LA COCINERITA
Mathy al teléfono:
- Exe, ¿te puedo pedir un favor?
- El que quieras, linda.
- ¿Pero no te molestarás?
- Nunca me molestas, reina.
- ¿Sabes?, lo que pasa es que una nieta de mi amiga Isabel quiere estudiar gastronomía y está empecinada en ello. Yo le conté que tú podrías hablar con ella para que sepa la realidad de esa profesión.
- ¿Y por qué yo?
- Creo que sabes bastante de eso y así me saco un cacho de encima ya que hace dos semanas que la Isabel anda con el mismo tema.
- Buena cosa, Mathy. O sea me pasas el cachito. ¿Cómo se llama la bendita?
- María de los Ángeles.
- Está bien. Dile que me llame. Pero no te prometo nada.
- Gracias viejo gruñón.
- De nada princesa.
- Deja los cumplidos para otro día. Aun estoy dolida contigo… y cortó
No hay cosa que me empelote más que cuando me recomiendan para perder el tiempo. Pero tenía que ponerme en la buena con Mathy ya que hace semanas que andamos con todos los servicios cortados. Posiblemente una buena acción lograría ablandar su corazón. Mis aventuras juveniles me tenían algo agotado y francamente necesitaba de la paz que entrega una mujer madura. Esa paz que no te obliga a nada, que te mantiene tranquilo, sereno y no arriba de una moto en Vicuña Mackenna.
En la tarde recibí el fatídico llamado.
- Habla María de los Ángeles. ¡Hola tío!
- Mijita. No me diga tío, me enerva. Dígame Exe.
- Está bien don Exe.
- Saca el don, por favor
- ¿Quieres que te tutee?
- Por mi, mejor.
Si alguien tenía que gastarse para conversar conmigo, que venga a mis tierras. Yo nica voy a La Dehesa a hablar con esta niñita. Como feo sería que fuera a mi casa y después me acusaran de pervertido, la cité en Las Lanzas al día siguiente a mediodía. Total, en media hora la despacho y yo me quedo a almorzar una cazuela de osobuco y ensalada chilena que me tenían obnubilado.
- ¿Como sabré quien eres?
- Pregunta en la caja por mí. Allí te dirán.
- ¿Eres el dueño de ahí? ¡En una de esas podría hacer mi práctica allí!
- No soy el dueño, sólo me conocen.
- ¿Cómo llego a la Plaza Ñuñoa?, perdona Exe, pero no la conozco.
- Pregúntale a Mathy, le dije casi emputecido.
Llegué anticipadamente a Las Lanzas y pedí un pichuncho para tener fuerzas suficientes para aguantar a la pendeja. Estaba leyendo el diario cuando escucho a uno de los mozos decirme “lo buscan, Exe”. Levanto mi vista y me encuentro con una preciosura digna de revista de modas. Flaca, alta, de buen trasero y mejores pechugas, pelolai y todo, pero muy, muy rica. Guatita al aire ya que entre su polera y sus jeans dejaban ver un vientre plano y terso. Me levanté de mi asiento y la saludé. - ¿María de los Ángeles?
Ella quería ser chef ya que en el colegio no le iba muy bien y su mamá le enseño un día hacer un queque de limón que ella lo hace muy rico (según su parentela). Además sigue constantemente a la Narda Lepes en el cable y se imagina viajando por países exóticos haciendo un programa de TV. Más aun, conoció a Rodolfo Guzmán y le encantaron sus ojitos, su pelo y su uniforme de chef. Quería ser chef ya que se imaginaba viajando por el mundo presentando su puto queque de limón. Decididamente la guacha estaba mejor para bailar en el caño que cocinando un huevo.
Anticipándome a los hechos, había hablado antes con don Manolo, el amo del lugar para hacer una experiencia con la lolita. “-Si quieres estudiar gastronomía partirás hoy mismo”, –le dije.
- ¿En serio? ¿Qué les preparo? ¿Un queque?
Era tan linda pero tan mensa que ni siquiera me dio pena.
- Don Manolo te va a pasar un delantal, un gorro y te iras a la cocina a pelar un saco de papas. Si aguantan tus manos y el calor de la cocina, es que tienes pasta para esto. Si no, más vale que te olvides para siempre de la gastronomía.
- ¡Yo nunca he pelado papas, Exe! ¡Mamá compra puré Maggi!
- Acá es distinto ricura. ¿Te la juegas?
Me mira con desprecio. Sus ojos estaban diciendo “viejo de mierda”, pero al menos estaba tratando de salvar un alma.
Mientras ella pelaba papas, yo pedí mi cazuela. Estaba rica e enjundiosa. La carne la dejé para el final para agregarle la ensalada chilena. Como siempre, para empujar la comida, un buen vino de la casa. Don Manolo, desde la caja reía. Lleva media hora, comentó.- ¡Más me serviría como moza!
- No puedes ser tan lacho, Manolo. Ella es de buena familia
- No es que sea apretado Exe, pero ¿tú me pagarás las papas que esta haciendo mierda esta mocosa en la cocina?
- Nica, Manolo, igual harás puré con ellas.
A los 36 minutos aparece hecha un estropajo, con sus manos y uñas negras (lo que quedaban de uñas).
- Era una mala idea, Exe. Yo quería ser chef y liquidaste mi futuro.
- No preciosa. Te salvé de ese futuro.
Lágrimas salieron de sus ojitos.
- ¿Es tan cierto todo esto, Exe?
- Bueno, no realmente, ya que pelar 10 kilos de papayas es peor.
- Gracias Exe, le diré a mi tía Mathy lo bien que te portaste conmigo y que me hiciste ver la parte oscura de la gastronomía.
- No es necesario Ángeles. ¿Quieres comer algo?
- Gracias Exe, por un tiempo me olvidaré de los restaurantes, de la Narda, de Guzmán y de todo que tenga que ver con esta actividad.
- ¿Incluso yo?
- Tu no, Exe. Cuando quieras me llamas y salimos por ahí.
- ¿Qué edad tienes, Ángeles?
- 17, ¿por?
Diablos. Las hormonas de los pollos, McDonald’s y Monsanto están haciendo estragos en nuestra juventud. Mis amigas a esa edad aun no tenían indicios de pechugas y tenían menos poto que un elefante. Sin embargo ahora, a los 17 todo les fluye.
- ¿Cómo regresas a casa?
Poniéndose sus anteojos oscuros me cuenta que se va en su auto. Una 4x4 que le regaló papá para su cumpleaños y que por el momento maneja el chofer de su mamá. Pronto cumplirá los 18 y les pedirá un par de pechugas nuevas. Total, me dice, no se reventarán con el calor de la cocina.
Camino a casa veo a lo lejos a mi paquita haciendo controles de rutina. ¡Es mucho por hoy!, me dije y seguí avanzando. Me esperaba una buena siesta con la conciencia tranquila ya que salvé un alma de las garras de la gastronomía. Por lo menos una.
Exequiel Quintanilla