miércoles, 1 de julio de 2009

LOS CONDUMIOS DE DON EXE


VINOTAURO
El amor no tiene cura

Crónica gastronómica interpretativa

Llovía profusamente cuando se me ocurrió convidar a Mathy a un ambigú nuevo que había divisado en mi barrio. Vinotauro se llama y ese mediodía quería comer carne, su especialidad, y a la parrilla.

- Vinotauro ¿Qué es eso?
- Una parrilla
- Tiene nombre de cabaret Exe. ¿Estás seguro que se llama así?
- Si hermosa. Es una parrilla y me tinca buena. Además llueve y está cerca de mi departamento. ¿Nos juntamos allá?

Creo que dudó un poco pero dijo que si. Hacía días que no estábamos juntos y necesitábamos ese contacto. Vinotauro… Minotauro… con razón Mathilda me hizo la observación. Tenía nombre de night club, pero ésta, creo, es una parrilla. La había visto de pasadita y me pareció bien instalada. Cuando pasé por ahí hace unos días, salía un olorcito a cosas ricas que me entusiasmaron a más no poder. Además, con el presupuesto medio flaco no quería asumir riesgos mayores. Mis chiquillos aun no me reponen en un cien por ciento la mesada (me tinca que se están aprovechando del pobre papá) y si invitaba a Mathy a comer guatitas a Las Lanzas, creo que aun estaría sintiendo el eco de la tapa que me haría. Así que Vinotauro era mi única esperanza.

Llovía afuera y adentro cuando llegué. Era tanta el agua que sobrepasó el techo del ambigú. Me derivaron a un pequeño comedor del segundo piso. Ahí no llovía y mientras esperaba a mi amada solicité un pisco sour. Llegaron juntos. El mozo con mi sour y Mathilda con un genio que se los regalo. El súmmum es cuando pide un jerez Tío Pepe. Ahí dan ganas de arrancar. ¿Qué creen mis lectores? Pidió Tío Pepe, mientras se sacaba gorro, abrigo, bufanda y guantes que la acompañaban y se secaba los restos de agua que tenía en su cara.

- Te debo querer mucho Exe para llegar hoy acá.
- Eso creo… murmuré apenas.
- ¡Estoy empapada! y para más remate allá abajo estaba calentito pero se estaba lloviendo y me mandan a este helado comedor del segundo piso.
- Pero Mathy…
- Nada de Mathy querido. Y comienza a pedir algo de comida ya que con frío, lluvia y hambre me pongo intolerable.

Llamé al mozo y le solicite rápidamente una porción de empanaditas de queso, una botella de cabernet sauvignon Miguel Torres y un surtido de carne, ave y camarones al pilpil. ¡Y rápido!, lo urgí mientras terminaba mi buen sour y ella de un largo sorbo se bebía su jerez. La única forma que tenía para que olvidara su mal genio era que llegara pronto el pedido. Y ojalá estuviese bueno. El mix al pilpil estaba mahoma no más. Le faltó enjundia. Las empanaditas, desgraciadamente de caja. No hechas en casa, esas que tienen un no-se-qué pero que contentan corazones. Partimos mal, pensé, mientras Mathy me miraba como pidiéndome explicaciones. ¿La había sacado de su acogedor departamento para comer empanaditas congeladas de caja?

Incluso el mozo se dio cuenta del estado de ánimo de mi amada. Apuró la causa y parece que chicoteó los caracoles de la parrilla y llegó en un santiamén con los fondos. Un jugoso lomo a la parrilla con papas fritas para ella y una sana pechuga de pollo con ensalada de palmitos y palta para mí. Aparte, y de regalo por el mal rato del mix al pilpil, nos benefició con dos papas ácidas (así les llaman a las papas rellenas con crema ácida y ciboulette envueltas en papel aluminio, por lo tanto no era un mensaje para mi odiosa Mathilda), de buen porte, sabor y cocción. Poco a poco la sonrisa volvió a su linda cara. Pero cuidado, me dije. Esa sonrisa trae algo. Detalle que al rato conocería.

¿Existe algo más típico en una parrilla de barrio que las papayas al jugo? Creo que no. Además, como actualmente vienen enlatadas o enfrascadas son sanas y recomponen. Yo, papayas; ella torta de merengue lúcuma que estaba para chuparse los dedos. Resumiendo: fuera de los equívocos iniciales, buen precio, buen producto y buena intención. ¿El agua?… un bonus track fuera de todo pronóstico.

Afuera seguía lloviendo cuando recibí mi propio chaparrón.

- ¿Me acompañas? Tengo dos entradas para el Teatro Municipal. Iremos a la ópera. Tristán e Isolda. ¿Te tinca?

Rápidamente calculé las opciones que tenía. Ninguna. O partía al Municipal a escuchar el dramón o moriría con el corazón desangrado después de varios días de lenta agonía.

- Lógico que te acompaño. Si bien es cierto que Wagner no es santo de mi devoción, feliz voy contigo…, mentí.

¡Ay Tristán! ¡Ay Isolda!
El amor no tiene cura…

Exequiel Quintanilla

Vinotauro: Duble Almeyda 2438, /esq. Pedro de Valdivia, Ñuñoa, fono 893 6216