BACO
A lo largo de mi vida –e independiente de mi
condición de cronista- he sido fan de varios bares y restaurantes que me atraen
más de la cuenta. Desde el Café Paula, en la década de los 70; pasando por el
bar Don Rodrigo, la comida chilena del Peyo, la italiana del Da Carla y también
varios imperdibles que ya no existen. Actualmente lo soy del Baco, un lugar del
que no escribo regularmente ya que los sentimientos no van de la mano con la
exaltación o la crítica gastronómica.
Ser fan es tener predilección y convertirlo en
favorito. Es perdonarle los pecados –si los tiene- y conocer las normas de
convivencia del lugar. Ser fan no es saltarse formalidades o reglas, por eso
bien vale la pena recordar que hay que reservar mesa al menos el día anterior.
Ser fan no implica conocer al dueño pero si reconocer las caras de las
recepcionistas, garzonas, mozos y parte de su púbico. Es saber que la gentileza
es agradecida y premiada, ya que una copa de vino “por favor” es más económica
y generalmente de buena calidad. A veces pienso que el Baco se hizo a punta de
detalles: No hay chef, pero todos los platos salen exactamente iguales sea la
hora que sea; no hay horario establecido para almorzar o cenar. Está abierto
todos los días del año y no tiene fechas especiales, ni el día de la Madre, ni
Navidad o Año Nuevo. Para el Baco todos los días son iguales y los precios
también. Su gastronomía, de raigambre francesa, nunca desentona y la materia
prima es de calidad. No hay gaseosas ni piscolas, pero a la larga hasta eso se
agradece.
Nunca cambian la carta. Frédérick Le Baux, su
propietario, agrega un par de platos a la carta de vez en cuando y no se
equivoca. Platos como un maravilloso Foie gras poêlé con higos y habas (9.900)
o una nueva receta de reineta a la mantequilla con puré y ratatouille que están
evaluando incluir esta temporada. Aun así, la carta tradicional sigue
conquistando corazones (y bolsillos) ya que actualmente es uno de los mejores
restaurantes en que la relación precio / calidad está en perfecto equilibrio.
Excelentes vinos y una carta de licores de gran
calidad hacen el resto. Impecables en el servicio (mozas muy bien vestidas y
varones con terno negro) son un plus en esto de la cordialidad y la
coordinación en un comedor que aparte de ser grande, pasa repleto de clientes.
Un equipo de gente profesional que da gusto disfrutar.
Muchas historias se han tejido del futuro de la
empresa fundada por Frédéric Le Baux, el francés que aprendió el tema
gastronómico siendo proveedor de la cadena McDonald’s en Francia y que llegó a
Chile a manejar un negocio relacionado con la carga aérea. Lima, Punta del Este
y varias locaciones en Santiago se han urdidos tras el crecimiento de esta
marca. Lo único claro que tengo en estos momentos es que el Baco original se
mantiene en su dirección de siempre y que se hizo cargo del restaurante que
tiene Miguel Torres en Isidora Goyenechea para armar un “bar de tapas” de
verdad. Uno que posiblemente dará que hablar pero que ya es tema de otro
análisis. Por el momento seguiré adicto a este lugar… a pesar del genio del
francés, que en cualquier momento es capaz de sacar otro conejo del sombrero.
Restaurante Baco: Nueva de
Lyon 113 / 222 314 444