martes, 27 de septiembre de 2016

BITÁCORA DE VIAJES


 
DORMIR CON LA HISTORIA
Hotel Pera de Estambul
En la vida de Agatha Christie hay once días en blanco. La escritora británica se llevó el secreto con ella. Tres años después de su muerte, Tamara Rent, una médium contratada por la Warner Bross, vio la habitación 411 del Hotel Pera Palace de Estambul, y en ella una llave. Los representantes de la compañía cinematográfica, que habían comprado los derechos para hacer una película sobre la escritora, viajaron hasta la ciudad de los sultanes. Allí, en la habitación 411 encontraron la llave, una pieza oxidada del tamaño de un pulgar que, según las especulaciones de la época, sería del diario de la autora. Nunca se supo qué debía abrir. El episodio le valió un gran publicidad al hotel, al ser cubierto ampliamente por la prensa europea; y un tremendo éxito a la autora, que terminó el famoso libro Asesinato en el Oriente Express en el cuarto que ahora lleva su nombre.
Otro célebre escritor, Ernest Hemingway, llegó a Estambul en 1922 para cubrir el fin de la guerra greco-turca. No le gustó la ciudad. Solo se sintió a gusto dentro de los lujosos salones del Pera Palace, que abrió sus puertas en 1885. En él escribió las únicas palabras amables sobre Estambul: "En la mañana, cuando uno se despierta y ve la niebla sobre el Cuerno de Oro con minaretes que se elevan de ella, delgados y limpios, hacia el sol y el muecín llamando a los fieles a la oración con una voz que se eleva y cae como un aria de una ópera de Rusia, usted tiene la magia de Oriente".

Emplazado en el Barrio de Beyoglu, que en turco significa "más allá", sus balcones miran al Cuerno de Oro. Apodada "la pequeña Europa", Beyoglu, era en el siglo XIX el lugar de residencia de los diplomáticos europeos y el barrio de los comerciantes griegos y armenios. Un lugar de calles empedradas en las que se hablaban más de 40 idiomas, y en la que recalaban aventureros atraídos por la imagen exótica y difusa de la capital de los tres imperios. Ya no es el único hotel de lujo con vistas al Cuerno de Oro. La capital del antiguo Imperio Otomano cuenta con una amplia gama de hoteles de cinco estrellas - de hecho, mi hotel estaba a algunas cuadras del Pera-, pero como apunta Selbin Okyay, asistente ejecutiva del Pera Palace, "En este hotel duerme la historia".

Fue allí, en el centro de la Europa Otomana, que Georges Nagelmackers, creador del Orient Express, mandó construir un hotel que mezcló los estilos de moda -neoclásico y art nouveau- con el oriental, y que contó con el único ascensor del Imperio y con electricidad.

El Orient Express y el Pera Palace, que actualmente siguen compartiendo el mismo sello, hicieron entrar a Estambul en el siglo XX europeo de la mano del lujo y el refinamiento. Varios de sus salones han sido catalogados como patrimonio artístico nacional, como la sala de las cúpulas, coronada por seis bóvedas con forma de media naranja que en los veranos se abren para dejar entrar la brisa del mar. Además, el hotel cuenta con su propia pastelería, varios restaurantes, un servicio de spa y baño turco.

En el hotel se mezclan el refinamiento de antaño con la nueva personalidad de su emplazamiento: Beyoglu es ahora la zona de moda de la ciudad, donde se suele ir a beber un raki, el licor turco por excelencia y fumar un narguile. Por las calles donde toman té jóvenes tatuados y mujeres del siglo XXI, pasearon la espía Mata Hari, fusilada en 1927 en Francia; Greta Garbo, Trotsky, el rey Eduardo VIII de Inglaterra y el Emperador austro- húngaro Francisco José I. Todos se alojaron en el Pera Palace.

Como homenaje, muchas de las 115 habitaciones del hotel llevan el nombre de sus clientes más distinguidos. Todos los cuartos están abiertos al público excepto el 101, donde Mustafá Kemal Ataturk, fundador de la República de Turquía en 1923, instaló su base de operaciones. El cuarto alberga ahora un pequeño museo en el que se pueden observar objetos personales del general. En el bar, sin embargo, la figura de Hemingway aún se puede sentir, ya que bebiendo en ese lugar escribió parte de su novela Las nieves del Kilimanjaro. En ella, el protagonista recuerda una pelea con un soldado británico por una mujer. Terminarán pasando la noche juntos: "Y se fue antes de que ella se despertara con la primera luz del día. Y se volvió hacía el Pera Palace con un ojo morado y con su abrigo colgando en brazo, porque una de las mangas se le había perdido". (JAE)