miércoles, 8 de febrero de 2012

LOS CONDUMIOS DE DON EXE



DE MANCORA A LIMA…
Y DE LIMA A SANTIAGO.

Poco duró mi estadía en Máncora. A pesar de que Abril puso todos sus esfuerzos, la mirada diaria de su papá me tenía empelotado. Más aun cuando era menor que yo. Enfrenté la situación con éxito y luego lo conversamos con la peruanita. Ella lo entendió y retomamos el viaje regresando a Lima antes de tiempo. Sin poder embarcarme hacia Santiago, tuve que quedarme en la capital del imperio Inca un día más de lo esperado.

- ¿Te quedas en mi casa, Exe?
- Prefiero un hotel, respondí. No estoy preparado para que cuestionen mi vida.
- ¿Te sientes viejo que evades a mi familia?
- Lo siento, Abril. No me siento viejo…, “soy” viejo.
- La edad se lleva en el alma, Exe. Y para mí, tú eres más joven que cualquiera de mis amistades.
- Aun así, prefiero un hotel.
- Pero ¿saldremos a cenar esta noche de despedida?
- Donde me lleves, Abril. Esta será una noche perfecta.

Manejó su auto (esta vez no un escarabajo sino un 4 x 4) y lo estacionó frente a la playa y al hotel JW Marriott. Mi maleta parecía estropajo frente a los equipajes de los turistas que estaban registrándose en esos momentos. La mía, verde cata, contrastaba con la elegancia de Louis Vuitton, Hermès y Tumi de Theodore Anthony. Aun así, destacaba… y eso que la había comprado en la Zofri de Iquique.

- Eres mi invitado, Exe, comentó cuando pasaba su tarjeta de crédito para pagar mi estancia. Si Máncora no resultó, al menos déjame cubrir los costos de este paseo.

Tenía cinco horas para recuperarme del eterno viaje entre Máncora y Lima. Abril quedó de pasar a las diez de la noche a buscarme para salir a comer. ¿Te apetece algo en especial o yo dispongo?, preguntó. Haciéndome el desentendido, dejé que ella buscara un tugurio para pasar mi última noche en Lima.

Leí los folletos de la habitación. Prendí y apagué el televisor varias veces. Me dí una ducha de esas en que quedan los dedos arrugados por tanta agua y dormí como un bebé hasta que golpearon la puerta de la habitación para entregarme mi traje de lino limpio y planchado. Luego, otra ducha y un poco del canal Gourmet para hacer hambre. Cinco minutos antes de las diez, suena el teléfono y una dulce voz me avisa que me esperan en el lobby.

¡Ya era hora!

Guapa como siempre, Abril maneja su 4 x 4 abriéndose paso a bocinazo limpio por el barrio de San Isidro. A los pocos minutos llegamos a un lindo lugar situado en una esquina cualquiera. La fachada era negra (como mis pensamientos), pero ya en su interior, toda la vida social limeña en su gran esplendor. Era el Lima 27, uno de los mejores restaurantes de la ciudad. Abril pidió champagne para abrir el apetito (champagne y no espumoso, obvio). Mientras la bebíamos, miraba alrededor y realmente trataba de buscar en nexo entre los peruanos que llegan a Santiago y los que viven en la Lima moderna. Realmente una tarea imposible.

El lugar (si no lo conocen) es un restaurante/lounge donde coexisten distintos espacios para públicos diferentes: uno con paredes de metal perforado por donde se cuelan haces de luz morada, otro de mantel largo y ambiente formal, un tercero con decoración distendida y una terraza de techo aerodinámico y un bar en acrílico rojo. En la cocina está Carlos Testino, rodeado de toda una parafernalia tecnológica que va desde un thermomix hasta una máquina de cocción al vacío. Con estos elementos y un personal de apoyo de primera línea, Lima 27 se pone en la fila de los restaurantes A1 de una Lima veleta y cosmopolita.

Estaba realmente embelezado con el condumio. – “Conozco al dueño, me cuenta Abril, así que pedí una degustación de sus mejores platillos” ¿Te molesta?

Acariciamos y degustamos seis tiempos: partimos con un aperitivo de de langosta y trufas con espuma de parmesano, que cumple su función a cabalidad. Abril me miraba con ojos intrigantes. ¿Qué le parece, mi caballero?, preguntó, mientras acercaba sus piernas a las mías.

- No sabría decirte qué me gustó más, respondí. ¡Por fin me siento de vacaciones!

Mini ravioles de foie gras y hongos con vinagreta de oreja y piñones; Pulpo (¡era que no!) con chimichurri de queso manchego y espuma de papa; Piñata de calamar y camarones con helado de ají amarillo; Paiche (ese gran pez amazónico de río) asado en mantequilla almendrada y ñoquis crocantes y Cordero lechal con cilindros de polenta fueron los platos degustados en una larga noche. Si le sumamos un sorbete de lima sour y los postres, el banquete fue de los dioses del Olimpo. Buena comida y buena bebida ya que acompañamos la cena con vinos argentinos y chilenos de una generosa (y onerosa) cava.

- ¿Bailamos?, me preguntó tímidamente.

El ambiente de la disco que estaba al lado del comedor estaba que ardía. La música poco me acompañaba, pero la cercanía de Abril solucionaba todos los decibeles y resquemores. Yo sólo tenía ojos para ella y Abril se percató. Bebimos dos whiskys Caol Ila cada uno y quedamos, por así decirlo, listos para la foto.

Una foto que nunca veré, ya que a pesar de lo entusiasmados que estábamos, la hora del despegue jugaba en contra. Consciente de su estado, Abril dejó su auto en el estacionamiento del restaurante y me encaminó en un taxi al hotel. –“Mañana viajas a mediodía”, comentó, y luego de darme un piquito en el lobby, se las endilgó a su morada.

Me despertó a las 9 de la mañana y no con el codo, sino que por teléfono. “Te paso a buscar en una hora”. Yo aun no discurría donde estaba pero poco a poco las imágenes de la noche anterior volvieron a mi mente. ¡Nos vemos en Santiago, querido!, dice cuando me planta otro piquito poco antes de entrar a policía internacional. Marzo se viene duro. Regresa Mathy de Iquique; Sofía, mi paquita, sale de vacaciones y para más encima, Abril se viene por un par de años a Santiago.

¡Señor, dame tu fortaleza!

Exequiel Quintanilla

Lima 27
Santa Luisa 295, San Isidro, Lima, Perú
Teléfono 51- 221 5822
Mail: reservas@lima27.com