miércoles, 18 de agosto de 2010

LOS CONDUMIOS DE DON EXE


DURMIENDO FUERA

Esto, en vez de llamarse “los condumios de don Exe”, debería llamarse “los condumios de doña Mathy”, ya que al veterano le bajó la depre después de la estadía en Santiago de su primito regalón. Nunca supe qué pasó. Pero cuando ve un carabinero cerca de él, se pone tan verde como su uniforme y se enclaustra en su departamento.

- ¿Serias capaz de hacer algo por mí?, me preguntó al teléfono.
- Lo que quieras Exe.
- ¿Podrías escribir la crónica de esta semana en Lobby? No me siento con ganas de hacerlo.
- Pero… ¿De qué escribo?
.- Da lo mismo, perrita. Pero tiene que ser de comida o de bebida. No de maquillaje ni de hormonas.
- ¡Esas son las que te faltan a ti!, Exe.

No dijo nada. Anda falto al litio el pobrecito. Pareciera que de golpe y raja le vino el “viejazo” y no quiere saber de nada ni de nadie. Es de esperar que pronto se le quite. A decir verdad, le doy una semana. Capaz soy de llevarlo al geriatra y dejarlo ahí, sentado en la sala de espera para siempre. Pero con lo bueno que ha sido, merece otra oportunidad. La última.

Para ser sincera, aun recuerdo cuando fuimos a alojar al hotel W. Es cierto que Exe tiene amigos pero nunca pensé que se podría conseguir una habitación en ese reluciente hotel. Como me da vergüenza entrar el un hotel parejero, encontré ideal su invitación a uno decente y de cinco estrellas. Al llegar, una de las encargadas de hacer el check in, lo saluda profusamente y le dice -¡Cuanto tiempo que no lo veía por aquí, don Exe! Yo, media indignada, me hice la tonta. Pero no se la dejaría pasar.

Cuento corto, llegamos a la habitación designada. Dos cuartos: living de colores eclécticos y un dormitorio con todo lo imaginable. Exe, curioso, comienza a revisar todo. Tiró hasta la cadena del WC para ver si funcionaba bien. Buscó enchufes e interruptores “¡los hoteles me sacan de quicio de repente! Nunca se sabe donde se prenden y apagan las lámparas…”. Yo, mientras, dejaba en el closet el par de pilchas que había llevado para la ocasión.

Decidí darme una de esas duchas que uno se da en los hoteles, donde corre y corre el agua caliente sin remordimiento alguno. Ahí me percaté que la ducha y la tina estaban metidas dentro del cuarto.

- ¡Exe..., el baño no tiene puerta!
- No me lo digas a mi Mathy… Llama a recepción si quieres.
- ¿Y me voy a duchar delante tuyo?
- No sería la primera vez, respondió.

Yo que me creía una mujer de mundo, éste se me empezó a caer a pedazos. La tina al lado de la cama. Un poco mas allá una gran ducha. Mientras me duchaba pensaba que todos me observaban desde la Plaza Perú. Exe miraba –menos mal- televisión en el pequeño living que tenía la habitación. Lo que ahorraron en tabiques lo gastaron en toallas, pensé, ya que habían decenas de ellas en el dormitorio – baño. Tras la ducha con gentiles amenities del hotel, me puse una alba bata de levantar y con sus respectivas zapatillas partí al pequeño living donde Exe ya estaba abriendo una botella de champagne.

No crean que la sacó del frigobar. El astuto la trajo en su equipaje junto a una de vodka. “una cosa es tener privilegios, me dijo, y la otra es cachar que te revientan la billetera con los tragos del frigobar.” Y no dejaba de tener razón.

Yo, tirada en un sofá color pistacho y él sentado en un cómodo sillón fucsia comenzamos a beber champagne acompañado de un plato de fruta fresca que estaba esperándonos en la habitación. Rico lugar, se los juro. A esas alturas hasta encontraba entretenido tener una ducha en la mismísima habitación y ya pensaba en el desquite que me daría cuando Exe quisiera usarla.

Tanta agua (de la ducha) y champagne, me dio hambre. Así se lo hice ver a mi hombre y como no hay obligación de quedarse en el hotel, decidimos salir a cenar a algún lugar del sector. Isidora Goyenechea está plagado de ellos y terminamos comiendo pizza en el Tiramisu. Exe las odia, pero yo las amo. Y con tal que no le preguntara por su primito o por la recepcionista que nos recibió en la tarde en el hotel, accedió a compartir una pizza Melanzane, con berenjenas, queso y aceite de ajo. Bebimos cerveza, como corresponde a una buena pizza y con la barriguita llena y feliz, partimos de regreso a nuestro nidito de esa noche.

Como era temprano, caminamos por el sector. Exe paró en una esquina y compró dos tónicas. “Para la vuelta”, me comentó. Al rato y aburridos ya que poca gente circulaba por el sector, regresamos a nuestro hotel que a esa hora estaba lleno de clientes. Subimos directamente a la habitación y mientras Exe se duchaba (en realidad lo dejé que lo hiciera sólo en la habitación) yo preparaba un par de vodka tónica. Yo y él de bata y albas zapatillas de levantar. En el plasma, Shakira y su waca waca. Poco importaba, ya que estábamos brindando por nuestras vidas.

Ricas sábanas. De esas que no te permiten salir de la cama al día siguiente. Prejuicios afuera nos duchamos juntos en el dormitorio. No quedó ni una toalla seca. Tras vestirnos partimos a desayunar. Jugo para mí; jugo para los remedios de Exe; café, huevitos, pan, mantequilla, jamones y queso a destajo. Frutas y mermelada. Eché de menos una mimosa para el desayuno, esa fresca combinación de champagne y jugo de naranjas recién exprimidas que aprendí a beberla en épocas anteriores. Pero ya me desquitaría. Desgraciadamente Exe tiene sus bajones y sus amigos poco le ayudan para hacer una vida normal. Sé que tendré que acompañarlo al juzgado la próxima semana para que testifique en un caso que ni sabe ni se acuerda. Me prometió que nunca más recibiría al primito en su casa y que se portaría bien. A decir verdad poco le creo. Pero a estas alturas de la vida o estas acompañada por alguien que te agrada o te quedas haciendo frivolité en casa. Y entre esas dos opciones, no hay donde perderse.

Como es costumbre en él, no pagó cuenta alguna. Sólo firmó un vale. Las chicas que trabajan en la recepción del hotel lo despidieron con besos y abrazos. Yo, como dicen los jóvenes de ahora, aun estoy cachuda. ¿Quién es realmente mi Exe?

Mathilda

Hotel W: Isidora Goyenechea 3000. Las Condes, fono 770 0000