LAS LIGAS DE LA
NOVIA
Odio los
matrimonios. Perdón, odio que me conviden a las bodas. Cuando era joven fui a
muchos eventos de esta naturaleza y no sé si fue por yeta, pero todas las bodas
que asistí terminaron en rotundos fracasos. Ya decano en esto de la vida y
liberal en esto de los amores eternos, prefiero que los guachos se vayan a
vivir por un largo tiempo solos para ver si se aguantan. Pero como nadie me da
esférica y mis ideas se las ponen por cierta parte, igual me llegó el otro día
un convite.
Se casaba la
hermana chica de mi nuera. Mi hijo, Joaquín, me advirtió: Papá ¡tienes que ir
si o si!
- ¿Y si me enfermo?
- No te creerán y yo quedaré mal.- Pero me empelotan los matrimonios
- Acuérdate viejo que yo trabajo con mi suegro. Y él te puso en la lista.
- ¿Y puedo ir acompañado?
- Anda con quien quieras… pero te quiero ver en el matrimonio.
Ene, tene,
tú, cape, nane, nu: llamé a la paquita y me dijo que ese día estaba con un
turno imposible de sacárselo de encima; Mathy en Iquique y parece que con pocas
ganas de verme; la peruanita en sus tierras y la peluquera era muy extravagante
ya que le dio por ponerse piercings en las cejas, nariz y labios. ¿Pasará algo
si no me acompaña nadie?
Le hice el
quite a la misa ya que era “de precepto” y llegué justito cuando el cura daba
la bendición final. Me instalé a un costado de la iglesia en un ángulo perfecto
para que el suegro, cuando pasara del brazo de su consuegra, me viera. Le hice
una pequeña reverencia y partí raudo a tomar un taxi para ir a la fiesta. Como
estaba lloviendo nos disputamos un auto con una gorda vestida con un traje de
lamé color morado. Parecía obispo la veterana. -¿Lo compartimos, pregunté?
Ella sudaba
maquillaje con la lluvia y acepta mi propuesta. -¿Vas a la fiesta?
- Obvio
- ¡Yo también! Mi nombre es Esperanza.- Yo soy Exe
- Soy tía del novio. ¿Y tú?
Para no
extenderme le dije que era amigo del papá de la novia. Como su vestido de lamé
era puro poliester, se le subía y ella trataba de bajarlo pensando que yo le
miraría las piernas y los churrines.
- ¿Vas sólo al matrimonio?
- Si, le respondí. Soy viudo.- ¡Pobrecito Yo vengo sola porque al estúpido de mi marido se le ocurrió enfermarse justo hoy.
- Qué idea más buena… murmuré
- ¿Te gusta bailar, Exe?
Si ella hubiese
sabido que hace una semana yo estaba bailando con la secretaria del alcalde de
Pica, no habría hecho la pregunta.
Por fin
llegamos a la recepción. Pagué el taxi y no dejé que ella me diera su parte.
Esperanza me paga con un beso lleno de pachulí que me dejó la nariz inflamada y
aun siento el maldito aroma. Me recibieron en la puerta con un frío espumoso
argentino. ¡El viejo se las mandó!, pensé. Esperanza no se movía de mi lado,
así que le dije en un momento, perdóname pero tengo que ir al baño, hace media
hora que no voy.
- ¿También tienes la próstata mala?
- ¡Mejor pregúntame lo bueno que tengo!
Rió
maliciosamente y me fui por unos pasillos buscando el baño. A decir verdad no
lo necesitaba pero fue lo único que se me ocurrió para deshacerme de la
veterana. Las amigas de la novia estaban para recrear la vista y no pensaba
malgastar mi tiempo viéndola vestida en su traje apretado de lamé.
Bebí otra
copa mientras miraba el espectáculo ya que ir a un matrimonio es para empaparse
de realidades. Buffet frío y caliente para la ocasión. Doce veteranas por lado,
flanqueadas por sus flacos maridos prácticamente se tomaron los mesones del
buffet. Y no dejaban pasar a nadie. Ellas comían pavo frío, ensaladas, huevos y
lo que pillaran a mano pensando quizá amortizar el regalo. A una la vi salir
del montón con un pedazo de carne en el plato, otro en la boca y en el mismo
plato una porción de torta y ensalada de papas mayo. ¿Dónde habrán estudiado
estas viejas? Mientras los carcamales comían, la juventud bailaba. A lo lejos
diviso a Esperanza que habla animadamente con una amiga. Al fin encontró a
alguien que la entretenga.
Mientas los
mozos y cocineros cambiaban a cada momento el buffet, yo, sentado en una
poltrona saqué diez arrugadas lucas de mi pantalón y se las ofrecí a un mozo. -¿Me
atiendes mijo?
Fueron las
diez mejores lucas invertidas en mi vida. Agarré desde centolla a Blue Label.
La hora de
la verdad se acercaba. La novia, coqueta ella, decidió que esta vez ella le
tiraría el ramo a los solteros que estaban en la fiesta, y quien lo agarrara,
debía sacarle las ligas que llevaba en sus piernitas. Todos reían y lo estaban
pasando bien. Yo, sentado en mi poltrona, quede mirando la situación mientras
Omar, mi mozo particular, otra vez me traía un etiqueta azul. Claudia (así se
llamaba la novia), tira el ramo y cae perfectamente en mi regazo.
¡Exe!,
¡Exe!, ¡Exe!, ¡Exe!… comenzaron a corear primero mis hijos y luego todos los
asistentes. Claudita se acerca a mi lado y pregunta -¿Te atreves tío Exe?
No sin
dificultad me paré de la poltrona y le pregunto en qué lado tiene su liga. -¿No
prefieres buscarla?, me pregunta inquisitivamente. Respondí negativamente.
–Prefiero que me digas, ya que últimamente la Unidad Coronaria Móvil se está
demorando mucho en llegar.
Me ofrece su
pierna derecha y comienzo a subir el vestido de novia con mi boca. Voy cerca de
su rodilla cuando todo se hace noche: se había cortado la luz con el temporal.
Escuche un uuuuuuuuuuhh justo cuando encuentro la liga y la saco con mi boca.
Con ella aun allí, las luces de emergencia volvieron todo a la normalidad.
Claudita, la novia, colorada más que el vestido burdeos de la veterana
Esperanza que a esas alturas ya había sacado de su cartera un abanico para
solucionar el bochorno de la situación. Yo, beso una mejilla de la novia y le
regreso su liga. Ella me agradece y mientras responde el beso me dice: -
“pronto nos veremos, tío”
Omar, mi
barman personal, me da dos golpecitos en la espalda: - ¡Se pasó jefe!, comentó
mientras ponía otro vaso con etiqueta azul. Lo bebí y mire alrededor. Todo era
jolgorio. La música sonaba fuerte cuando decidí regresar a casa. La única que
se percató de mi retirada fue Claudita, la novia, la que me cierra un ojo y
pone la boca como dando un beso. Digna ella y digno yo.
Aun llueve
fuerte cuando salgo al exterior. Veo un taxi y lo llamo. En la esquina,
carabineros haciendo control de tolerancia cero. Llamé por celular a mi hijo
que aún estaba en la fiesta y le digo: ¡O se quedan hasta mañana, o se van en
taxi y dejan los autos botados… o pasan la noche en la comisaría!
Como en las
fiestas modernas, al retirarme me regalaron una bolsa de papel kraft con algo
adentro. Pensé que podría ser un pedazo de esas malditas tortas de matrimonio
que son más secas que peo de camello, pero al abrirla me encontré que a mi
bolsa habían metido una botella apenas abierta de Blue Label.
No crean que
la guarde. Bebí de ella un trago por la novia y sus suaves piernas juveniles.
No quiero pensar que ella tiró el ramo para que lo agarrara yo. No quiero
pensar que Omar cortó la electricidad justo cuando yo rozaba con mis labios la
rodilla de Claudita. Prefiero pensar que todo fue cosa del destino.
¡Qué
matrimonio!
Exequiel Quintanilla