé que era francesa ya que estaba leyendo Le Figaro.
¡Estamos mal!, elucubré, ya que de francés sé tanto como de física cuántica.
Pero sólo verla me alegró el espíritu y me revolvió las hormonas ¿La
conferencia?... a segundo plano. Ya me conseguiría algunas notas para escribir
algo de ella. Total, no es la primera ni la última vez que invento entrevistas.
Más de alguien ya ganó un Pulitzer a punta de imaginación.
Para no ser menos, cuando me entregaron el café encontré un
ejemplar del Diario Financiero y lo llevé a la terraza. Ella, absorta en Le
Figaro y yo, frente a ella, tratando de leer la letra chica de los bonos y las
acciones. Sólo tratando, ya que ni siquiera sabía si el diario estaba patas
arriba o abajo.
El destino quiso que una gitana pasara por ahí. Trató de
embaucar a la francesita y ella puso cara de terror. Me levanté de la mesa y le
pedí amablemente que se retirara de allí y que la dejara tranquila. Como no
quería irse, le pasé luca y le dije que fuera mejor al hotel W a la conferencia
de prensa del enólogo. Allí tendría muchos clientes.
- Gracias,
me dice en perfecto español. Me asustan las gitanas.
- No te
preocupes, respondí, no me pareció correcto que te molestaran.- ¿Cómo te llamas? ¿Cómo te agradezco?
- Me llamo Exequiel, pero me dicen Exe. ¿Y tú?
- Monique, Exe, y me dicen Monique.
- ¿Turista por casualidad?
- No. Vivo en Santiago. ¿Te tomas otro café conmigo?
¡Pobre de mí! Me cambié a su mesa y partí por más café.
Curiosamente odia a las gitanas pero fuma Gitanes. Curiosamente también,
licenciada en lenguas latinas y ex violinista de la sinfónica de París. Su ex
marido era el director de la orquesta y cuando se separaron ella abandonó su
trabajo. Se vino a Santiago con su violín y se gana la vida tocándolo en las
estaciones del Metro (que tienen una acústica salvaje) y en las afueras de
Almacenes Paris de Providencia. Y lo más curioso… vive muy bien.
Bueno, con ese cuero y esos ojitos marrones, cualquiera le
pasa una buena propina por tan sólo verla. Apagó su tercer Gitanes e hizo el
intento de retirarse. En esos momentos recordé que la conferencia de prensa
terminaría con un almuerzo en la terraza del hotel W.
- Monique
¿Te agradaría acompañarme a un almuerzo acá cerca?
- ¿Qué tan
cerca?- Dos cuadras a lo sumo.
- ¿No te molesta?
- Al contrario. Me encantaría.
Guardó Le Figaro en su cartera, agarró el estuche de su
violín y partimos al W. No dejó que le llevara la cajita verde de su violín.:
“es liviano”, dice. “Tú me llevas y yo cargo mi violín”.
Me tomaba la mano cuando cruzábamos las calles. Luego las
separaba y yo le seguía el juego. En el ascensor del hotel, ese que lleva al
cuarto piso, me planta un beso bien cuneteado. “Gracias por salvarme de la
gitana, Exe”. ¡Eres una buena persona!
Una cosa es ser afín a las sub 35 y la otra es que ese
target te de pelota. Y en este caso parece que la gitana me brindó una ayudita.
Llegamos justo a la hora del almuerzo y nadie notó mi ausencia. Lo que sí
observé fue la cara de bobos que ponían los periodistas varones y la de envidia
de las chicas. Más fraternal que nunca se acerca el gerente del hotel junto a
su relacionador público. Tan cercanos que me invitan a su mesa junto a la
francesita.
Para homenajear a Monique pidieron Champagne Drappier, tan
gala como ella. Luego y al son de un buen almuerzo que incluía un cebiche del
día y para finalizar un Boeuf bourguignon preparado por el propio chef Jaen
Paul Bondoux, otro lacho que tampoco escapó al hechizo de los ojitos amarillos
de Monique y trató de enamorarla en francés, su lengua madre, pero ella se
escabulló elegantemente y comenzó a hablar con mis vecinos de mesa.
No le costó mucho al relacionador público del W pedirle a
Monique que tocara una pieza en su violín. Mal que mal tiene una larga
trayectoria en el Teatro Municipal de Santiago. Ella, agradecida de las
atenciones, se instala al medio de la terraza y todos callan. Tensó el arco de
su violín y comenzó a tocar “Por una cabeza”, el tradicional tango argentino.
Fue un fin de fiesta memorable y un posible contrato para que Monique amenice
algunos eventos en los diferentes espacios del hotel.
Monique salió contenta y yo también. Me cuenta que ese día
le corresponde tocar en el pasillo del Metro Salvador y si puedo acompañarla.
Su “mise en escene” era genial. Dejó el estuche abierto de su violín y de una
chauchera sacó billetes de mil y dos mil pesos, más otras monedas de 500, unas
pocas de 100 y las puso frente a ella. “A esto le llamo marketing directo”, me
dice “si hay monedas chicas, todos dejan chicas, Si hay billetes, la gran
mayoría deja billetes”. Cuando el pasillo comenzó a llenarse de público, empezó
a tocar su violín. “Llámame mañana Exe”, alcanzó a decir. Hoy es mi día de
suerte y mañana nos vamos a divertir. ¿De acuerdo?
- Au revoir,
Monique.- Au revoir, Exe. Je te veux pour moi toute seule.
Aun trato de traducir lo que me dijo. Pero me tinca que esto
va por lo menos para un pollito al velador.
Exequiel Quintanilla